Hemos reído juntos, compartido el aire, el pan, la noche
Por Sergio Torres
Hemos reído juntos, compartido el aire, el pan, la noche. Sabes cuánto y como me gusta el café. He aprendido que te gusta que te haga cosquillas con los dedos en la espalda hasta que te vence el sueño, dueño momentáneo de nuestras conciencias y creador de ilusiones. Eres como yo, soy como tú, de otra manera el universo no habría tenido la gentileza de acercarnos tanto y compenetrarnos de esta manera, callada, sutil pero definitiva.
Un día dijiste “Ya lo decidí” cogiste tu persona y te fuiste lejos, a un código postal con menos números. Como sucede siempre, me dejaste hecho un mar de confusiones y deseos incumplidos; en tu euforia me arrancaste el corazón como quien corta una flor para ponerla en el ojal. Decidiste que podías continuar la vida sin mi deseo por besarte, abrazarte y naufragar en tu pasión. Decidiste que ya no, sin importar que estuviera o no de acuerdo.
Por mi parte, yo sigo buscándote en cada otro par de labios que beso, en cada otro par de ojos a los que busco la mirada, en cada otro par de manos que tomo y cuido, en cada otra melena en la que hundo la nariz para embriagarme de perfume. Pero no te encuentro. Esa cosa chiquita y bonita que eres, grandiosa y dramática, solo eres tú. El universo juega con las permutaciones pero nadie es igual a ningún otro… solo yo te veo como te veo y te quiero como te quiero. De los casi ocho millardos de personas en el mundo, que me importes, te quiera y te ame es una enorme coincidencia. Es una curiosidad, solo eso.
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