lunes, 5 de agosto de 2024

La sinfonía de los despertares, episodio 2: El primer despertar. Almudena Cosgaya

Dintel de Almudena

La sinfonía de los despertares, episodio 2: El primer despertar

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

En los suburbios de lo que alguna vez fue una próspera ciudad, la noche se cernía sobre una ágil silueta. Las sombras danzaban, Elisa se movía sigilosamente entre las ruinas. Su mente un torbellino de pensamientos oscuros y esperanzas desvanecidas. Había aprendido a moverse como un espectro, desapareciendo entre las esquinas para evitar a los infectados que deambulaban sin rumbo, con los ojos vacíos, reflejando desesperanza y ausencia de alma.

Elisa se detuvo frente a lo que quedaba de la biblioteca universitaria. Las puertas, una vez grandiosas, colgaban de las bisagras como dientes podridos. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, respiraba hondo y se adentraba en el edificio. Sus pasos resonaban en el silencio y el aire estaba cargado con olor a polvo, moho y muerte, una mezcla que siempre le recordaba los viejos laboratorios de su juventud.

En el fondo de la sala principal encontró lo que buscaba: un rincón intacto, protegido de la devastación. Allí, sobre una mesa cubierta de polvo, descansaban varios tomos antiguos: libros de ciencia, filosofía, tratados de meditación y conciencia. Elisa se sentó, lista para diseccionar cada palabra en busca de respuestas. Abrió un volumen encuadernado en cuero, sus dedos rozaron las páginas con una mezcla de reverencia y desesperación.

“La conciencia es nuestra esperanza”, murmuró para sí misma, repitiendo el mantra que la había guiado a través de la oscuridad. Sumergida en la lectura, comenzó a descifrar conceptos, explorando los límites de la percepción y la realidad. Sabía que la clave para salvar a la humanidad no estaba en el mundo exterior, sino en los recovecos de la mente humana.

Mientras leía, sus pensamientos se entrelazaron con recuerdos de un tiempo mejor, antes de que la enfermedad se propagara como incendio. Recordó sus días de estudiante, las noches en vela investigando y al final el momento en que todo cambió. La meditación se había convertido en su refugio, un lugar donde podía enfrentar sus miedos y encontrar respuestas. Pero ahora ese mismo refugio era su campo de batalla, un lugar donde la oscuridad interior acechaba, lista para devorarla si no se mantenía firme.

Un ruido interrumpió sus pensamientos. Elisa levantó la vista, sus sentidos en alerta. Tomo un pesado libro a manera de arma, mientras su corazón se revolucionó al ver aparecer una figura en la penumbra, moviéndose con gracia. Su boca se llenó de un sabor amargo, sabía que tenía pocos minutos para atacar y escapar antes de que el ruido atrajera a más infectados.

―Que difícil es seguirte, pareces un gato por la manera en que te mueves ―dijo la voz femenina, emergiendo de las sombras. Era Nubia, la periodista que había seguido la pista de un antiguo manuscrito. Su presencia era un recordatorio de que no estaba sola en su búsqueda de la verdad.

Elisa exhaló con pesadez, aliviada de reconocer a Nubia. Aunque la sorpresa inicial se desvaneció, la tensión persistía. Elisa depositó el pesado libro sobre la mesa.

―Me asustaste… ―dijo.

―Perdón, no era mi intención, pero terminé rápidamente la búsqueda y vine aquí. ¿Encontraste algo? ―preguntó Nubia.

Elisa la miró, evaluando si podía confiar en ella. La biblioteca parecía un lugar donde las alianzas se forjaban y se rompían. Pero la necesidad de respuestas superaba cualquier desconfianza. Asintió, mostrándo el libro.

―Es un tratado sobre la conciencia y la meditación. Creo que aquí está la clave para entender cómo podemos revertir la enfermedad.

Nubia se acercó, sus ojos brillaban con determinación.

―Yo encontré esto ―dijo, sacando un pergamino antiguo de su mochila―. Es un ritual chamánico. Si combinamos nuestros conocimientos, tal vez tengamos una oportunidad.

Las dos mujeres se sentaron juntas, las mentes trabajando al unísono. Mientras descifraban algunos enigmas en los textos antiguos, una sensación de esperanza comenzó a surgir en sus corazones. Sabían que el camino sería largo y peligroso, pero también sabían que no estaban solas.

Mientras la noche avanzaba, un tercer miembro se unió a su círculo. Gera, el exmilitar, apareció en la entrada de la biblioteca. Sus ojos reflejaban el peso de sus experiencias, pero también una determinación férrea.

―Encontré algo ―dijo, levantando un libro cuyas páginas narraban un experimento ultrasecreto―: Un viaje en el tiempo. Creo, no, más bien, estoy convencido de que el pasado guarda las respuestas para nuestro futuro.

Elisa y Nubia lo miraron con asombro y curiosidad. Sabían que sus caminos se habían cruzado por una razón. Juntos, formaban una sinfonía de conocimientos y experiencias.

El primer despertar había comenzado, y con él una nueva esperanza para la humanidad. Mientras los tres se preparaban para enfrentar los desafíos que les aguardaban, una melodía oscura comenzó a surgir en sus corazones. Era la sinfonía de los despertares, una armonía tejida con sacrificio, esperanza y determinación.

Y así, en las ruinas de la civilización, comenzó una nueva melodía, una sinfonía de esperanza y renacimiento.

Continuará.

 

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario