Qué maravilla es tener tu mano en mi pecho
Por Sergio Torres
Qué maravilla es tener tu mano en mi pecho mientras nuestros latidos, nuestras respiraciones, nuestras vidas se acompasan, se sincronizan, suceden juntas, distintas y unidas. Tu infinito amor ha cambiado de rostros, como quien cambia de habitación, de ciudad, de profesión. Tu amor se ha vestido de vagabundo, ingeniera, abogada, pianista, clarinetista, saxofonista, cantante, guitarrista, abogada de nuevo, médica, dentista, enfermera, Godínez y vagabundo de nuevo. Te has entregado a mí por un año, 8 años, 15 años, quince días, una noche. Siempre te vas, te llevas mi paz, frágil como es, en un torbellino. Te extraño, el vaso de limonada que me das, la taza de café, la sonrisa, la mirada, el roce de tu mano en el rostro. Te amo, mujer necia, mostrenca, libre, desesperantemente inefable. Aunque haya aceptado que el mundo solo nos da una oportunidad de ver el mismo atardecer una vez cada vida, te espero, vida tras vida, hasta que la rueda del destino se detenga o se rompa.
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