Planisferio de palabras
Por Alejandra Torres García
Buenas noches, antes de empezar quiero agradecer la invitación, me
siento muy emocionada de compartir esta mesa con Ethel Krauze. Gracias por
asistir, darse el tiempo de escucharnos.
Y bueno, voy a hablarles del libro Doble
intención, el cual se terminó de imprimir en febrero de este año, recién
salido del horno y ahora en la mesa. Este libro, escrito a dos manos por Ethel
Krauze y Beatriz Rivas, escritoras de trayectoria las dos, nos revela que
tienen como propiedad lo íntimo. Preparé un texto a manera de carta sobre mi
viaje por esta Doble intención.
Queridas Ethel y Beatriz:
Hace algunos días me asignaron una tarea valiosa, poniendo este libro en
mis manos para que lo presentara. Confieso que mi primera reacción fue negarme;
la resistencia era fruto de del miedo, de la tartamudez femenina a la que
conferí, con ojos cerrados, la decisión de no sumergirme. Ahora concuerdo con
ustedes cuando mencionan, paginas adelante, que este proyecto a dos manos, es un deporte de alto riesgo, donde se corre
el peligro de caer al abismo.
Comencé a sudar pero no retrocedí, solo guardé el libro en la mochila y
seguí la conversación. Llegando a casa me recosté en el sillón, hice un nido
entre mis corvas para acunar a mi perra y comencé a leer su Doble Intención (2019), preocupada por
el poco tiempo que me restaba y por la faena de las presentaciones de libros. Volvían
a mí los nervios que fui soltando mientras ustedes me refugiaban en una sinceridad
generosa y declarada. Bastaron unas cuantas líneas para engancharme en lo que
ahora llamo, con temor a no abarcarlo todo, un viaje epistolar. De vez en vez
mis ojos se detenían y miraba hacia fuera desde la ventana, pensaba en mi
madre, mi hermana, en mis diosas contemporáneas; luego miraba a la muñeca Oshun
que compré recientemente en Cuba, una isla detenida en el tiempo, la cual añoro
y frecuento en sueños.
Oshun, la diosa yoruba, de vestido amarillo, de miel y girasoles, en ese
momento salpicaba la habitación de respuestas, que fuiste sembrando en las páginas
cuando te preguntabas, Ethel, me preguntabas: Qué vemos cuando hablamos de dios en femenino, entretejiendo en ese
ejercicio que las dudas otorgan, la condición de mujer, las yosotras posibles. Pienso
y concuerdo con ustedes cuando mencionan que la distancia, la latitud o la
edad, no son una limitante para dejar de sumergirnos en esa metáfora viva de nuestro paso por el mundo.
Continué la lectura al día siguiente, sábado, once de lamañana, fui a un
café en el centro de la ciudad, pedí un té chai sin azúcar, prendí un cigarro,
la Doble Intención se convirtió en un
planisferio de palabras donde encontré mi ubicación, mi posición contemplativa
en este diálogo de espejos que, como bien lo sostienen ustedes dos, mujeres de
palabra y sangre: no es ficción ni
biografía, sino bioficción, la búsqueda afirmativa de un yo literario universal más allá del
género.
Al tomar por verdadero todo lo escrito por ustedes, les confieso que sentí
culpa, culpa por no aceptar a pierna suelta y en todo momento esta que ya soy. Sus
letras me hacían sentir comprendida en una intimidad profunda. Seguí leyendo.
Este viaje epistolar me llevó a casa de la abuela esa misma tarde de
sábado, mi madre también estaba ahí, comimos las tres juntas y aproveché para preguntarles si
les gustaba cantar, mi abuela respondió tarareando con su voz quebradiza: Toda una
vida… te estaría mimando… Te estaría cuidando… como cuido mi vida… Que la vivo
por ti… luego reproduje la misma canción en youtube desde mi
celular, ella cerró los ojos rebobinando.
También llevo a mi abuela muy adentro, Beatriz; al
igual que tú, a veces, la confundo con mi madre, conmigo misma. Nos
gusta el pan crujiente, levantamos la misma ceja. Guardé el secreto y no le
dije a mi madre el porqué de mis preguntas, solo yo sabía hasta dónde había permeado
en mí su Doble Intención.
Volví a casa, me mire al espejo, pensé en escribirles
esta carta, lo hice.
Antes de terminar quiero agradecerles, Ethel y Beatriz, por la dulce
invitación a escribir, por llevarnos de
vuelta a las puertas de un hogar posible: las palabras, por compartir la
mitad de su siroco, gracias por regalarnos un decálogo de libertad, por esta Doble Intención que conjura nuestro
canto de diosa respuesta.
Me despido por ahora. Yo, y estoy segura que también este hermoso
público, les extiende, Ethel y Beatriz, un abrazo con todos los tonos marrones
y amarillos del desierto de Chihuahua.
Alejandra Torres García
Alejandra Torres García estudió letras españolas en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Es autora de hermosos poemas que
lee en voz alta en plazas y auditorios de varias ciudades; sus textos aparecen en
varias antologías y revistas literarias.
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