Elementos
de una novela exuberante. Presentación de la novela En la oscura región de nuestro olvido
Por
Jesús Chávez Marín
El
primer libro escrito por un autor chihuahuense que leí fue La otra cara de México, excelente novela de Carlos Chavira. Fue en
1967, cuando estudiaba preparatoria. No recuerdo si estaba yo enterado de que
el autor fuera chihuahuense o no; me concreté a disfrutar la buena historia,
llena de dramatismo y dolor, que en ese libro se contaba.
En
aquel tiempo no había muchos escritores chihuahuenses publicados, y los pocos
que había eran en su mayoría historiadores y poetas, sus libros eran escasos y
la mayoría fueron producidos sin ningún cuidado editorial en los Talleres
Gráficos del Gobierno del Estado. Otros pocos se imprimían en el Distrito
Federal por Edamex o por Editorial Jus, pero todos tenían escasa distribución y
al poco tiempo ya solo podían conseguirlos los conocidos del autor, que en la
mayoría de los casos guardaba en su casa cajas y cajas de sus libros, los cuales
terminaba regalando a los conocidos o arrumbando en el fondo de algún armario.
El
único que sabía mover sus negocios de escritor era José Fuentes Mares, quien al
morir dejó treinta libros publicados, algunos en editoriales fuertes y de buena
distribución que hasta hicieron reediciones de algunas de las obras, lo que
sucede muy pocas veces en nuestro medio cultural, donde los lectores son escasos.
A pesar
de esto la literatura se ha desarrollado vigorosamente en esta región. Hay
talleres literarios, clubes de lectoras, librerías y, más recientemente,
empresas editoriales, tanto las oficiales y subsidiadas como las
independientes. Así que un lector atento puede ahora hallar con facilidad los libros que producen autores chihuahuenses, entendiendo por tales
a los escritores que viven y escriben en Chihuahua.
Entre
los libros de estos escritores que encuentra ese lector, más o menos atento,
hay muy pocas novelas entre la abundancia de libros de poesía, historia y anécdotas
y memorias pueblerinas. Los hay de buena y de baja calidad, pero quien haya
leído algunos de esos textos tiene una idea certera de cuál es el
ambiente, el tono, la retórica, la atmósfera, el estilo común en lo que
escriben tales autores, aun cuando se trate de textos artísticos, o sea: únicos
y originales.
En ese
contexto, la novela de Leonardo Desiderata que hoy se presenta con el título de
En la oscura región de nuestro olvido no
tiene precedentes ni en su lenguaje, ni en el carácter de sus personajes, ni en
los espacios donde sucede la historia.
La
acción sucede Cuba a finales del siglo 19 y principios del 20, algunos de sus
personajes son originarios de Cienfuegos y de Guantánamo y la vieja casona
donde trascurre toda la segunda parte está situada en el centro de La Habana.
La
narración tiene como centro la vida de una mujer extraordinariamente guapa que
se llama Tránsito Alfaro, a quien conocemos desde que era una caprichosa
jovencita de quince años hasta la plenitud saludable de sus 42 años muy bien
llevados, cuando ya se ha despachado a cinco maridos y a múltiples amantes en
un ambiente exuberante de paisaje marino.
El
relato es contado desde un narrador que al principio parece omnisciente pero
poco a poco se define con nitidez un punto de vista singular y descubrimos que
es un personaje de la historia, incluso vemos al fin que aparece claramente en
la acción cuando cuenta: “Hace unos días asistimos al entierro de Primitivo
Duarte. Solo unos cuantos circunstantes, pocos, no más de cuatro, acompañamos
al cortejo hasta el cementerio”.
Este
narrador, esta voz que emite el discurso narrativo en toda la novela, excepto
en los diálogos que él mismo introduce en las escenas directas de los
personajes, hace gala de una gran capacidad de verbalización, un lenguaje muy
rico y culto, pues se permite citas de autores clásicos, sobre todo españoles,
y transcribe citas famosas, tanto él como algunos de los mismos personajes.
Lo notable de este narrador es la ironía y el escepticismo con que relata la
historia, que a veces llega a ser burlona. Hasta el lector es víctima de su
laboriosa socarronería, como cuando hace explícita su comunicación con los
lectores llamándolos ángeles míos:
“Ella elegía a sus hombres, y el que se veía favorecido con tan buena
guarnición de mujer simplemente debía seguirla como un perrito faldero,
obedecerla como un animal obedece a su amo. Otra cosa, ángeles míos, no se
puede decir que Tránsito Alfaro no tuviera escrúpulos en cuestiones
sentimentales: jamás se hubiera casado o acostado con un hombre rico solo por
su dinero”.
Con
certeros adjetivos y una prosa notablemente fluida, extraordinaria capacidad
para describir espacios, el texto recrea un ambiente exuberante y lleno de
sensaciones, desde la sexualidad explícita y densa, la evolución de los
personajes de la pasión brusca y desbordada de la juventud hasta la truculenta
sexualidad de adultos, aún más intensa en el doblamiento de los recuerdos
amargos y los prejuicios cristalizados por años. Desde el ambiente florido y
luminoso de la casa primera hasta los pasadizos oscuros y húmedos donde habitan
moribundos tercos, viudas frondosas y amargadas, filósofos cínicos.
Novela
de gran exotismo desde los nombres con sabor antiguo de los personajes que
llaman Justo Miranda de Albuquerque, Juventino Urquiza, Tránsito Alfaro, el
capitán Telémaco Alfaro, Hidelbranda García, Próspero Iguarán, el doctor
Ptolomeo Sánchez, Ninón la hermana pequeña, Ángela Iguarán, Luna Batisterio,
Tristán Moreira, Primitivo Duarte, Soledad Vicuña, Sabino Josarem, el padre
Salomé, Dacia Zúñiga, Eliseo Duarte, Úrsulo Hurtado, Prometeo Duarte, don
Tobías Guardiola, Trinidad, don Caagliostro, don Alud, doña Gurruceta, doña
Sifo, doña Clotis, doña Espergencita, doña Gertrudis, don Tenor, doña Celona,
doña Florain, doña Parafina.
Novela
de pasiones densas, la terquedad de la honra, la avaricia endurecida con la
edad y sobre todo el amor apasionado que despierta la belleza dinámica de una
mujer inolvidable, a quien miramos, sentimos, imaginamos en la maravilla del
texto literario en escenas que nos quedan grabadas con un recuerdo más vivo que los recuerdos de la vida
real.
Novela
rica en ideas que pone a pensar en serio y ofrece versiones distintas, de
personajes distintos, sobre las relaciones amorosas, la seducción, la muerte,
el deseo, las mujeres, la codicia y el desamparo de la soledad.
Libro
muy atractivo de leer, porque abre a un mundo coherente e imaginativo
manteniéndose en el estricto realismo, sin acudir a exageración ni fantasía.
La
influencia más visible en este texto es la de Gabriel García Márquez, a quien
el autor le hace un saludo explícito al llamar a uno de los personajes Próspero
Iguarán, con el mismo apellido de la entrañable Úrsula Iguarán de Cien años de soledad, el mismo que llevó
en vida la mamá de García Márquez.
Se nota
sin duda que Leonardo Desiderata tiene bien asimilada la lección
de sus atentas lecturas, porque en su texto se desenvuelve con ritmo, como los
narradores natos, los que tienen ese talento natural para contar historias que
en su escritura parece que platican en voz alta las más extrañas aventuras y
expresan en una frase lo que todos habíamos pensado pero que antes de que ellos
lo dijeran no nos había quedado muy claro.
No cabe
duda de que estamos ante un escritor de gran madurez, a pesar de que esta sea
su primera novela publicada.
Desiderata,
Leonardo: En la oscura región de nuestro
olvido. Editorial Edavisión, México, 2002.
Julio
de 2002
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