sábado, 14 de diciembre de 2019

Alberto Carlos. ¿Y los oficios? RIP

¿Y los oficios? RIP

Por Alberto Carlos

El fantasma del desempleo nos trae con el alma en un hilo y el Jesús en la boca. El estribillo de nuestros políticos teóricos no deja dormir: Crear empleos. Entendemos y sobreentendemos, damos por hecho, ¡vamos! que solamente como empleado se puede vivir en este mundo. Le tiramos a la chambita de lo que sea, jefe, con sueldo, vacaciones, asuetos y prestaciones. Si el empleo es en una oficina cualquiera del gobierno, tanto mejor; si es en una paraestatal (Petróleos, CFE., etcétera) ¡Olvídese!, ya la hicimos.
Con esta empleomanía ya nadie se acuerda de los nobles oficios.
(Curiosamente, oficina viene de oficio y, curiosamente también, a muchas oficinas van a parar muchos que no tienen oficio, de los cuales, más curioso todavía, algunos pueden llegar a oficiales.)
Ya todo mundo prefiere ser cola de león que cabeza de ratón. La voluntad de ser dueño y señor de su propio quehacer ya no se da en maceta. Ser arquitecto de su propio destino, como diría el poeta, está fuera de moda.
¿Dónde consigue usted un buen carpintero que le haga un modesto pero bonito trastero, le remiende el mueble deteriorado, o le confeccione un cajón para su difunto? Trate usted de encontrar un hojalatero que le haga una tina o le tape los agujeros al balde del trapeador y, si lo consigue, avíseme. No queda otra que tirar lo deteriorado y comprar nuevo. Somos puros estrenantes. Ya ni las señoras recomiendan calcetines, ¡con lo caro que están y lo poco aguantadores! Un buen albañil no se consigue ni con lupa y cuando se consiguen cobran como arquitectos por enjarrarle a vuelta de llana una mugre pared.
El último jardinero que vino a podar el pasto en esta su casa, (y batallé para conseguirlo) cobró mil quinientos pesotes y se despachó el trabajito en hora y media. ¡Échele números, nomás! ya quisiera yo ganar lo que gana el angelito, el cual, además, no paga impuestos. Por supuesto, no quiso entresacar la hierba mala porque, me dijo, ¡eso es aparte! Ahí muere, le contesté. Ahora soy jardinero de fin de semana.
Parece que los únicos “oficios” sobrevivientes son los de vendedores de hamburguesas y desponchadores de llantas, ambas cosas con color a hule quemado y de nuevo cuño. Abundan también los lavacoches a cambio de la desaparición total de lavanderas de ropa, sustituidas estas, por lavadoras automáticas atiborradas de unidades selladas, de las que se tiran a la basura cuando ya no sirven y se compran nuevas.
En fin, a fuer de hablar y publicar sobre la necesidad de crear empleos, nos apoltronamos en espera del milagro. No se nos ocurre agarrar la garlopa y el martillo, la brocha o el cautín para darle dignidad a estas manos que Dios nos ha dado. Preferimos checar en un reloj la entrada y la salida, aunque en el interín nos hagamos majes.
Así es como, México de mis amores, estamos como estamos.
Propongo que la comisión nacional de publicidad, o como se le llame ahora, retire de la televisión lo de Adopta un árbol, tras lo cual ponemos arbolitos artificiales de Navidad, y lo sustituya por uno que diga “
Adopta un oficio, a ver si pega. Con suerte heredamos a nuestros hijos y nietos la posibilidad de un modus vivendi al margen de la fábrica, la oficina o el coyotaje, para dignificar la cosa.

Septiembre 1983


 
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas, avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario