sábado, 21 de diciembre de 2019

Alberto Carlos. Ya ni recados

Ya ni recados

Por Alberto Carlos

¿Todavía recibe usted alguna carta que no sea de Blanca Sierra del Selecciones, o donde le ofrecen jalea real? Si le sucede, es usted afortunado, porque el género epistolar anda de capa caída. La sana costumbre de escribir cartas ya se ha perdido. Lástima. Bueno, pero ya ni recados, o propios, como se llamaban. Mucho menos aquello de “querido diario...” Las epístolas, propios y diarios, han sido un tesoro documental para historiadores y biógrafos. Nuestra generación se está quedando indocumentada. Los historiadores y biógrafos del futuro van a tener que echar mano de los currículum vitae recluidos en archiveros de oficinas en donde se requieren para conseguir chamba, o de archivos de la CIA en donde, se dice, estamos fichados todos los semovientes. Por lo demás, estamos fuera de autos, como dicen los abogados.
Los carteros ya reparten puros avisos del abono vencido, formas, de parte de “Lolita”, para el pago de las personas físicas, y una que otra tarjeta postal de cuates vacacionantes para causarnos envidia. Antes daba gusto escuchar al cartero. Ahora se pone uno a temblar: ¡Dios mío! ¿Será de la mueblería?, ¿será el recibo de la luz? No, es una tarjeta de los Echáustegui que andan en España de viaje ahora y pague después. A veces nos cae una misiva con ribetitos negros y el cartero pita la marcha fúnebre. Las malas noticias no fallan. Jamás nos llega una carta donde nos comuniquen que fulano de tal, amigo o pariente nuestro, se sacó la lotería o agarró chamba en el gobierno, cosas equivalentes.
Las tarjetas de Navidad son “de fábrica” y, generalmente, traen el mensaje en inglés. Las recibimos con el ánimo un tanto alterado por aquello de tarjeta recibida, tarjeta correspondida. Se ve uno en la necesidad de salir a comprar y escoger entre todo el tarjeterío, a cual más horrendo, hacer cola en el correo y todavía esperar a ver si llegan. Definitivamente, escribir cartas ya no es nuestro fuerte. En parte, el teléfono es el culpable. Ojalá volviéramos a darle a la pluma para volver a alegrarnos con el silbato del cartero.



Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas, avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.

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