jueves, 23 de abril de 2020

Miguel A. Rueda Ruiz. Su entrevista con el pintor Alberto Carlos

Alberto Carlos, su experiencia en  el mercado del arte

Por Miguel A. Rueda Ruiz

(Publicado en El Heraldo de Chihuahua, domingo 16 mayo 1993).

Una realidad desafortunada para los artistas plásticos –pintores, escultores–locales es la inexistencia del mercado del arte. En Chihuahua no hay ni siquiera un lugar ad hoc para exponer la producción.
Las personas con gran solvencia económica de Chihuahua no invierten en obras artísticas. El mecenazgo no existe.
Y hablar de comercializar la producción artística es todavía tabú en las escuelas e instituciones de bellas artes.
Tampoco existe la infraestructura adecuada en la ciudad para iniciar e impulsar la mercadotecnia relacionada con la creación artística de tal manera que una producción además de ser una obra decorativa o de cultivo espiritual tenga el valor económico que le proporcione al poseedor una plusvalía constante.
Generalmente el comprador local de obras artísticas no ve en ello una inversión económica para especular, sino que “son personas que les gusta tenerlas para mostrarlas a las amistades, eso se goza, se comparte y es hermoso… son de las cosas que hay que tomarle a la vida con un alto valor”.
El que dice estas palabras con la firmeza que da la experiencia es Alberto Carlos, quien junto con Aarón Piña Mora y Benito Nogueira conforman la vieja guardia de la pintura chihuahuense.
Considerado uno de los pintores locales con más éxito en la venta de sus cuadros, el chihuahuense con raíces en Zacatecas dice, a través de sus ideas, que son pocos los ricos de la ciudad acostumbrados a comprar piezas de arte, porque “prefieren gastarse el dinero en Las Vegas”.
Falto de inversionistas, sin infraestructura para exhibir la producción, y con escasos artistas formados bajo la concepción de que la mercadotecnia y la comercialización es parte del trabajo; en Chihuahua el trabajo de arte tiende a la inmovilidad y a refugiarse en la docencia, es el camino que complementa el ingreso económico de los artistas.
A los estudiantes de música, teatro y danza se les instruye igual, desde la escuela, que su trabajo también está encaminado a la docencia y ese es el camino que complementa el ingreso económico de los que se dedican a la creación artística en estas áreas, refiere Manuel Talavera Trejo, director del Instituto de Bellas Artes, en el que cerca de 650 alumnos estudia artes escénicas, plásticas y musicales.
Si se toma en cuenta que una de las características del joven estudiante universitario, no solo de bellas artes sino de cualquier área de las humanidades, es el idealismo, entonces se entiende que la sola mención de la palabra “comercializar” despierta reacciones encontradas.
Talavera Trejo cita que entre las materias que pueden acercarse un poco más a la temática del mercado del arte es la de Administración y Políticas Culturales, o la de Diseño Publicitario.
Comparte esta idea de que el estudiante, a partir de su trabajo “tiene que hacer empresa, porque lo que realiza es algo productivo, aunque no en la interpretación convencional de la palabra”.
Entran en este proceso dos elementos: que el artista haga valer su trabajo, “que mantenga su postura de que se tiene que cobrar por lo que hace”; y la otra parte, un tanto más difícil, es que el público se acostumbre a que el arte tiene que pagarse. 
Sobre ello Alberto Carlos cita una idea dirigida a los pintores pero con amplia validez en otros campos de la creación artística: “No pintar para vender, sino vender lo pintado”.
Con ello demarca que pensar en la mercadotecnia no implica caer en lo comercial, aquella reproducción fácil que abarata cualquier mercado.
Y es que para Alberto Carlos, aunque no exista el mercado del arte, las personas que se dedican a la compra de pintura por razones personales lo hacen porque “es un afán de tener cosas únicas, originales, no hecho en masa o en serie, ya que tener una obra de este tipo es de un valor inapreciable, y en la que toda inversión realizada es lo de menos”.
Recuerda que en aquellos tiempos, cuando volvió a Chihuahua luego de estudiar en la ciudad de México –era el último año de la década de los cuarentas, el pintor vendía retratos de personas particulares por encargo, y muy de vez en cuando uno que otro paisaje.
Lo que llamaban “mercado de arte”, era incipiente entonces. Pero empezó el “ruido”.
Cada uno de los pintores de la época –Piña Mora, entre otros, quien pintó los murales del Palacio de Gobierno y considerado el pintor oficial del gobierno por sus relaciones con la política– empezaron a manifestar sus inquietudes, y fue así como la compra de las obras de arte empiezan a cobrar un poco de auge.
Después hubo un poco más de movimiento hacia la compra de piezas artísticas, cuadros decorativos chicos para las oficinas y las casas y así por el estilo.
Con cerca de 45 años de trabajo creativo ininterrumpido, Alberto Carlos, quien pintó el mural Bautismo de Cristo, colocado al lado derecho del bautisterio de la Catedral de esta ciudad, explica las formas de vender a las que recurre el artista local.
Principalmente la obra de caballete tiene dos maneras de ser comercializada: La primera, y preferida por el artista, ocurre en las exposiciones, porque estas se convierten en un escaparate, pero en las que el artista también invierte dinero; por citar un detalle, en los marcos de las pinturas, “el gasto se hace aunque finalmente no todas las obras se venden”.
La otra es por encargo de particulares. Aquí en Chihuahua existen coleccionistas privados que tienen preferencia por un pintor determinado.
Es en las décadas de los setentas y ochentas las ventas en las exposiciones tuvieron el más alto de los repuntes en el plano nacional y local, sin embargo la crisis y la recesión económica que empezó a vivir el país hizo que este mercado también sufriera afecciones.
Recuerda que todavía en 1988, cuando montó una exposición de 40 cuadros para celebrar sus 40 años de pintor, de las 30 piezas que estaban a la venta se vendieron 25 obras. Aquellos eran buenos tiempos.
Pero después, rememora, una de las últimas exposiciones, realizada en Monterrey, en la que de 30 obras puestas a la venta solo se vendieron cuatro. Ya la merma en el mercado estaba en su apogeo.
Ahora, que si de pequeñas acuarelas se habla, pues estas se venden mucho más rápido.
Para montar una exposición al pintor lo invitan las galerías, cosas que en Chihuahua no sucede simplemente porque no existen los sitios adecuados para montar las exposiciones de pintura. Ocasionalmente el Centro Cultural Chihuahua, propiedad privada de la familia Vallina, monta alguna exposición, principalmente de artistas nacionales y en raras ocasiones dan oportunidad a los reconocidos en el ámbito local.
En comparación con lo que ocurre en Chihuahua, “el mercado internacional sí es especulativo”, sostiene Alberto Carlos.
Otro elemento de los que el mercado internacional del arte se cuida son las falsificaciones, y estas valen la pena solo cuando es de los pintores universales consagrados, un Rembrandt por ejemplo, y para ello se necesita tener un alto conocimiento de la forma de pintar del falsificado.
En el mercado de arte a nivel nacional también se dan las mismas características, con la salvedad de que las tendencias internacionales entran tarde al mundo del arte local definiendo tardíamente la moda del día.
Las expectativas para participar cuando menos del mercado del arte nacional son lejanas. Una de las causas es la ausencia de infraestructura.
En Chihuahua es común que las exposiciones se improvisen en el Museo Regional –Quinta Gameros–, en el Teatro de los Héroes, o en alguna institución bancaria, últimamente organismos privados ya lo están haciendo.
Sin embargo no existe el lugar adecuado para exponer “con la dignidad suficiente, con la museografía y todos los detalles técnicos, así como publicitarios que se requieren”.
“En Chihuahua se improvisa con mamparas”. Para el artista local “es desalentador” lo que ocurre aquí.
“El amor entra por la vista”, remata quien pintara el mural que se exhibe en la Cámara de Comercio de Chihuahua y recientemente el del hotel Fiesta Inn, que ya está en funciones.
Para iniciar al mercado del arte, enlista, tiene que haber buenos montajes para que luzcan las obras, “aquí mismo en Chihuahua hay personas que se dedican a la museografía, pero además y parte importante es la labor de las relaciones públicas, además del aspecto de la publicidad, y los folletos a todo color, la mercadotecnia y la comercialización”.
La pieza de arte es una inversión más redituable que comprar casas o terrenos, porque desde que el autor se deshace de la obra, esta ya vale más, “y cuando el artista se muere, el precio de esta se eleva aún más”, dice Alberto Carlos, como incitando a los inversionistas.

Mayo 1993

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