Arte de Alberto Carlos
Mi casa es chica pero...
Por Alberto Carlos
Don Julián y su familia son de clase media, son de
medio pelo. Ni muy muy, ni tan, tan. Son de esa clase media a la que le gusta
guardar las apariencias y en una boda o en unos quince años se dan la endrogada
de su vida para alquilar un salón, servir unos platillos que constan de una
tajada de pechuga fría, catorce unidades de sopa de coditos más fríos que la
pechuga, una galleta salada y un cacho de gelatina. Se brinda por la felicidad
de los festejados con sidra tibia y se parte un aparatoso pastel (viendo la
cámara, por supuesto). Un pariente de las víctimas, digo de los festejantes,
ganador de una flor natural en las fiestas de aniversario de Coyame, se avienta
una tirada lírica-barroca en honor de los novios o de la quinceañera y todos
felices.
Esta familia adquirió una casa, típica de su clase, no
sé si de Pensiones o del Infonavit. Dos recámaras, sala comedor, cocina y baño.
Un patio para tender la ropa y cochera, aunque en ese tiempo no tenían coche.
En estos casos la cochera puede ser de mucha utilidad: puede convertirse en
sitio de tiliches, en un lugar ideal para poner macetas o un estanquillo para
vender refrescos, chicles y papas fritas. Esta es la casa típica del principio.
Gracias a esa mexicana afición que poseemos para
guardar cuanta cháchara cae en nuestras manos, con el tiempo la casa que era
suficiente se convierte en una miscelánea insufrible. La finca empezó a crecer
el día en que la señora recibe a don Julián cuando llega del trabajo y le
suelta a boca de jarro: mi rey, ¿no sería bueno hacerle aquí otro closet? Mira
como están atiborrados estos dos. ¡Ya no cabemos!
La familia es la misma porque tuvieron la precaución de
planificar, pero los chicos han crecido y tienen el cuarto convertido en
discoteque, campo deportivo, cuarto de televisión y cantina. El closet ya se
llenó de chamarras, tenis, botas, bates, pelotas, magicubos, patines,
patinetas, posters, mochilas, fotonovelas y mil cosas más. De pasada ya
invadieron el closet de los rucos. De ahí el plural en primera persona “ya no
cabemos”.
Construido el closet nuevo, robándole un pedazo al
patio, la cosa se empareja un poco distribuyendo los haberes. Pasado un tiempo
aquello está de nuevo hasta el tope.
—Julián, hay que hacer un cuarto aparte para los muchachos,
en donde pongan sus cosas. En ese lado del patio se puede.
Julián se mete en el berenjenal de conseguir albañiles,
que no es enchílame otra. Los consigue pero cobran como arquitectos y ni modo
¡a darle!
Más tarda en hacerse el inmueble que en llenarse
también de tiliches. El televisor viejo ya no funciona, pero ahí está; el
estéreo descontinuado al que sustituyó al cuadrasónic; frascos vacíos de todos
tipos, por si se ofrecen, envases de plástico, las bicicletas, llantas usadas
(ya tienen coche); ropa vieja, persianas desvencijadas, sillas rotas, cajas con
esferitas y foquitos navideños, una carrucha, la lavadora automática, el burro
de planchar y para qué seguirle.
Un sabadito lindo, cuando Julián está embebido en la
contemplación apasionada de un partido de fútbol que pasan por televisión, cosa
rara, ante el América y las Chivas rayadas, y saborea una caguama acompañada de
ricas botanas, se acerca doña Eneida (así se llama su señora. Perdón por no
haberla presentado) con cierta cautela, llevándole otra cheve y unos cacahuatillos enchilados.
—Viejo, ¿no crees que...?
A don Julián no lo han vuelto a ver. Se fue de mojado y
desde allá les manda de vez en cuando unos dolarillos. Doña Eneida dice que es
un desobligado “ya se ha de haber conseguido una gringa” Que ella y sus hijos,
bla, bla, bla...
Marzo 1982
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
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