La tromba
Por Heriberto Ramírez
Luján
Cada viernes y sábado
le ayudaba a Rodolfo a resguardar la entrada de La Balada del Gato, un bar que
él administraba en comunión con Diana Álvarez. Eran los únicos días de la
semana que tocaban y que abría el bar, ubicado en Plaza de las Cúpulas, en el
periférico Ortiz Mena, cerca de la calle Mirador. Ahí le caía la raza que
quería oír a Eskirla o a Espacios Vacíos en su primera época, o Anubis, los
representantes del mejor metal de la localidad.
Esa noche me dijo
Rodolfo que no abrirían, pues les cayó una tocada en Monterrey, así que me
quedé en la casa que alquilaba en aquel entonces, de la 12 y Jiménez. Empezó a
llover a eso de las nueve con mucha fuerza, al rato se fue la luz y la lluvia
continuaba; la casa techada con terrado empezó a gotearse, así que a poner un
bote por aquí y una olla por allá. Así estuvo lloviendo fuerte durante un rato
más, hasta que hubo que acostarse.
Al día siguiente,
domingo por la mañana, salí de casa rumbo al centro, llegué al Metal Shop de la
Doblado e Independencia y me dice Luis Carlos, el dueño “Oye, anoche estuvo
cañón, ¿ya viste el periódico?” Nunca me imaginé que tales cosas hubiesen
ocurrido, entre ellas la muerte de Remigio Córdoba, quien queriendo rescatar en
la colonia Villa a una anciana que arrastraba el arroyo, lo golpeara en la
cabeza un cilindro de gas.
Heriberto Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica
con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en
sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de
su estética. Y de su gran estilo.
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