los martes
Dirigir los
pasos hacia la sombra, con el mismo orden y pasividad de las hormigas
Por Andrés
Espinosa Becerra
Alguna vez
se pretendió decir que Juan Marcelino es un escritor muy chistoso, cómico. En
parte porque posee un gran ingenio, pero pues no, todo lo contrario, en este
caso estamos ante una novela de gran vuelo.
Juan Marcelino
Ruiz, primeramente, es un poeta, un narrador, un escritor que el lenguaje se lo
trae entre manos; también es un cantante y guitarrista, estilo Serrat y Silvio
Rodríguez, con los cuales se robaba las fiestas y las reuniones.
Pero
hablemos de El hormiguero, que en su
inicio muestra un prodigio: “La gente llega a parecerse al lugar donde vive…,
con tal de pasar inadvertidos…”. desde ese momento el autor revela una gran
visión de la conducta humana.
Muestra una
incomparable utilización del idioma español, siempre otorgándole un contenido
con objetividad: “…una infinidad de etcéteras tan estúpidas como nosotros mismos”.
Además del
correcto manejo del lenguaje, también se lee un experimentado manejo de la
descripción erótica; recordemos que Juan Marcelino Ruiz es poeta, y que el uso
de escenas eróticas no es común, menos gratuito: “en su mano la mínima redondez
de una luna adolescente desafiaba la llaneza de su busto…. donde florecía el
primer pezón que turbaría mis sueños”.
Por
supuesto menciono la construcción de un espacio que da cobijo a la narración:
Frontera, según la descripción del autor, un espacio para “una polvosa realidad”.“Frontera
es un pueblo donde no hay nada que hacer”. Les debe ser fácil recordar este
tipo de escenario dentro de la literatura mexicana, ponga usted el nombre. Frontera
es el espacio real de El hormiguero; alcanza
la novela tal nivel que no se piensa si
es ficticia o es real, más bien nos queda la sensación de que es real, lo que
nivela la narración con las descripciones de los teóricos literarios como Georg
Lukács, al respecto de la credibilidad del relato, lo cual no es menester en estos
comentarios.
De esa
manera, repentinamente se da una escena que incluso me
parece cinematográfica, en la que el personaje fuma un cigarrillo y está junto
a un hormiguero; ahí aparece el título de la novela, es una asombrosa aparición
del motivo, título de la novela, admirable también es un símil para describir actitudes y
pensamientos humanos.
Algo
destacado es que la escenas centrales no son descubiertas por el autor de
manera inmediata, sino que se deslizan sobre el lenguaje como lo hacen los grandes
narradores. Juan Marcelino Ruiz es un narrador importante.
Debo volver
a mencionar el manejo del erotismo en El
hormiguero, que aquí no se habla de atavismos, sino de literatura: hay
varias páginas en donde se dan momentos de un fino erotismo, elevado, limpio,
genuino; no es mi intento hablar de erotismo, pero si se quiere escribir de
erotismo, lo mejor es escribir poesía. Esa poesía la hay en El hormiguero.
Existen
aquí grandes párrafos que alcanzan el nivel de la filosofía: “la realidad
acostumbra distar de los supuestos”, es una pequeña muestra de esos párrafos.
A partir de
la segunda mitad de la novela, esta da un vuelco hacia un sentimiento humano
desnudo que despliega el autor. De repente uno se confunde, creo que es así con
una frase inicial: “ a resumidas cuentas esta es una cobardía, mi propia
cobardía”; una maravillosa paráfrasis.
Entonces ya
la novela es el interior mismo de la creación literaria.
Sin
pretender comentarios acomodados a fuerza, Juan Marcelino Ruiz recuerda a
grandes narradores nacionales; hay grandes ejemplos que usted puede encontrar.
Juan
Marcelino Ruiz nos deja pensando con una
frase: “dirigiendo sus pasos hacia la sombra con el mismo orden y pasividad de
las hormigas”.
Ruiz, Juan
Marcelino: El hormiguero. Doble Hélice
Ediciones, México, 2012
Andrés Espinoza
Becerra, Córdoba, Veracruz 1958, hizo estudios de literatura hispanoamericana.
Tiene tres libros de poesía publicados: Quinteto
para un pretérito (1996), en coautoría con otros autores; Los días que no duermen (2004) y Una casa con silencio y patio (2019). En
1996 gana el premio Cuauhtémoc de poesía con Domingo Siboney. Tiene algunos proyectos en espera de aparecer,
como El ramalazo de los recuerdos y El árbol de los ciruelos.
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