sábado, 29 de agosto de 2020

Agustín García. Emma y los perratones


Foto Paco de Santiago
Emma y los perratones

Por Agustín García

Salí una mañana a la ferretería. Necesitaba comprar una herramienta o necesitaba despejarme un poco, salir, divertirme, pues el confinamiento de la pandemia estaba causando estragos en mi carácter. Esto es, cada instrucción de mi esposa me fastidiaba y me provocaba una mueca de disgusto. Han de saber que las esposas dan instrucciones día y noche, así que salí con ese ánimo disparejo a buscar paz en la actividad. Apenas traspuse la puerta del barandal, los dos perros del vecino, más nerviosos que yo debido a su cruza: chihuahueño con bichoindeterminado, empezaron a ladrarme, muy cerca sus fauces de mis tobillos. Para entretenerme con su acoso tímido pero ruidoso, corrí delante de ellos como si estuviera espantado. Me siguieron, cayendo en mi trampa, hasta casi una cuadra, mucho más de lo que acostumbran alejarse estos perratones. Pronto se cansaron y me fui a buscar mi herramienta, feliz y riendo a carcajadas.
Varias veces, desde entonces, repetí la travesura para ganarme un poco de solaz, y admito que con cierta crueldad, pues aquellas criaturas agitaban sus corazones y cuerpecillos a la máxima capacidad, a la vez que desgarraban sus gaznates tanto como mis oídos. O tal vez participaban alegremente en mi juego, no lo sé. En ocasiones, era uno solo; otros días, hasta tres: era entonces más divertido. El peligro estaba en que los vecinos me descubrieran e hicieran un justo reclamo por inquietar a sus mascotas.
Esto siguió hasta que, hace poco, trajeron a Emma. Como ella y yo nos volvemos criaturas de la misma edad cada vez que nos vemos para jugar y jugar todo el tiempo, la invité a compartir mi aventura con los cachorros. Corrió conmigo varias veces y ellos tras nosotros, cosa que le provocó un regocijo tan ruidoso como los nervios de esos canes-roedores. Sí, querían roer nuestros tobillos, pero bastaba con voltear de pronto hacia ellos para que emprendieran la huida en dirección contraria: eran los nuevos perseguidos, causando exclamaciones de júbilo en la niña.
Ayer, sin embargo, no me di cuenta cuando Emma, con la inconsciencia de sus cinco años, fue por su cuenta a molestar a los chihuahuas. Imitó sus ladridos, corrió para que la persiguieran, y al fin le dieron alcance, logrando clavar sus colmillos en las calcetas y parte de la piel de mi nieta. Esta vez, cinco bestezuelas la acosaron, sitiaron, vapulearon. Cinco fauces fieras contra la inocente, una por cada año vivido. Cuando escuché el escándalo en la calle y advertí que la niña no estaba en casa, corrí a ver: la rodeaba una jauría ruidosa de pequeños monstruos envalentonados porque, al fin, triunfaban contra una criatura más débil que ellos. Perros montoneros. Parecían, en lugar de cinco, diez o más animalejos dispuestos a destrozar y hasta comerse a mi nieta. Me abrí paso entre la furia salvaje y tomé en brazos a la niña, paralizada por el espanto. Así me la llevé adentro de la casa. Llanto, gritos de la madre hasta el cielo, regaños para mí.
―Tú le enseñas cosas peligrosas, no eres buen abuelo ―dijo la madre. Con esto se refería a mi hábito de entrenarla como trepadora de árboles, en que Emma es alumna muy adelantada.
Algunos rasguños leves y las calcetas rotas, nada más, fue el saldo del ataque perruno. Más ruido que nueces, por suerte. La abuela, en castigo, me impuso la tarea de darle una galleta y ponerle unas banditas. Cuando terminé de curarla y estuvo más tranquila, la abuela y la madre salieron juntas para hacer algunas compras, así que me quedé solo con ella, y le pregunté:
―¿Qué, volvemos a buscarle ruido a los perritos?
Con rastros aún de humedad en sus mejillas, respondió:
―Sí, pero no ahorita, mejor hasta mañana.
―Mañana nos desquitamos de los perrillos, ¿de acuerdo? ―insistí.
―De acuerdo, ¡Emma y el abuelo contra los perratones! ―gritó.
Y volvió a sonar su carcajada de oro.




Agustín García, poeta, es autor de los libros Yo es solamente un hombre que se aleja,  Entrelíneas. Selección de las obras ganadoras del Concurso Binacional Fronterizo de Poesía Pellicer-Frost 1996, Breve animación, Dandismo y asesinato estético en la novela Ensayo de un crimen, de Rodolfo Usigli. Actualmente produce libros colectivos, lecturas y actividades varias relacionadas con la literatura y publica la revista blog Poesía desde Ciudad Juárez, México, Orbis Tertius.

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