Carta sin destino
Por Martha Estela Torres Torres
El viernes llegó la noche. Era simple para mí, pero me asomé a
presenciarla y se tornó distinta. Fue noche de eclipse y la luna imperó sobre
la tierra con su extraña y radiante belleza.
La noche se trasladó con precisión de un extremo a otro de mi ventana
preferida.
Esta ventana es de la recámara de mi único nieto, que ahora está
trabajando en Londres. ¡Lo extraño tanto! No he sabido de él durante semanas.
Tal vez enfermó, tal vez se quedó sin trabajo o tal vez piensa quedarse allá.
Cuando estoy triste veo cuarenta y tres veces la puesta de sol, si el
calor me agobia me refugio en su habitación, que tiene al frente varios álamos.
Todos estos árboles se secaron con el intenso verano sin lluvia y con un
sol extenuante. Solo quedan los esqueletos casi pétreos que dan una impresión
espectral, misteriosa, pero cautivante durante las noches en que la luna llena
delinea sus siluetas.
Me reconforta saber, y lo pienso continuamente, que él podrá ver mejor
la luna que yo. Es la misma que nos une desde latitudes
tan lejanas y potencializa nuestro amor.
Martha Estela Torres Torres tiene licenciatura en
letras españolas y maestría en humanidades. Entre sus libros publicados están: Hojas de magnolia, La ciudad de los siete
puentes, Arrecifes de sal, Cinco damas y un alfil, Pasión literaria y Árboles en
mi memoria, Seis lustros de letras
y La cólera del aire. Actualmente es
profesora de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras y editora en la
Universidad Autónoma de Chihuahua.
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