Cocodrilo Bit
Breve relato de mi relación con los libros
Por Benito Rosales
En mi casa, la casa de mis padres, no había libros cuando yo era niño. Las condiciones en que vivíamos eran precarias. Cuando nací, acaban de instalar la luz eléctrica de la colonia, vivíamos en un tejabán de barrotes de madera y lámina de acero, característica del norte de México. El abasto del agua era por medio de una llave comunitaria. Mi papá era chofer en un lugar donde compraban ropa de desecho para convertirla en trapo industrial, ganaba poco y lo poco que ganaba se le iba en cerveza y vino, tenía problemas serios con el alcohol. Era el único ingreso económico que tenía la familia. Con este cuadro no es difícil deducir que las necesidades eran otras, más básicas que comprar libros.
No fue así siempre: con el tiempo fueron mejorando las condiciones en que vivíamos, y si bien seguía sin haber lectura en el hogar, sí había la idea de que la educación era necesaria para “ser alguien en la vida”. Tuve la fortuna de que mi hermana Cande jugara conmigo a La escuelita y me enseñara a leer en preescolar, aunque, curiosamente, me comenta ella, yo no quería ir al Kinder, hacía rabietas cada que me llevaban a rastras. A mis 46 años tengo recuerdos vagos de ese tiempo, pero no tengo duda que así fue.
De la escuela primaria a la Facultad, mi relación con los libros está marcada exclusivamente en el ámbito escolar. No leía por placer o por gusto, o como distracción, leía porque tenía que leer para cumplir los deberes y aprobar la materia en turno, nada más. Mis pasatiempos eran otros. Siendo niño, en preescolar y primaria, tendía a jugar solo, con monos de plástico, barro, piedras, cajas de cartón, lo que fuera que estuviera a la mano. Más grande, jugaba la mayor parte del tiempo en la calle: era nuestro patio, jugaba con los vecinos a las escondidas, la cascarita, el bote volado, etcétera.
Más grande dibujar fue para mí todo, dibujaba todo el día, compraba cuadernos para rayarlos tratando de reflejar lo que había a mi alrededor. Fue la época en que cursaba la secundaria y la preparatoria. En ese momento pensaba que podía vivir del dibujo siendo rotulista, estudié en la Escuela Preparatoria e Industrial Pablo Livas técnicas de diseño y comunicación visual, aunque al final no pasó gran cosa.
Fue hasta que entré a la carrera de pedagogía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que mi relación con los libros fue más allá del ámbito escolar. Un día, después de jugar toda la tarde en mi consola Sega Master System, me di cuenta de que le estaba invirtiendo mucho tiempo en pasar los juegos. Me pregunté qué utilidad tendría en mi vida hacerlo o no, me cuestionaba para qué me serviría, y si bien es cierto que me distraía y me desconectaba del día a día, no le miraba mayor beneficio. Me di cuenta de que debía reorientar las actividades de mi tiempo libre, y llegué a la conclusión que debía de leer, lo cual al final me ayudaría a pensar y a entender mejor mi entorno, a despertar la imaginación, como cuando era niño y jugaba en solitario con mis monos de plástico. Y a partir de ese día comencé a procurar tener un libro cerca, a leer en mis ratos de ocio.
Hoy, casi treinta años después, no veo mi vida sin los libros. En el carro traigo mínimo dos en la guantera, en mi mochila del trabajo también llevo uno o dos, y en casa, en la estancia donde paso la mayor parte de mi tiempo libre, tengo cuatro libreros, en la mesita del centro siempre hay libros; al igual que en mi recamara, sobre mi escritorio. Sigo leyendo en físico, pero también en digital.
Creo que leer, tener libros, es de las mejores decisiones que he tomado. Hacer el recuento de los beneficios que ha tenido la lectura en mi persona, podría sonar repetitivo a lo que se lee en los tantos artículos que circulan, lo que yo podría resumir en dos cosas, leer me ha ayudado: uno: a ser feliz; leer ha sido un refugio, y, dos: me ha ayudado a pensar; leer me ha permitido ordenar el pensamiento, como si leer fuera, como dicen tantas personas, una especie de gimnasia.
Domingo 24 marzo 2024
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