la columna de Bety
La soledad en compañía
Por Beatriz Aldana
Muchas veces a lo largo de mi existencia me percataba del por qué aun estando rodeada de personas, o de alguna persona, me sentía como si estuviese sola. Ese sentimiento era un tanto más triste o doloroso porque estaba acompañada.
Entonces me di a la tarea de realizar una introspección, un examen de conciencia para verificar si realmente necesitaba yo la compañía de alguien o de algunos.
Afortunadamente encontré la respuesta: fue un rotundo no. No la necesito. Simplemente porque ahora me doy cuenta en toda su magnitud de que las más de las veces me siento ante una mesa donde yo considero que es casi una ceremonia degustar los alimentos que en ella se sirven, contemplar tristemente frente a mí no a una persona o a unas personas, sino a un aparato inanimado, pero que no lo es tanto porque es tan poderoso que logra quitar la atención a mi persona logrando hacerme sentir que estoy en un lejano planeta, podría decir que en Marte.
La sensación que percibo es de una soledad aterradora.
En fin, tal vez no sea yo la única que perciba esa terrible sensación de competir con un aparatejo, hecho de microchips, plástico y algunos elementos conductores que distan muchísimo de parecerse a una figura humana con ojos, oídos, boca. Y sobre todo: sentimientos.
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