Dintel de Almudena
El eco de los recuerdos, episodio 4: El eco eterno
Por Almudena Cosgaya
En la penumbra de la habitación, el doctor García despertó. A su lado, Elena, pero ahora Isabel. Los ojos brillaban con una tristeza antigua. Encendió una vela para iluminar la habitación y quizá para encontrar respuestas. La llama danzante parecía develar secretos, en las sombras, presagios.
Se volvería loco antes de lo que pudiera imaginar. Una voz detrás de él lo hizo sobresaltar. La voz, dulce y delicada, parecía surgir de las sombras.
—Bienvenido al otro lado —el sonido era un eco lejano—. Aquí, los secretos emergen de las sombras.
Recuerdos resonaba en su mente como un grito de abismo. Amor prohibido, la venganza de Damocles, espíritus en un limbo de niebla. De pronto la figura de Ramón apareció en un espejo roto.
—El umbral nos condena, doctor —dijo. La voz desesperada—. Estamos condenados a repetir nuestros. ¿Cree que pueda ayudarnos?
García dirigió su mirada hacia el libro antiguo. Las letras en sus páginas parecían moverse. El ritual debía completarse, pero ¿a qué costo?
—No tema —suplicó Isabel, su voz era otro eco—. Usted debe ayudarnos… anhelo descansar.
El eco de los recuerdos se intensificó haciendo trizas la quietud de la noche. El psiquiatra en la encrucijada.
Cuando tomó una decisión las paredes temblaron, el umbral se abrió de nuevo revelando un abismo de posibilidades. Ibrahim recitó las palabras que danzaban en las páginas de libro y la tormenta se desató.
El Sanatorio Santa Lucía permanece en pie, sus secretos atrapados entre sus viejas paredes de piedra. El eco sigue. El médico busca respuestas en un México de los 90 donde el pasado y el presente se entrelazan.
En 2024 los murmullos en el viejo sanatorio se siguen escuchando.
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