Rollos cortos
Coro de voces angelicales
Por Raúl Herrera
Aunque el canadiense François Girard ha dirigido producciones en todo el mundo, sigue siendo más conocido por sus Treinta y dos cortometrajes acerca de Glenn Gould en 1993, un estudio del excéntrico pianista clásico que se convirtió en un golpe de arte suficientemente grande como para ser parodiado en Los Simpson. Pero desde entonces se ha alejado del cine. Su anterior película, hecha hace casi una década, fue Silk, un romance de época ‒bastante malito‒ con Michael Pitt como un comerciante que despilfarra su vida en largos y tediosos viajes de Francia a Japón y viceversa.
Boychoir (El coro), de 2014, es la película más reciente de Girard, inspirada en la escuela Boychoir del mundo real; aborda el tema de niños que se convierten en hombres. Dicho tema transmite típicamente una mezcla de sentimientos: nostalgia por la inocencia, pero también entusiasmo por las posibilidades de crecer. El momento en que la voz de un niño corista se va, marca un final decisivo en lugar de un comienzo: estos son los niños que pasan por carreras enteras antes de la pubertad, niños de voces angelicales.
Es un tema, que podría ser la base para una película inusual, aunque el potencial solo se logra a medias en Boychoir, que en resumen sigue siendo una historia familiar. Stet (Garrett Wareing), abreviado de Stetson, es un pobre chico texano que sufre de episodios explosivo de rabia que probablemente se derivan de la frustración por tener una madre soltera (Erica Piccininni), la típica borracha que no atiende las necesidades afectivas de su hijo y se involucra con hombres en aventuras ocasionales.
Pero Stet tiene un don para cantar que llama la atención de una maestra interpretada por Debra Winger (una de las caras conocidas que aparecen en el filme). Después de que su madre muere en un choque de coche, tiene su oportunidad de brillar cuando la academia nacional ficticia de Boychoir lo acepta como estudiante.
Stet tiene problemas para encajar en este nuevo entorno, chocando en particular con un malvado asistente interpretado por Eddie Izzard, aunque hay que decir que su personaje es un tanto caricaturesco. Pero también encuentra amigos, entre ellos el veterano maestro de coros Carver (Dustin Hoffman), que se muestra tan bondadoso como exigente.
Boychoir no tiene tantas escenas dramáticas como podía tener. Es más fácil enumerar lo que Girard no hace con el tema que lo que hace. Él no nos dice mucho sobre la vida interior de Stet, no se molesta en combatir el prejuicio de que cantar en un coro podría ser considerado embarazoso o de gente rara, y mientras que la película se basa en el contraste entre las voces angélicas y el comportamiento malcriado de Stet, el resultado no es el esperado.
En cierta medida, el rechazo del director a hacer las elecciones obvias resulta un alivio, pero las escenas más débiles de Boychoir ‒especialmente las que involucran al padre rico y distante de Stet‒ pocas y sin sustento, nada hacen para convencernos del cambio que se opera en el padre que termina, junto con su esposa, aceptando al hijo concebido fuera del matrimonio, como si de un mero cuento de hadas se tratase.
Sin embargo, Girard y su guionista Ben Ripley ‒un periodista con pocos guiones, especialmente de ciencia ficción‒ logran plasmar en el guión lo más conmovedor de la película: que los coristas deben trabajar para perfeccionar una habilidad que pronto desaparecerá. Curiosamente esto dice menos sobre Stet que sobre los adultos que lo rodean, pues todos de alguna manera están insatisfechos, obsesionados por el momento en que el mundo entre en un orden en que todas las cosas salgan bien.
Incluso el personaje villano de Izzard muestra signos de esta melancolía. «Debe ser una forma especial de tortura, esperando que alguien se retire», le dice la directora, interpretada por Kathy Bates, y hay una pausa antes de que lo acepte solemnemente. La misma Bates tiene una mirada cansada e irritable, arrepentida de no tomar un trabajo menos estresante en una granja.
Carver ‒un muy acertado Dustin Hoffman‒ alguna vez tuvo sus propios sueños de gloria musical. Después de impresionar a Stet con su habilidad en el piano, admite que tocaba mucho mejor el mismo preludio de Rachmaninoff cuando tenía 13 años. La actuación centrada de Hoffman es el verdadero centro de Boychoir. Aunque parezca que su participación es pequeña, en realidad le da al personaje de Stet el contrapeso necesario para lucir.
En fin, que Boychoir no solamente cuenta una historia interesante, también incluye una banda sonora llena de música coral maravillosa.
Luis Raúl Herrera Piñón es el jefe de la Unidad de Cine de la Quinta Gameros desde hace 19 años, tiempo en el que ha privilegiado la difusión de la cultura, a través de cine de calidad. Durante años publicó en El Heraldo de Chihuahua su columna Rollos cortos, en donde hacía crónicas y crítica de cine.
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