Un eco en la habitación
Por Ramón Rangel
Hubo un día en que no encontré a mi padre,
no estaba en su cama, ni de pie diciendo
que todo estaba bien.
Su voz era apenas un eco en la habitación.
Detrás de una cortina sus ojos ya no eran sus ojos, eran
apenas dos canicas; su piel ya no era su piel, era
una muda que se olvida tras la partida;
mi padre dejó el cascarón.
Quiero decir que su voz ya no era su voz, pero no es así,
más que nunca sus labios estaban listos
para pronunciar todas las palabras
del mundo.
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