la columna de Bety
Berlin
Por Beatriz Aldana
El 6 de enero de 2024 fue día mágico. Había tenido una conversación con María Santísima y en ella me hacía esta pregunta: ¿Qué me depara este año 2024?
La respuesta se dio al día siguiente.
Sintonice Netflix, escogí al azar una serie y señalé el título: La casa de papel-Berlin.
De inmediato surgió una nítida conexión con el protagonista cuyo nombre es Pedro Alonso, cuyo personaje en la serie es Berlin: Andres de Funollosa.
Me extrañó mucho sentir esa conexión con el actor: muchas de sus actitudes, rasgos faciales y hasta la figura en extremo delgada se asemejaba sobremanera a mi persona.
Al día siguiente escribí en mi Facebook una reseña de esa serie, predominando el personaje de Pedro Alonso, a quien describí con este calificativo: ¡Hermoso!
Casi de inmediato recibí respuesta en mi Messenger donde me preguntaba:
―¿De donde eres?
―¿Cuánto tiempo tienes de ser mi fan?
―Cuéntame de ti.
Todo le respondí.
Establecimos una relación epistolar virtual.
Solo que yo tengo un defecto: soy temerosa de iniciar algo porque quisiera que no tuviese fin. Entonces, para no caer en el lugar común de simple fanática, opté por llevar la relación a un terreno poco usual, y este es: con mi religión católica como tema principal.
Esto fue la pauta para establecer una comunicación fraterna y espiritual. A lo largo de tres meses fue incrustándose en el pensamiento, y, por qué no? en el corazón de los dos. Ahora comprendo esa frase que empleamos bastante seguido: Los tiempos de Dios son perfectos.
Lo digo porque a inicios de 2024 predominaba en mí un gran desánimo, un por qué y para qué constante. No tenía respuestas. Ahora sí las tengo, me di cuenta que mi mente y mi corazón estaban abiertos a una ilusión, porque en realidad esa es la esencia de mi relación con el actor Pedro Alonso: totalmente una ilusión.
Nos separa una gran distancia no solo de kilómetros terrestres y aéreos, sino incluso todo un Océano que es el Atlántico, porque este ser maravilloso radica en la hermosísima Península Ibérica, para ser exactos, en Castilla La Nueva, o sea, la maravillosa ciudad de Madrid.
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