Rollos cortos
Le quedó grande la bella
Por Raúl Herrera
“Había una vez un mercader adinerado que tenía tres hijas. Las tres eran hermosas, pero lo era especialmente la más joven, a quien todos llamaban desde pequeña Bella. Además de bonita, era también bondadosa y por eso sus orgullosas hermanas la envidiaban y la consideraban estúpida por pasar el día tocando el piano y rodeada de libros.” Así empieza el cuento de hadas tradicional francés, publicado por primera vez en 1740, por lo que La bella y la bestia no es un original ni propiedad de Disney.
Lo anterior lo digo porque al parecer decir La bella y la bestia es referirse a Walt, el del ratoncito, pero resulta que cinematográficamente hablando, antes de Disney ya se habían filmado dos versiones, la fancesa, de Jean Cocteau, en 1945, y la checa, de Juraj Herz, en 1978. No fue sino hasta 1991 que Disney hizo su versión animada –muy buena, por cierto–, que se convirtió en un clásico de los dibujos animados. En el 2014 se filmó una versión francesa que resultó mediocre en su guión y en las actuaciones, aunque contaba con generosos efectos generados por computadora.
En el 2017 se estrenó La bella y la bestia de Disney, pero con actores y muchísimos más efectos digitales, con abundantes canciones y una duración exagerada para un cuento infantil –dos horas y diez minutos–.
Aunque la banda sonora es buena, la película versión “live action” de la animación de 1991 carece de la magia de la original: la historia se alarga tormentosamente, se agregan canciones muy olvidables, se desarrollan subtemas incomprensibles –como el viaje en el tiempo a París–, la historia de amor no acaba por cuajar y, por si fuera poco, la digitalización de los personajes encantados carece de chispa y es fría, muy fría. La Bestia hecha en computadora rompe con las emociones, es difícil sentir empatía con un personaje así, que al principio ha sido mostrado como lo peor de lo peor. El filme se lo lleva Gastón, por mucho el mejor personaje de la película.
El papel de la bella aquí le quedó muy grande a la Watson. Emma Watson carece de carisma y le falta la humildad y sencillez de la bella original de Disney. Bella, quien debería mostrar sus emociones durante toda la película, no lo hizo. El rostro de la Watson durante todo el filme está distante, como si en lugar de actuar hubiera puesto el automático. Queda la sensación de que otras actrices pudieron hacer mejor ese papel. Afortunadamente no estaba sola, Emma Thompson y Ewan Mcgregor estuvieron bien.
Sin embargo, es de admirar la buena fotografía de Tobias A. Schliessler. Muy buena. Visualmente, la película sobresale por su magnífico diseño de producción –todos los sets, desde el castillo de la Bestia, hasta el salón de baile, el cuarto de Belle, y la taberna donde Gastón y LeFou tienen su número musical, lucen realmente increíbles–.
En fin, una película para ver si se es fan de La bella y la bestia o simplemente para comprobar si ha de creérseme o no, o nada más para perder el tiempo, mientras se comen palomitas de maíz.
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