los martes
Guanajuato
Por Arturo Aldama
López
Las campanas repicaban delirantes, el
monaguillo encargado de tan privilegiada labor jalaba y jalaba la cuerda,
saltando y utilizando manos, brazos, y piernas, ‒todo es cuestión de jalar primero la
cuerda con todas tus fuerzas, después las campanas seguirán su propia inercia y
tu solo tendrás que mantener el ritmo, jalar y trepar la cuerda una y otra vez,
aferrándote a ella‒
le habría dicho el viejo cura de la parroquia,
quien además pareciera ser el mismo eterno cura de cualquier iglesia de pueblo
que desde la época de la Colonia, la guerra de la Independencia, la de Reforma,
la guerra de los cristeros sigue oficiando.
En Guanajuato las torres de las iglesias
apuntan hacia el cielo y los campanarios hacen tanto ruido que despiertan al
viejo Dios de barba larga y triangulito dorado sobre su cabeza, quien vive
perpetuamente no solo allá en el cielo, entre cumulus nimbus y resolanas, sino
también en los retablos colgados en las paredes de todas las iglesias del
Bajío. Y mientras tanto, dentro del templo, un coro de beatas entonaba un canto
litúrgico que embriagaba de divinidad hasta al mismo demonio, quien en algún
lugar oscuro y frío del templo deambulaba buscando la más leve debilidad de los
feligreses para tentarlos, susurrándoles al oído acerca de los placeres
terrenales que, saliendo de la parroquia, estarían a su alcance. Todo pueblo,
por muy beato que sea, cuenta con un putero, eso lo sabía muy bien el diablo. ‒Déjame
llevarte ahí, donde serás tentado por el deseo carnal, recuerda que una vez
confesado y comulgado podrás pecar de nuevo, solo bastará que te arrepientas
mañana y que además dejes una buena limosna para que el viejo cura absuelva tus
culpas‒
susurraba al oído de los feligreses el viejo y sabio demonio.
Ah, esto solo podría suceder en
Guanajuato, tierra de Dios y de José Alfredo Jiménez, donde la vida no vale
nada porque vale mucho, y si no, todavía hay otra vida, la celestial, allá más
arriba de la Alhóndiga de Granaditas, de las minas de oro y plata, del Teatro
Degollado, del Cerro del Cubilete y su Cristo Rey.
El monaguillo frotó tanto las cuerdas
entre sus piernas que alcanzó un orgasmo a gritos, los cuales fueron callados
por los delirantes repiques de las campanas.
Gastón Arturo Aldama López cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es egresado de una infinidad de conciertos de las salas del Palacio de Bellas, la sala Netzahualcoyotl, y gran amigo de notables compositores y melómanos. Actualmente vive con Mariane y sus dos hijos, surca los aires con orgullo y gusto como sobrecargo en American Airlines.
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