miércoles, 6 de abril de 2022

Guanajuato. Arturo Aldama López

 

los martes

Guanajuato

 

 

Por Arturo Aldama López

 

 

Las campanas repicaban delirantes, el monaguillo encargado de tan privilegiada labor jalaba y jalaba la cuerda, saltando y utilizando manos, brazos, y piernas, todo es cuestión de jalar primero la cuerda con todas tus fuerzas, después las campanas seguirán su propia inercia y tu solo tendrás que mantener el ritmo, jalar y trepar la cuerda una y otra vez, aferrándote  a ellale habría dicho el viejo cura de la parroquia, quien además pareciera ser el mismo eterno cura de cualquier iglesia de pueblo que desde la época de la Colonia, la guerra de la Independencia, la de Reforma, la guerra de los cristeros sigue oficiando. 

En Guanajuato las torres de las iglesias apuntan hacia el cielo y los campanarios hacen tanto ruido que despiertan al viejo Dios de barba larga y triangulito dorado sobre su cabeza, quien vive perpetuamente no solo allá en el cielo, entre cumulus nimbus y resolanas, sino también en los retablos colgados en las paredes de todas las iglesias del Bajío. Y mientras tanto, dentro del templo, un coro de beatas entonaba un canto litúrgico que embriagaba de divinidad hasta al mismo demonio, quien en algún lugar oscuro y frío del templo deambulaba buscando la más leve debilidad de los feligreses para tentarlos, susurrándoles al oído acerca de los placeres terrenales que, saliendo de la parroquia, estarían a su alcance. Todo pueblo, por muy beato que sea, cuenta con un putero, eso lo sabía muy bien el diablo. Déjame llevarte ahí, donde serás tentado por el deseo carnal, recuerda que una vez confesado y comulgado podrás pecar de nuevo, solo bastará que te arrepientas mañana y que además dejes una buena limosna para que el viejo cura absuelva tus culpas susurraba al oído de los feligreses el viejo y sabio demonio. 

Ah, esto solo podría suceder en Guanajuato, tierra de Dios y de José Alfredo Jiménez, donde la vida no vale nada porque vale mucho, y si no, todavía hay otra vida, la celestial, allá más arriba de la Alhóndiga de Granaditas, de las minas de oro y plata, del Teatro Degollado, del Cerro del Cubilete y su Cristo Rey. 

El monaguillo frotó tanto las cuerdas entre sus piernas que alcanzó un orgasmo a gritos, los cuales fueron callados por los delirantes repiques de las campanas.

 






Gastón Arturo Aldama López cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es egresado de una infinidad de conciertos de las salas del Palacio de Bellas, la sala Netzahualcoyotl, y gran amigo de notables compositores y melómanos. Actualmente vive con Mariane y sus dos hijos, surca los aires con orgullo y gusto como sobrecargo en American Airlines.

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