Foto de Jesselle Flores Chávez
Las brujas
que no existen
Por Reyna
Armendáriz González
Nadie les ha
dicho que ese espejo dulce y obediente es solo una antigua forma de
emparedarse. Una cueva de Sablinski para un cuerpo escurridizo que intenta
refugiarse de los propios ojos, de las medias elásticas.
Cada espejo
más espejo. Más vorágine de lo lejos hacia adentro. Más espada que corta el
oxígeno hacia adentro. Vidrio que se lleva al ser como un río de piel inútil y
desaparece en la hondonada más interna del entresijo.
Desde allá solo
regresa la invocación sustituta.
“Espejito, espejito,
accidente de vacío en las paredes, que nos devuelves la mirada desde el fondo
del frío, la carne y el secreto: ¿quién está en ese ataúd de hielo? ¿quién en
ese féretro de plata?”
La respuesta
del espejo siempre se refiere a otra, a otro, al que perseguimos empecinadamente
hasta la muerte.
Los espejos no son tan amigos de las mujeres como podría pensarse, a veces parecieran hielo incrustado en medio de la habitación angustiosa.
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ResponderEliminar¿mujeres? a mi se me hace que esa historia se la contó tu espejo XD XD XD XD
ResponderEliminar...pero quien sabe, ya ven que como dice el dicho "frenopáticos vemos, escritores ya sabemos" y ahí nomás hay colchones angustiantes, los espejos los esconden por seguridad.
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