Fuiste mi sueño eres: La memoria
Por Víctor Córdova
I
En un rincón de la tarde
se desliza el fantasma de las horas.
Un recuerdo serpentea entre las ruinas del invierno,
imagen que se aferra a mi memoria.
Mis ojos te nombran en silencio,
mis labios te invocan sin nombrarte.
Un nuevo lenguaje he creado para tenerte
en esta ubicación sin latitudes.
Como un demiurgo de la soledad estoy creando el universo,
gravitan mundos en torno de tu ausencia.
He de aferrarme al flujo
de la vida que es pensarte.
II
Al
margen de los sueños
tu
recuerdo convive con mi fantasma.
Soy
vestigio de ayer.
Cada
instante me acojo a la sombra de tu ausencia,
anochece
en el umbral donde el olvido se alza,
germina
y florece.
Yo
aferrado al mástil que se erige en el vacío
–vacío
de ti, de la oquedad, de tu ausencia–,
persisto
en la memoria
catedral
de lo imposible, donde rindo pleitesía
a
tu imagen del presente, inasible presente
que
es tu rostro.
Persisto
en ti, evocación silenciosa
de mis ansias.
III
En el resquicio del recuerdo
se evapora el instante.
La humedad del tiempo favorece,
abandono toda lógica.
Allí entre voces extraviada
–ráfagas de la memoria–
florecen la nostalgia y los fantasmas
de arena. Sueños de luz.
Luciérnagas.
Inicio un recorrido,
campo sembrado de palabras y silencios,
de ausencias y presencias. De distancias.
La evocación de tu nombre
te trae de vuelta.
Existes más allá de tu existencia
Advocación de cuerpo en aire y polvo.
Repaso el devenir de nuestros pasos juntos.
Esfumo la distancia,
lleno la oquedad que aquí dejaste.
Invoco la lluvia de los tiempos.
espejo de sonidos. Eco de imágenes.
Torrente de reminiscencias.
Nombrarte es germinarte en mis sentidos.
IV
En el regazo de los días reposo entre
tu sombra,
en la lenta ubicación de los cuerpos
en perspectiva, la imaginación es una
trampa
donde suelo arrinconarme en tu silueta.
La oquedad nocturna en que te pienso
no es el sueño, no es tampoco
la insomne recurrencia de tu nombre en
mis labios.
Es laberinto onírico –sin
sueño–.
Mar de ecos que te invocan
en el hastío de la espera.
Hoy me acojo a la distancia
que te inventa en posibles realidades
compartidas.
Como quien vive la añoranza permanente
de un paraíso perdido.
Origen incierto, sugerido,
germinando entre la fe de antiguos
testamentos.
Le dejo a la ficción la tarea
de arroparme con tus brazos.
La piel de la noche se convierte en
la entrada
al inframundo de esperarte.
Refranes dicen que recordar es vivir, y los poemas le dan cuerpo y realidad concreta de palabras a las que se fueron y que ahora viven el homenaje de su evocación.
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ResponderEliminarSaludos
EliminarExcelente Víctor, un deleite leerte.
ResponderEliminarGracias, Palomilla
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