Diseño Javier, sobre la portada de Los días que no duermen
los martes
La vida
descabalada
Días de septiembre de Raúl Manríquez Moreno
Por Andrés Espinosa Becerra
Se lee en
el norte del país y cada vez aparecen más novelas. Aquí en el noroeste ya son
dos las que existen para dejar constancia histórica de lugares, pensamientos y
vida acerca de este entorno. Días de
septiembre es uno de los mejores testimonios del noroeste de Chihuahua,
lejano a la vida que propicia el sistema político del país; otro testimonio es La vida a tientas, del mismo autor.
Hablo en este caso de publicaciones literarias con el propósito de dejar
mención objetiva y con sentido artístico del desarrollo de la vida humana.
La primera
vez que me topo con los Días de
septiembre es una noche de amigos, reunidos para conocer su aparición; a la
mañana siguiente, la lectura se topa con la mención de un suceso que pertenece
a la vida diaria del entorno de la región que va a permitir ver el ideario, los
sentimientos, las pasiones de personas comunes a nosotros, rodeados por el
vetusto espectro del magisterio nacional.
Entonces me
doy cuenta de que el testimonio que tengo en mis manos es también acerca de la
desventura, la fatalidad y el desarraigo: el oscuro escenario de la pérdida.
No requiere
mucho reflector la realidad magisterial y su corrupción sindical, porque
recibimos diariamente testimonio de ello en la calle, en las noticias
periodísticas y en la televisión. ¿Por qué escribir una novela con un tema de
fondo como tal? La realidad de la noticia de plana roja es muy deprimente; un
suceso como el narrado en manos de la prensa local y de los noticieros
radiofónicos se viste del más corriente sensacionalismo: las noticias impresas
se elaboran con un estilo rudimentario, las radiofónicas se emiten en el peor
formato del locutor, inculto y desinformado; trasciende el suceso pues, como un
hecho meramente de escándalo.
Por ello Días de septiembre trae a la luz de
manera seria e inteligente un acontecimiento de importancia relevante para que
no se pierda en la oscuridad de la memoria social. Esta novela tiene
acercamiento a un hecho de especial magnitud, de manera tal que conjuga el
interés histórico con el ejercicio de la buena literatura, perteneciendo ambas
materias al acervo del autor, mismas que lo llevarán a implicarse en la novela,
desapareciendo en varias ocasiones el delicado espacio que divide al narrador
del autor.
En una
entrevista periodística, el decano Kapuscinski le dijo al periodista Pablo
Espinosa que “…una mala persona nunca puede ser un buen periodista”, y si bien Días de septiembre no se apega al
formato periodístico, sino que es una novela que se nutre de una situación real
conocida a través de la prensa escrita y hablada, Manríquez participa con esa
cualidad de buena persona, en los sentidos moral y artístico, para contar un
hecho de la manera más apropiada, dada la importancia de lo ocurrido,
cumpliendo así con la historia, con una postura ideológica congruente, con la
primordial función de rescatar un hecho y relatarlo de una manera que unifica
estilo y pensamiento: estar, ver oír, compartir, pensar; son las máximas
retóricas del señor Kapuscinski para contar el acto histórico.
Al margen
de lo anterior está el escenario más representativo de la novela; podemos ver
los colores que desprende septiembre y su luz crepuscular, con días lluviosos y
fríos; esta será la ambientación de los escenarios exteriores, similar a los
espacios interiores de los personajes; el leit
motive de Días de septiembre son los tonos del otoño, el invierno y la
oscuridad interior de los personajes, ambiente desde el que se desarrolla la
narración de manera ingeniosa a través de un movimiento diestro de capítulos
breves –casi todos, uno de ellos de solo cuatro párrafos–, dejando claro que
los Días de septiembre están marcados
por la fatalidad, la vida descabalada, el amor erótico, el sentimiento al borde
de los años, la violencia, la poesía, pero, por encima de todo, la pérdida.
El testigo
El autor
crea sus personajes con el mismo molde para destacar su carácter interior, características
de personalidad y la situación de vida que los envuelve. El personaje narrador,
cuyo nombre no se da a conocer a lo largo de la novela, se yergue como testigo
y es un primer ejemplo, cargado de gran simbolismo. Sabemos que tiene la capacidad
de decidir; es profesor de historia, ateo, falto de carácter, capaz de definir
posturas ideológicas y de personalidad.
Santiago,
acaso el personaje principal, se apoya firmemente en los sueños, es visto como
débil y vulnerable por los otros personajes, no tiene descendencia y desearía
haber tenido la posibilidad de ramificar su vida en otras existencias, su lucha
es por perdurar como héroe resignado al sacrificio. Pertenece al mundo del tal vez, comparte con los demás
personajes el mundo de la pérdida, ellos no son nadie y terminarán en la
muerte, en la nada.
La poesía
La ficción
de Días de septiembre alcanza, en
algunos capítulos, lo cinematográfico, lo escénico se ornamenta con la poesía.
En el
primer poema que nos entrega la dupla autor/narrador, las voces nos hablan del
dolor, de ambiente enrarecido por el paso del tiempo, la existencia de hombres
en el final, indiferentes al golpe del destino inacabado. El narrador dice al
inicio del capítulo doce: alguien para quien las voces interiores signifiquen
algo, interpretado de esta manera porque textualmente el renglón dice: “alguien
para quien las voces interiores nada signifiquen”.
En el
segundo poema ahora se escuchan las voces hablar de la rareza y lo incierto que
envuelven el “acaso”; el dolor de la sangre, desamparo y silencio.
Estos
poemas aparecen en momentos distintos al iniciar el capítulo para recordar en
qué espacio se está y de qué manera se va a regular el tiempo y el tono del
canto para las reacciones, pensamientos y actitudes de vida de los
protagonistas; no me importa tanto la explicación teórica de la relación entre
autor y narrador, para mí ambos se implican en el momento de ambientar la
narración con esos poemas. Porque fuera de la ficción, los poemas en verdad
existen y es una manera de reafirmar la validez y veracidad del origen
histórico de lo contado.
Es también
dar constancia del desempeño de la poesía para explicar destinos que con el
estilo narrativo convencional es difícil de conseguir; la visionaría
posibilidad de expresión de la palabra en la poesía es la luz que nos guía en
la novela.
Los
capítulos
Días de septiembre tiene logros definitivos y me parece que
tienen que ver con su poesía, con su música –saudade es lo más cercano–, con su
caminar en el alma del hombre.
Uno de esos
logros es la realización y manejo de los
capítulos: la manera de contar de Raúl Manríquez Moreno en su vida diaria es
notoriamente cadenciosa y cabal con la veracidad de lo que se está contando. En
Días de septiembre se ha encargado de
construir una cadena con papel de china, de las que ornamentan los altares de
muertos, y cada eslabón son breves capítulos, fruto de lecturas y de noches
laboriosas para mostrar, no ese arduo trabajo sino la frescura necesaria para
hechos narrados, personajes y desenlaces.
Así, hay
capítulos un tanto más largos ma non
troppo, donde se definen participaciones de personajes secundarios o
circunstancias accesorias incrementando el suspense;
capítulos que sirven de sustento a otro venidero, o sencillamente para no deja
nada pendiente; y un capítulo, a mi parecer el más completo, más limpio, más
acabado con movimiento natural, en el que se muestra la inclusión de otro hecho
vital dentro de lo que se narra, y se incluye la descripción del deseo dentro
de lo prohibido –Susana, gran personaje rulfiano– y el conocimiento de las
pasiones humanas.
Los
capítulos de Días de septiembre son
la muestra del autor en el dominio de la estructura, personajes y tiempo de la
narración.
El interior
Fuente
vital de los Días de septiembre es
ese “algo en su interior”, que la narración deja, como piedras en el camino,
entre los inicios de septiembre y su final en el invierno; en el interior de
los personajes de los días se encuentra una insatisfacción recóndita y
permanente, una malograda aspiración a la felicidad, un lado irresuelto y
doloroso, todo esto mencionado en una misma página de un de los capítulos.
El
personaje de los Días de septiembre
cierra los ojos y reiteradamente ve, como el Reno, algo mal acomodado en su
interior, semejante al la vulnerabilidad.
La pérdida
Expresa el
narrador el significado en el diccionario de la palabra melancolía: “Una
tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente”. La nostalgia caracteriza a los
personajes centrales de los Días de
septiembre, los tres personajes principales: Israel, Santiago y el narrador
testigo, los mocetones, Susana, Sofía, Sirenia.
Busca este
servidor la palabra añoranza, un link
con la nostalgia.
Conclusiones
Días de septiembre es una novela con el valor notable de
ser extraída del espacio natal del autor, al igual que su demás producción,
incluyendo su poesía: es la muestra de su capacidad en el oficio de ver la vida
y contarla; contar, imprimir su particular punto de vista.
Es el oficio
de Raúl Manríquez Moreno.
Otro de los
logros es tener presente a la historia, con lo que mantiene su compromiso
social como persona y como escritor, exhibe sucesos, personas e instituciones
que son contrarias al bienestar de la sociedad; cumple en dar constancia de su
herencia literaria latinoamericana al seguir el camino de esa veta, sobre todo
de Rulfo y de García Márquez, sin ánimo de acomodar las cosas a empujones.
Queda claro
el manejo de un estilo con experiencia en la utilización del lenguaje, en el
manejo de tiempos y espacios, en la sagacidad para estructurar una novela.
Es notable
su sabiduría para expresar puntos de vista acerca de la vida y del sentimiento
humano; desarrollada de la misma manera en que describe la procacidad de su
fiel personaje Camúñez, las situaciones y detalles de las muertes violentas y
extremadamente grotescas de los personajes de distinta talla que han de morir
para consolidar la narración.
No requiere
implicarse porque no le resulta necesario, en el señalamiento político. La
novela se convertirá en una referencia histórica recurrente.
Entonces,
cuando menciona al partido oficial, así nada más, a secas, y se entiende cuál
es, me parece que hay que completar la frase en el texto con el nombre de ese
partido oficial, el PRI, para sellar formalmente el documento
literario-histórico.
Aquí no se
trata de señalar un descalabro, sino dar testimonio de mi disfrute por del
estilo de la narración.
Cuando
estamos en un capítulo que tiene la función de ofrecer datos informativos,
entonces la ficción baja el nivel de su ángel y pide por nosotros el regreso al
color, al aire y a la agitación que se está disfrutando.
Espléndido
final
Al inicio
de la novela, un pájaro chuin se cruza en el camino. Casi al final, el chuin se
cruza de nuevo; no sabemos si va de regreso o si nos está poniendo en alerta
ante los riesgos de la desventura; o quizá, nos avisa del final de Santiago,
que le parece ver en el ocaso de su invierno las monedas de oro de los sueños
que nunca encontró en la vida.
Santiago,
el Pedro Páramo que se diluye en el tal
vez; el coronel que penosamente busca quién le escriba, mientras los Días de septiembre llegan al final, al
borde los días.
Manríquez
Moreno, Raúl: Días de septiembre. Ficticia
editorial, México, 2009.
Andrés
Espinosa Becerra
2009.
Andrés Espinoza
Becerra, Córdoba, Veracruz 1958, hizo estudios de literatura hispanoamericana.
Tiene tres libros de poesía publicados: Quinteto
para un pretérito (1996), en coautoría con otros autores; Los días que no duermen (2004) y Una casa con silencio y patio (2019). En
1996 gana el premio Cuauhtémoc de poesía con Domingo Siboney. Tiene algunos proyectos en espera de aparecer,
como El ramalazo de los recuerdos y El árbol de los ciruelos.