lunes, 22 de febrero de 2021

Luis Kimball. Un libro o compendio de libros reunidos en el tomo

 

Un libro o compendio de libros reunidos en el tomo

El árbol de la aurora, de Héctor Contreras López

 

 

Por Luis Kimball

 

 

Héctor Contreras López reunió en El árbol de la aurora (esa diosa guerrera) una serie de poemas de alta concentración, pues aquella educación que dará pie a las ciencias y a la libertad en las artes nos permite mirar al horizonte, privilegio antiguamente concedido solo a los dioses; se atreve a buscar por sí misma las respuestas al cosmos, a los secretos de la vida, como si nos pudiesen pertenecer. El numen de cada poema está ahí desde el principio, pero no todos sus elementos, sino que van apareciendo y cobrando relevancia en nodos nuevos y subsecuentes, desarrollando en cada estrofa una evolución del concepto:

 

Enséñame/ a despertar/ como tú,/ bajo el rocío/ de todas las madrugadas.

 

Dime cómo/ andar/ lentamente/ a su tiempo,/ bañado de colores/ de la primavera.

 

Dame/ la clave/ de tu reposo, de tu ancla,/ de tu mirar/ al cielo/ sin descanso (p. 11; Árbol de la vida).

 

De inicio, usará la formula renacentista, haciendo cada vez el verso más largo, un poco salmódico, y reconfigurando las genealogías deicas para nombrar lo humano, por donde correrá la actualidad del resto de libro o compendio de libros reunidos en el tomo, acrisolando en los versos, cada vez más narrativos, la estética de cada poema, ese par de versos que dan un silogismo en la cadencia de su imagen, como hallazgo de la filosofía: noticias: las nuevas antiguas verdades:

 

Today I have a family. / Tomorrow I don´t know.

 

Today I have a job. /Tomorrow I don´t know”

 

Today I have a room. / Tomorrow I don´t know

 

Today somebody is knocking/ They already know ( p. 23; Inmigrant’s Prayer).

 

Imaginarán las ganas que llevo de transcribirles medio libro: su mirada sobre las dunas de Samalayuca, su lectura de la masacre y humillación de los Victorios en Tres Castillos; la historia de ciertos pueblos Deni (o Dene); una buena cantidad de cosas escritas de esa manera que nos sumerge en el libro; pero eso acabará siendo no hacer la tarea...

 El árbol de la aurora resulta siempre haber estado ahí, como un retoño del mundo, esperando la caricia que dan los reflejos del primer rayo de sol a su fronda, la violencia de la batalla que nos espera cada día:

 

“I was a rock, facing the ice foam, / I was the little branch/ of a dead tree, drinking images/ and then, abandoning itself/ to the current” (p. 34).

 

Esta lectura deja en manos reliquias de lo sagrado, elementos de naturaleza, aquellos primeros poemas de versos cortos acrisolaron verdades que pone al cuidado del lector, no a su consideración, para el acto reflexivo que hace bajar la cabeza y guardar. Pero el verso se alarga y desacraliza mostrándonos una increíble capacidad del manejo verbal, en cadencia, imagen y concepto, mientras va consignando devenires:

 

Hincados están los moros/ y sentada está la novia/ tocando una maraca de notas de oro (p. 59; Matachines del pueblo de Jiménez).

 

Casi da pena leer la ternura que consigna a momentos, como está descripción del herrero:

 

En casa del herrero/ sonrisa de niño y/ mirada de cielo (p. 67).

 

El poema al estilo de la ronda infantil da mucho más, balanceándose con sorpresa reveladora al lector, y al igual que estas cancioncillas, abunda en tercetos, que ya podrían ir decantándose a lo largo del uso popular que los estribillos dan a la memoria.

 Héctor Contreras concentra aquí fragmentos de la sencilla escritura contemporánea, haciendo uso de la energía e inteligencia del escritor modernista (pulcro) y la capacidad formacional de un clásico.

 El libro entrega fragmentos de rescate histórico, postales europeas, argelinas, estadounidenses y sudamericanas (lamento llamarlas así, pues sus contenidos deslindan lo decorativo, alcanzando esa otra emoción que solo da una estética propia; pero ilustra para el comentario); Manets al natural captados a orillas del Sena, aparece Barcelona o desaparece, ya que solo muestra el autobús; luego menos, el gesto de los niños y con ello una imagen del entorno a la que puede sobrarle realidad, como a la fotografía, que siempre supera a la memoria.

 

¿Sabías que Montevideo/ es una colección/ de banquetas, de parques/ y cementerios que un niño/ imagina desde la ventana? (p. 99; Montevideo).

 

En el apartado llamado Gramática de la respiración, da versiones libres de cantos esquimales, traducciones de poetas sudafricanos que no tendríamos de otra manera.

 Y luego, sí, postales (nombradas así por él mismo), del Parque Lerdo en el centro de la ciudad de Chihuahua.

 Los casos poéticos que implican historia van muy bien referidos y aún le da tiempo de no callarse, describiendo la costumbre canalla de aderezar nuestra vida folclorizando, queriendo apropiar el ser de pueblos originarios, esos los vergonzosos orgullos sobrepuestos y desplazantes:

Las 180 páginas deben leerse y resulta en mucho inútil tratar de describir más.

El libro compendia las posibilidades del autor en español y en el inglés que le es natural, un autor profesional, con lo que tiene de agravio llamarle así a quien escribe con arte.

Queda comentar que en el trasfondo de las letras se reconoce, tras la mesura, al hombre de cultura muy amplia y bien reflexionada. Se traslucen influencias, como en cualquiera; pero la voz, el pensamiento, es claramente propio y solo parece homenajear la naturaleza, la niñez y los lugares en su tránsito o habitabilidad. La cultura en los poemas no se rebasa a sí misma, sino que vuelve a nombrarnos y les concede el ser.  

Lo sabrán algunos; pero, para los que no: aquí hay un escritor muy completo, revelador, pausado, disfrutable, al que hay que pedirle más libros.

 

Contreras López, Héctor: El árbol de la aurora. Editorial Instituto Chihuahuense de la Cultura, México, 2011.

 




Luis Kimball nació en Chihuahua en 1974. Vivió en Chihuahua, en Veracruz, en la ciudad de México, y ahora reside en Querétaro. Hizo estudios universitarios que no le satisficieron. Se interesa en el conocimiento y escribe desde joven, ha publicado en la revista Solar y en Manual del desierto. Es coautor del poemario Luna de hiel para tres, y autor de Puros de amor. Ha participado en la coordinación de espacios culturales y actualmente coordina el taller literario Escritura al día.

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