v/ lfr
La muerte del Chato Nevárez
Por Luis Fernando Rangel
a Manuel Flores Nevárez
Refunfuñó apenas le pusieron las manos encima. Lo
apresaron unas horas antes del anochecer. Lo agarraron descuidado. Le dijeron: Chato, ya te cargó la chingada. Y él
asintió sonriendo. Ni siquiera se inmutó. Tiró las armas al suelo y se acercó
al Capitán para entregarse. Nomás le pidió dos cosas: que le dieran un trago de
aguardiente y que lo dejaran torear antes de fusilarlo. Y el Capitán no tuvo de
otra. Se lo cumplió. Le dio un trago de aguardiente y le consiguió al toro y
una plaza improvisada en medio del pueblo.
—Ándale, cabrón —gritaba
el Capitán, ansioso porque la corrida llegara al final. Entonces Nevárez se
preparó para finalizar.
Se aproximaba la última estocada. El toro ya estaba
cansado y la cosa era fácil. Pero el Chato se abrió la camisa y se hincó en la
arena. Apretó los ojos lo más que pudo e infló el pecho. El toro se aproximaba
veloz y él solo escuchaba los gritos del Capitán.
—Pinche cabrón, levántate, levántate, rápido.
Ese mismo día, bajo la noche clara, el Capitán mandó
fusilar el cadáver del famoso Chato Nevárez.
Luis Fernando Rangel es licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Actualmente es Jefe de Unidad Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, donde es editor responsable de la revista Metamorfosis y conductor del programa radiofónico El Pensador en Radio Universidad. Es autor de los libros Hotel Sputnik, Conversación de dos gatos, Poemas para un Lugar Común, Dibujar el fin del mundo y Los líricamente desmadrados. En 2019 coordinó el taller de poesía y la antología No haremos obra perdurable. Recientemente obtuvo el IV Premio Nacional de Poesía Germán List Arzubide con la obra Corridos de caballos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario