lunes, 1 de febrero de 2021

Jaime Chavira Ornelas. Fuka y el amor


 

Fuka y el amor

 

 

Por Jaime Chavira Ornelas

 

 

Había una vez una corpulenta mujer llamada Fuka. Vivió en una zona de América Central hace muchos, muchos años; era jefa de su tribu, que contaba con ochenta y cinco miembros entre hombres, mujeres y niños.

Fuka era muy estricta con su grupo, cada quien tenía designadas tareas diarias y si alguien no las cumplía era castigado severamente. Traía cuatro machos a sus órdenes, listos para cumplir cualquier tarea extra que se presentara. El predilecto de Fuka era Ukle; con él copulaba a diario. Le gustaba jugar a las cosquillas hasta que se orinaba abundantemente y Ukle era muy complaciente con ella, inclusive le cocinaba la costilla de mamut que tanto le gustaba a Fuka. Lo único malo era que cuando comían la costilla sus heces eran de gran tamaño y de un olor tan fétido que duraba en el ambiente varios días, llegaban moscas y mosquitos para darse el gran festín; los gases que Fuka emanaba producían contaminaban el aire a tal grado que los niños sufrían desmayos por el olor y el tremendo sonido. Pero a ella no le importaba, pues el sabor del asado era sumamente placentero y le duraba en su grande boca por horas.

La tribu en su peregrinar recolectaba todo tipo de plantas y semillas, había catadores para conocer su sabor y sus efectos. Cierto día, uno de los catadores, llamado Moro, probó una de las plantas que habían recolectado y de repente empezó a balbucear sonidos desconocidas, todos se quedaron asombrados. Moro movía los brazos y piernas de una manera estrambótica, luego emitió sendas carcajadas que los ensordecía, se tiro al suelo, se revolcaba, para después pararse y reírse de todos y de todo, así duró por un largo rato. Fuka le propinó varias cachetadas, las cuales lo calmaron, pero siguió riendo y balbuceando.

Fuka lo agarró por la espalda y lo abrazo tan fuerte que Moro cayo desmayado echando espuma por la boca; ella se quedó encima de él hasta que ya no se movió. Inspecciono las semillas y plantas para ver cual fue la que causo tan extraño efecto en Moro: una planta de color rojizo. La guardó y procedió a despertar a Moro bañándolo con agua fría, necesitó varios cubos, pues estaba noqueado por el fuerte abrazo, aún estaba con la mirada desorbitada y leves convulsiones; Fuka lo amarró a un árbol y lo dejaran allí hasta el siguiente día.

Fuka despertó temprano y fue a checar a Moro. Estaba despierto y ya completamente consciente, mas había algo raro en él, su rostro parecía mas recto y sus facciones menos marcadas, Fuka lo soltó del árbol y Moro le dio las gracias con una reverencia, lo cual era muy extraño, pues nadie antes había hecho eso. Fuka notó que Moro la miraba como tratando de saber sus pensamientos y la incomodo tanto que soltó un gran gemido, combinado con grito, el cual despertó a toda la tribu.

Moro no se asusto ni corrió como antes lo hacía, solo permaneció parado frente a Fuka retadoramente. Esto confundió a Fuka, que trató de golpearlo, pero Moro, muy ágil, evitó el golpe.Esto molestó más a Fuka, que trato de agarrar Moro, pero este se movió a un lado y así siguieron por un rato; Fuka no logro ni siquiera tocarlo.}

Moro le hizo varias señas, como tratando decirle que se calmara y su boca emito un nuevo sonido: Amor. Fuka se quedó asombrada, pero de inmediato le propino tremendo garrotazo que lo dejó desmayado, sangrando por la cabeza. Los demás estaban gritando y brincando alrededor de Moro, Fuka les grito y cesaron los gritos y brincos y se fueron retirando poco a poco.

Fuka se notaba confundida y molesta, llamo a Ukle y este llego rápidamente. Le ordenó que se llevara a Moro a la cueva de castigo. Lo cargó y lo tiró en un rincón de la cueva, tapó la entrada y fue a consolar a Fuka, que no disimulaba su molestia. Copularon varias veces, pero no se calmó; le hizo cosquillas hasta que se orinó abundantemente, pero tampoco se calmó, seguía golpeando todo lo que se interponía en su paso repitiendo la palabra esbozada por Moro… amor, amor.

Pasaron varias lunas y Fuka seguía de mal humor, hasta que un día se quedó rezagada y se dio cuenta que estaba sola, lo cual nunca le había sucedido. Todo estaba en silencio y tuvo un sentimiento desconocido de miedo y vulnerabilidad. Siguió las huellas de la tribu y llego la noche, emperezo a gritar, pero solo podía oír el eco de su grito.

Mientras tanto, la tribu se dio cuenta de la falta de Fuka y no le dieron importancia, buscaron la mejor cueva y allí pasaron la noche. Al día siguiente Ukle regreso por la vereda para buscar a Fuka. Después de un largo rato la encontró entre unos arbustos muy rígida y con cara de susto, le dio algunos golpes con su mazo pero no reacciono, la olio, la estrujo, pero Fuka ya no daba signos de vida, Ukle empezó a gritar tan fuerte que la tribu lo pudo oír, pero no le dieron importancia, siguieron su camino y solo gritaron al unísono: Chin gón.

 




Jaime Chavira Ornelas tiene licenciatura en manejo de negocios, varios cursos de manejo de almacenes, control de inventario, ventas, negociación y motivación, lingüística, control de emociones e inteligencia emocional, manejo de personal. Desde hace 30 años escribe poemas y relatos. Actualmente se dedica a la venta de automóviles y asiste a un taller literario.

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