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Mi amiga cuadro de honor
Por Patricia Laurent Kullick
Cuando entraba a una escuela nueva, a los primeros que
localizaba y seducía era a los niños cuerdas. Las reatas supremas. Los
talachos. Las niñas y niños de cuadro de honor. Ya para entonces sabía de las
mañas de Tom Sawyer y me pasé toda la primaria y secundaria sin hacer una sola
tarea. Ellas la hacían por mí mientras yo les contaba algún chiste o aventura
de mi universo mitómano.
Pero un día, ya para salir de tercero de secundaria y con
muchas probabilidades de expulsión, la amiga que ese año me hacía todas las tareas
se rebeló. Alguien le metió en la cabeza la absurda idea de que me estaba
haciendo más daño que bien y en mala hora decidió ser mi benefactora académica
dejándome en total oscuridad.
Tuve que haber puesto una cara tan desesperada que me dijo:
lo que puedo hacer es prestarte mi libreta para que tú copies todo.
Acepté.
En aquel entonces, eramos muchos hermanos estudiantes; cuando
llegué a casa, puse la libreta sobre la mesa (que era una especie de aquí
ponemos todo porque no hay lugar) y, en lo que fui a la cocina, la libreta
desapareció.
No valieron llantos, ruegos, separos policiales que hacía mi
papá en caso de robo: la libreta se esfumó.
Mi amiga no me dirige la palabra hasta el día de hoy. Los maestros
decidieron pasarme porque alguien tenía que trabajar en los Oxxos.
La libreta apareció muchos años después, con el nombre
tachado de mi amiga y con letra garigoleada ostentaba el flamante nombre de su
nueva dueña: mi hermana María.
Patricia Laurent Kullick, escritora mexicana, ha publicado los libros de cuentos Esta y otras ciudades, Están por todas partes, El topógrafo y la tarántula e Infancia y otros horrores. Las novelas El circo de la soledad, El camino de Santiago (Premio Nuevo León de Literatura 1999) y La giganta. Y otros libros. Su obra aparece también en antologías y revistas literarias.
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