Quincalla
Por Guadalupe Ángeles
Por simple aburrimiento fue,
por simple aburrimiento,
que se puso a inventar ciudades y animales y suspensos
era delicioso encender un verbo incomprensible en sus labios
por eso, sin que nunca el francés fuera su lengua o lo quisiera,
que diseñó sonidos que guturales cantaban las ausencias inacabables
la desesperanzas ciertas o infundadas,
o en un alemán ladrante se puso a imaginar grandes héroes con todo y hazañas
filosofantes bestias de cabello lacio, de melena hirsuta, de tremendos dolores inasibles,
fue tan sutil la manera en que dio a luz diversos modos de mirar el cielo
que se le quisieron meter en sueños alucinantes fantasmas a los que de ninguna manera abrió la puerta
fueron amontonándose como ropa vieja en su mente
por simple aburrimiento
por desesperación sosegada y dejando entrever que todo ocurre en horas sin tamaño ni remedio,
en medio de calores densos
como si pusiera en venta la quincalla de su alma
como si fuera posible inventariar su desvarío
abrió puertas en sueños y se fue a ver a sus muertos
pero ellos se ocultaron tras fachadas de hospitales
de grandes construcciones hechas para pertrecharse contra todo viento
y ella fue el correr del agua bajo aguaceros
la lenta maravilla de nubes que hacían rostros (todos con el mismo ojo)
esos que vio y destazó para sí misma,
deshaciendo como una golosina en los labios, en su recuerdo esos rostros,
humanos o animales,
pero dueños todos del mismo ojo
¿cómo no soñarse otra
cómo no anhelar una caricia imperturbable en tardes solo imaginadas?
esos inventarios que inveterados se reunían a planificar el próximo delirio
hicieron las paces y se echaron a dormir mientras ella imaginaba mundos, animales,
viejas construcciones a manera de razonamiento irrazonable
para racionarse su propio aburrimiento porque ya sabemos,
todo esto tuvo lugar dentro o fuera
por simple aburrimiento.
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