Rollos cortos
Un chorro de churros (un acercamiento a esas delicias cinematográficas)
Por Luis Raúl Herrera Piñón
Resulta más fácil saber qué es un churro cinematográfico que definirlo. Se tiene la idea de que el término «churro» aplicado a una película es despectivo y significa que aquella es de mala calidad, prácticamente material desechable. Pero si atendemos a lo afirmado por el ilustre historiador del cine mexicano Emilio García Riera encontraremos que el término fue utilizado para señalar a aquel cine producido en masa, de manera barata y con poquito o nada de valor estético y artístico. En ese sentido, la industria cinematográfica de la época de oro del cine mexicano hacía muchísimas películas al año, como si de churros (los de comer) se tratara; salían uno tras otro de esa maquinita de hacer filmes que eran los estudios de cine de entonces, ya fuesen CLASA o Churubusco, entre otros.
Y sí que se hacían montones películas, muchas de ellas excelentes, pero otras, inevitablemente, nacían ya hechas «churros», y es que solamente así se entiende que, según datos dados a conocer por el IMCINE, se hayan producido en México 1,078 películas en el periodo comprendido entre 1950 y 1959, es decir ¡más de cien por año!
Si entrar en polémicas y atendiendo a la idea de que «en gusto se rompen géneros» podemos afirmar que no todos los churros son aburridos, y si uno de los usos del cine más conocidos es el de entretener, de pasar un rato ameno, entonces los churros tampoco son del todo inútiles. Ejemplos hay de churros que se colocan ya entre las elegidas películas de culto.
Juan Orol, el director considerado «El rey de churro» hizo películas tan malas que de tan malas ahora son dignas de análisis en prestigiosas escuelas de cine.
Para entender el grado de maestría con que Orol concebía sus maravillosos churros, Emilio García Riera, en el prólogo del libro sobre el cineasta que escribió Eduardo de la Vega Alfaro, recordaba que en una ocasión le preguntó a Orol cómo era posible que, en una escena de una de sus películas, ametrallase a un grupo de gángsters sentados de espaldas a un gran ventanal sin que se quebrase un solo vidrio. Y que Orol respondió: «¿Y qué? ¿Me iba usted a pagar los vidrios rotos? Y además, cree usted que el público va al cine a ver vidrios rotos?».
Seguramente el maestro Luis Buñuel tenía razón cuando le dijo a Elena Poniatowska en una entrevista que el churro cinematográfico puede ser a veces un cúmulo de aciertos técnicos, que incluso puede ganar un Premio Óscar, e incluso ser vitoreado en los festivales. Para el maestro Buñuel el churro era un caso más de actitud que de otra cosa, de conformismo, de borreguismo, de seguir haciendo lo ya está hecho, y no atreverse a dar un paso más allá, hacia lo novedoso, a no conformarse jamás con más de lo mismo.
Pero hay más de un «rey del churro». El Santo, el enmascarado de Plata, hizo tantos churros que se puede decir que «dignificó ese término» con sus magistrales lances. Y se sabe que él mismo estaba convencido de que todas sus películas eran puros churros, como lo demuestra una anécdota contada por Gabriel López, guardaespaldas de El Santo, en la cual refiere que al luchador le gustaba ir a ver sus películas al cine y que en cierta ocasión López le comentó que exhibían Las momias de Guanajuato en el cine Sonora, a lo que El Enmascarado de Plata contestó: «Órale, vamos, tú disparas el chocolate y yo los churros».
A continuación (y para visionar durante los calurosos días que tenemos por delante) una recomendación de los mejores churros de producción nacional, imprescindibles para quien quiera pasar momentos entretenidos, sin grandes pretensiones intelectuales:
Charros contra gángsters, El charro del arrabal, Cabaret Shangai, de Juan Orol.
El Santo contra las mujeres vampiro, El Santo contra los zombies, El Santo en el museo de cera, pero, sobre todo, Santo, el enmascarado de plata, contra la invasión de los marcianos.
El extraño hijo del Sheriff, Puerto maldito y prácticamente toda la filmografía de los hermanos Almada, excepto, quizás, Todo por nada y las películas de Juan Antonio de la Riva donde aparece Mario, como Pueblo de Madera y El Gavilán de la Sierra, así como películas donde actuó Mario, como Divinas palabras» y La viuda negra entre otras.
Vacaciones de terror con Pedrito Fernández con todo y muñeca diabólica incluida.
Cañitas. Presencia, El triángulo diabólico de Las Bermudas«…y algunos otros churros que puedan olvidárseme.
Hasta la próxima.
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