Aquí donde estoy, no estás; en derredor mío el aire, las nubes, la luz del sol que apenas aparece
Por Sergio Torres
Aquí donde estoy, no estás; en derredor mío el aire, las nubes, la luz del sol que apenas aparece, el canto de las aves que corean la llegada del astro rey, un pequeño rey local sobre el entramado galáctico. Dentro de mí, un espíritu indómito ruge solapadamente con la amenaza de destrozar todo aquello que se interponga entre él y sus deseos; tambien frustrado ante el dragón invisible, un muro infranqueable que vigila el tesoro de esa otra presencia deseada, de ese dulce sonar de la vida entre, sobre, debajo, alrededor de la vida. Aquí, en la cima del mundo, de este mundo, de mi pequeño mundo, las estrellas me hablan con sonidos traducidos en luz y yo solo alcanzo a traducirlos a sonidos que encuentro en el piano, en largas u y a (¿cómo se dice el plural de u y de a?) que se entretejen formando acordes suspendidos en la bruma matinal, que te abrazan, te acarician. Aquí donde estoy no estás, o tal vez sí: tan dentro que no me puedo escapar de ti ni lo intento. Eres mi sonido, mi voz.
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