Dintel de Almudena
Dafne
Por Almudena Cosgaya
Desde tiempos inmemoriales he conocido el mundo, presencié la partida del último hombre. Pero si él era el último, ¿dónde me deja eso a mí? Soy humano, pero inmortal. No narraré mi historia, pues el amor… aún duele recordar cómo hice sufrir a mi querida Dafne.
La encontré una tarde lluviosa de abril mientras vagaba por el bosque en busca de fresas y mi presa se perdió por verla a ella. Supe de inmediato que deseaba protegerla y amarla hasta su último aliento. No fue hasta la siguiente primavera cuando unimos nuestras vidas en matrimonio. No puedo describir todo lo que viví durante esos años, hasta que despertó en ella el deseo de la maternidad. No pude ayudarla, pues no quería que nadie más estuviera atado a mi maldición. No soportaba verla llorar. Le prometí que haría todo lo posible para cumplir su deseo.
Un día llegó corriendo a donde yo estaba, cerca del lago. No había tenido suerte con la pesca, pero debía seguir intentándolo. Fue entonces cuando me lo dijo y el miedo me invadió, quede paralizado. La vi regresar a casa muy contenta, y esa fue la última vez que la vi en su juventud. Años después entré en casa solo para despedirme de ella. Sus ojos seguían siendo tan hermosos y con su último suspiro algo murió dentro de mí.
Fui cobarde y por ello me perdí de vivir algo hermoso y único con ella. Ahora entiendo que el miedo no lleva a ningún lugar y te priva de las cosas buenas. Después de Dafne, no volví a amar.
Con los años, me convertí en un empresario. Me gustaba ayudar a la gente y volví a tener una gran familia. Hasta que llegó la peste y se llevó a todo el mundo. Estaba solo de nuevo.
Es el momento de aceptar que aquellos a los que amas significan más que cualquier otra cosa. Con tristeza en mi corazón, solo me queda observar lo que ha quedado de la humanidad.
Desearía poder regresar en el tiempo y haber vuelto a casa aquella tarde para conocer al pequeño que Dafne había adoptado. Ahora todo es culpa mía.
Detengo mis pasos. Algo llama mi atención, son pequeños lamentos… ¿qué será esto?
Esperanza.
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