Tintanueva
A
B I G A E L
HEREJÍA
PARA UN POETA GAY
Por Federico Corral Vallejo
La obra Abigael,
de Ernesto García Núñez, se hizo acreedora al Premio Nacional de Tintanueva
2018 en su vigésima edición. Es una obra retórico poética de gran envergadura
literaria, la cual, desde mi perspectiva crítica, es un poema de largo aliento
dividido en tres partes, mismas que no deberían de existir, ya que la esencia
de la obra es sin duda una novela poetizada o un poema novelado; cualquiera de
las dos instancias, son precisas.
Si partimos del génesis escritural, cuando un
autor se enfrenta a la hoja en blanco, una idea primigenia en su cerebro, es la
idea misma quien decide el camino que debe llevar, ya sea el verso o la prosa.
Y en este caso en particular, creo que es un hibrido literario que determinó el
género del texto, habrá incluso, dentro del ámbito crítico, quien determinen a
esta obra como un cuento o un ensayo biográfico en torno a la vida y obra del
más alto poeta sonorense, Abigael Bohórquez, de ahí el título del mismo, así
puro, llano, sustantival, sin ningún adorno adjetivizante que le de relieve,
textura, luminosidad… tal cual: bichi
como dicen los sonorenses. Y como bien acota David Huerta: “Una página en
blanco mira igual que la muerte”. Me
pregunto: ¿Cómo nace? ¿Qué motivó su creación? ¿Cuál es su objetivo? Preguntas
y más preguntas asaltan a letra armada a mi interrogación. Y como dice el
autor, Abigael nace de la necesidad
de rescatar la esencia de la poética bohórquiana, no solo por el gran registro
poético de su obra, sino por el invaluable tono jocoso y el entorno vivencial
de tan suigeneris personaje; es por ello que este libro, se convierte en un
testimonio literario no solo para Sonora, o México, sino para el mundo.
La singularidad en todo aspecto hace que
García Núñez retome al nombre, al hombre y al poeta para recrearlo y, por qué
no, resucitarlo de entre las letras y darle seguimiento a su legado, por medio
de este homenaje poético, el cual se une a las plumas de Dionisio Morales,
Gerardo Bustamante Bermúdez, Josué Barrera, Miguel Manríquez Durán, Bruno Ríos,
Ana Álvarez, Hugo Saucedo, Ramón Martínez, Iván Camarena, Omar de la Cadena,
entre otros lectores estudiosos de la encomienda literaria que Abigael
Bohórquez nos legó.
Entrando en materia, sustento que Abigael es un texto poético novelado por
los datos que Ernesto nos presenta entre diversas figuras retóricas como la
enumeración, la metáfora, la aliteración, la sinestesia, la prótesis y los
neologismos –dignos de un estudio aparte–, entre otras figuras y situaciones
clave para descifrar el gran poema aludido.
La clepsidra cronológica que va enmarcando
las páginas de los tres capítulos de Abigael,
es como esa línea de vida que tanto desean averiguar las gitanas en las palmas
de las manos. García Núñez va un poco más acá de su vida y un poco más allá de
su muerte, pues nos entera de que posiblemente Abigael fue engendrado por un
cura y una adolescente pueblerina de nombre Sofía y desde que se anunció con su
llanto el poeta ya estaba ahí:
Poeta desde tu primer alarido,
/ alagartijado, cejijunto y calvario: llorón, / te encovacharon en cuatro
paredes crudas, / donde gemías, hijo lacrimoso / por las dos veces desvergüenza
y la lujuriosa traición al Jesucristo Dios. // Declamaste, recreando / en juego
de gatuna desmemoria / tu escondida niñez de confundidos ojos. // Clavaron
maderos en puertas, hocicos y ventanas, / para que los quinqués intrusos ni de
reojo descubrieran / el pecado natal, vivo retrato del que, cuerpo en cruz, /
juró abstinencia total de la entrepierna, / no tocar jamás mujer con yema de
culpa / y ser casado con solo la Madre Señora del Señor. // En el sudoroso palmo de
mis dedos dos hojas con temblor confiesan,
/ habla esta de blanco nuevo aliento, / nueve meses antes murmurado / como la
más grande caída de aquel pueblo, / la otra nos señala literalmente / una
paupérruna defunción. // La derecha certifica tu nacimiento físico, /
¡andando!, doce de marzo de este niño de mil novecientos treinta y seis, / que
sus abuelos Ángel y Adela, / haciéndose pasar por marchitos padres / registran
en encorbo silencioso. // Chismearon por Caborca en coro / la deshonra de una
hija descubierta / en amores clandestinamente inciertos, / en sacristía de
infierno rezandero, / en infidelidad a Dios, en tina bendita y no privada / un
junio de simiente embutido en esa arena / de embarazo y vaina de palo fierro.
// Después de ser esculpida en saliva seca, / Sofía, tu eternamente madre
enternecida, / en el cuarto del exilio / fue acunando la entraña para que, / en
la madrugada asustada del llanto, / nueva poesía brotara a las dos horas, / del
lluviante inesperado doce de marzo, / en estas nacientes tierras biclimáticas,
/ inicio de un placer en llamas / al que llamarase Abigaíl…
He aquí el texto que da fe y sustenta su
nacimiento. Aquí vale la pena retomar a Walt Whitman, palabras más palabras
menos: “esto no es un libro: quien lo toca, toca a un
hombre”. Seguramente Bohórquez tuvo alguna influencia de este autor
estadounidense.
El nombre de Abigael es un nombre bíblico de
origen hebreo, es un nombre popular que puede ser llevado por una persona de
sexo femenino y las variantes del nombre Abigael
a través del mundo son Abigail, Abigaël. Sirva el siguiente dato para dar tela que
cortar a los homófobos, psiconalistasy los religiosos recalcitrantes.
En el siguiente fragmento García Núñez nos
adentra a los amoríos de la juventud de Abigael:
Tuviste un amor párvulo,
tormentillo / en secundaria agitada de polvo: entrega total al revuelto valle /
con popular escándalo de persignación, / atizado, por debajo de cristos, /
desde el absuelto púlpito. // En éxodo, a tu madre y a tu edad inocentada, / se
les abrió en sendero el Pinacate, rocas tristes / de volcanes sofocados por
negruras, / huyendo de maldicientes espumajos, / de reclamos en vocerío de
atrios, / capoteando tentativas horrendas, / atemorizantes rumoreos. No quedó
más que evaporarse… // Entre el primero y el último, / tuviste amantes,
pasarratos, ávidos palomos, clavotes rentados, lo curas, ¡padre tuyo!, /
antojos vaqueriles, insolaciones, pretextos, / serpientes atrapadas con tragos
baratos de vino tinto, / cabritos revolucionarios de los sesentas, / que te
despertaban los mediodías sedientos / con un canto para que les dieras
desayuno, / acompañantes de paseos y trasnochadores que, / sudada la sexuda
nota, / ponían pecho para la huella de tus dientes. // Hubiste también amores
encendidos, / a los que les rezabas como a velas, / no sea que se te fueran a
apagar / y te dejaran con la melancolía, / por horas y horas derretida. // Hubo
reincidentes, consolidaciones, / ligues en cinema, mentadores de madres, /
rubios vagabundos y pescadores morenos suculentos / que comías, para que tus
amores / no se desnutrieran por falta de lluvia interior. // Tuviste otro
querer de juventud, semioculto, embozado, / aunque lo sepa Dios, ¡que no lo
vaya a saber el mundo! / Este ardoroso manantial de aquellos años, / en estos
tiempos sinrazones… // Carretereaste de paso por hoteles, suspijadeando, / con
un membrudo de veinte años al que le pusiste G...
Los versos de Ernesto García Núñez poseen, al
igual que los de Abigael, un tono socarrón, lúdico, perverso y desvergonzado,
lo cual permite que exista entre ambas poéticas un paralelismo literario,
estético y ético. Todo cuanto aquí se lee son referencias de la vida y la obra
del tan loable personaje: poeta, dramaturgo, vedette, hereje, homosexual,
hoguera y sobretodo, ser humano honesto… esto conlleva a que Ernesto nos entregue
un rompecabezas de letras cuyas piezas van más allá de los fragmentos de piel y
los retazos del alma; armado el enigma pues, con vivencias y metáforas capaces
de trazar el croquis de un “cuerpoiesis” llamado Abigael:
Aquí fue cuando de plano, /
siendo juguetón confeso / de cincuenta y dos años bien mamaítos, / diste letra
suelta a los versos del otro amor. // Veracruz, Mazatlán, Guadalajara, más
jadeos, / Pátzcuaro, Tepic, Jalapa / y puntos intermedios de sus cuerpos, /
dieron fe de los nombres en paredes, / con enmiendas de mentadas, corazones / y
gallitos ingleses en goteo estampados, / B. A. y G., nadaron en hoteles.
Ante
este apunte versil, cabe citar a Mircea Cărtărescu para quien la “…literatura
en el fondo es una especie de diario”. Así de transparente era Bohórquez, así
de puntual es García Núñez en este su homenaje al poeta sonorense, quien, según
cuenta, no era amigo del él pues no lo conocía, tan solo se toparon algunas
veces y fue después que él murió cuando se hicieron muy pero muy amigos; sus
apuntes –dice–, nacieron allá por el año 2001 y 15 años después resurgen del
reposo, y hacen eco en el mar de los vocablos, haciéndose acreedor a la
distinción antes mencionada.
Abigael: uno de los grandes, /
conste, del siglo pasado. / En este, no sé quién pueda / pegar el campanazo de
ser / el namberuan de la metáfora. // Sin haber sido su amigo / lo he estudiado
desde todas sus visiones. / Casi lo manejo como memorándum. / Me gusta, me
asusta y me divierte. / Aunque no cultivo yo ese estilacho, / soy más holista,
académico en el contar del verso. // A ambos nos fascina la figura sahuaral, /
la arena, el contrapunto, la biznaga. / Mi ensayo, aquí lo digo todo, / lo
recomiendo no por mío, / sino porque es un librito redondo / que se estudia,
ya, hasta en las universidades / de los yunaitsteites. Léelo.
El
vocabulario que emplea Ernesto es para mentes abiertas, tolerantes, pues en él
amalgama, tiempos reales con tropos de pensamiento que consisten en el uso de
palabras con sentido figurado, que embonan de manera natural con las
investigaciones bio bibliográficas sobre el creador aludido, uniéndolas excelentemente
a sus impresiones de relectura y por supuesto a su imaginación; partiendo del
estupor al genio de la pluma que era Abigael Bohórquez, de quién reconoció su talento
y producción literaria. Atinando al calificarlo como un poeta desprendido,
irónico, auténtico, valemadrista y poéticamente correcto en su proceder ya
literario, ya humanístico. De quién leyó su obra en la década de los ochentas,
quedando deslumbrado por su propuesta de crítica social:
Cuando era moda el desgarramiento, / de
cuadrilátero la lucha de café, / los fusiles cargados por muchachos de cómics,
/ lanzabas con tu lápiz versos luchantes, / lechudos, protestantes, / y los
otros poetas prejuiciadamente / abifóbicos en ropero con llave, / los leían
como si tuvieran / en las manos versos carnívoros, / y los tiraban al arroyo en
tumbos, / que arrastraba el clóset con sus cabezas / descerebradas, deshechas,
oscurecidas / en lo oscuro de su panfletario verso. // Tú seguías en lo lúdico
sabroso, / sin boom de formalismos bellas artes, / cincelando con tu lengua /
una poesía de verdad trituradora.
Otra
propuesta dentro de la vena bohórquiana, según el quehacer literario de Ernesto
García Núñez, está en la exigencia de sus derechos de igualdad; así como en la
jocosidad por el hecho de ser homosexual, siempre dentro del canon estético que
rige a la jotería, y de ese mismo modo, en el mismo tono, describe y aplaude la
desfachatez del satírico estilo y nos lo presenta de estas maneras:
Allá llegaste, como niño bueno
/ despatiado del trasero patio, / deseoso de imitar el quejidito, la pestaña,
agasajo, / cinchada la cintura, la voz, / incendio y nalgas de María Victoria.
/ En el flameo, quedaste.
En pleno medio día te sueltas
/ con ropajes de corsé, volantín / y pelucas que nada tiene que ver / con la
pátina de tu pelo … //…Te sentías tronco seco, desenraizado, / y si acaso rama
te quedera, seca quedaría / solitaria y flaca pero no ciega / y mucho menos,
medio muda.
El libro se divide en tres partes; “Viejo por
vivir”, “Desvestidas voces” y “Abrazado por la poesía”. En todas, la muerte
hace acto de presencia, así como los motivos homoeróticos del yo lírico en la
tercera persona. Contrario a Bohórquez, García Núñez nos da con nitidez y
facilidad la entrada a sus versos, el ludibrio literario hace más atractivo el
paseo por sus páginas y mucho más placentera la navegación en el mar de los
versos de esta obra llamada Abigael:
En un agosto se te fue Sofi, /
y supiste del desgarramiento de llorar, / ¡qué amores ni qué perros ni qué
culimpiadores! / En aquel agosto, agostáronse las lluvias / tan frecuentes en
tus ojos, / porque tardaron el tiempo de un largo dolor / para juntar la
angustia de dejar / de ser goteras de agua que solamente mira. // Ese dolor de
agosto no se te fue nunca, / estuvo ahí sin importar los años nuevos, / por eso
en convivencia con su amor, amaste, / y aún destazado por más amores, le
escuchas oraciones en temblor, / viéndola indestructible, compadecida / de tu
culto devoto: ¡frente a tierra! // Para hacerlo de ranita o de serpiente, /
¿mexicanizaste el Kama Sutra?
Tú que en este Hermosillo seco
/ no dispones ni de media gota / para tus ya tres días de barba, / te sientes
viejo, ya veces / te hueles viejo, / viejo muerto. / a pesar de los jamás de
los nuncases, / nueva mente…
¿A qué hora y en qué día
estallado falleciste / resuelto poeta de los versos gays? / ¿Cuál fue el minuto
de tu dolorosa capitulación / en tu guerra cotidiana de garganta anudada? /
¿Fue el 27 de noviembre / como algunos en sus textos dicen, / o fue el domingo 26 a las 18:20 horas como
señala el acta de tu partida? / ¿Cómo es posible que un domingo de juerga /
hayas estado solo a la mitad del ruedo? / ¿Dónde estábamos, aduladores, / esa
tarde, madrugada o noche / en que te explotó el sentimiento? / ¿O acaso no
importa fecha, ni el segundo clavado / en que perdiste o ganaste / al grabar tu
compacto de poesía con la Muerte? / ¿O nadie sabe, o parece que no queremos
saber? / ¿Qué más da?, / ¿qué obligación tenían tus seguidores / de adivinar
que estarías en la cama / embebido de dolor, brebaje y asombro, / acostado con
un verso moribundo?
Hasta aquí la biografía novelada por medio
del verso en torno a Abigael, donde
la idea que generó este libro es tan sugestiva que puede llegarle al individuo
–posible lector–, con toda la fuerza de su revelación; porque no solo las
corrientes líquidas del pensamiento –como la política–, mueven al mundo, sino
las humanísticas como la literatura, en este caso la poesía. Tal como expresaba
Valle Inclán: “El poeta tiene algo suyo que revelar a los otros; cuando la
palabra es impotente para la expresión de sus sensaciones, tal aridez es el
comienzo del estado de gracia”. Y es de este estado que García Núñez resucita,
no solo al poeta, sino al personaje hereje y gay para hacernos revivir con sus
versos a un ser digno de ser leído, estudiado y renombrado, como en su tiempo
lo hicieron Carlos Pellicer, Efraín Huerta y Josefina Vicens, entre otros.
En el sexuado 69 volaron a
en-cantarte / Pellicerianos versos, y más del Gran Cocodrilo, / escritos con
consangrada estrella. // Solo te quedó pegarte, de palmada a frente, / al oír
el respeto destacado, / y rebeberte, ceño grandemente entretenido, / en varios
utabrindados tragos, / la enorme voz poética de aquellos cantos.
Qué importa que fuera ignorado, vilipendiado,
abucheado, discriminado, incluso acusado de ladrón; por medio de la enumeración
caótica, García Núñez defiende y salva al poeta de tal injuria y vaya que aquí
embona la vox populi de “no me ayudes compadre”:
Acusaron al poeta, /
¡completemos su currículum!, / de sacar reliquias de una iglesia vieja / y
llevarlas a empeñar. / ¡Válgame Dios! / Ya habías sido tú culpado / of course /
de jotolujurioso, frágilmariposón, / frescolocofresco, cuarentaiuno, poeta, /
leandro, borracho, virgencito de la caridad, / divino, mariguano, mariquita sin
calzones, / puto, escritor, hermafroditasinvergüenza, / indecentepervertido,
mamavergas, / defectuoso, raritomanocáida, / pero nunca, ¡nomás eso faltaba!, /
de ratero y hereje. / Que le echen más mezcla al maistro. / ¡Desentierren
guillotina!
Muchas son las aristas que enriquecen la obra
Abigael, sobre todo los guiños del
estilo bohórquiano en el que se sumerge y camuflaja el autor. El largo aliento
que emboza a la obra como tal. Los trasfondos trágico cómicos y emblemáticos de
su retórica avalada por los neologismos. El principio vital del rescate de la
figura central. El lenguaje como sustancia y fuerza al margen del fondo y la
forma de esta excelsa obra, redonda por antonomasia.
Nunca lograste ser alguien
invisible, / jamás podrás estar realmente muerto. / Frente al mural amarillo de
Letras / ven mover a diario la cola de tu pelo / y se te oye en las voces de
más y más miradas: / arde tu lenguaje, Poeta Mayor / de la fecundísima palabra.
// ¿Será porque tu verbo bajó directo / de los bajos ensotanados cielos? //
Moriste así cuando quisiste, / antes de ser en vida una piltrafa. / Aunque sí,
/ esquiusmimadeimouseles y trilingües / qué vivo, sí / porque pocos trazan
rumbo / desde el primer gritote de su vida. // Gudbay, viudos. / Nube llameante
de la alegre noche / eres, Abigael.”
Aquí
estoy, este es mi puño y esta es mi letra que serán derramados para el perdón
de los letrados, los Abigaeles, los gays y los herejes… porque lo que digo es
lo que es: el cuerpo de Abigael, amén; en nombre del Ernesto, de García y Núñez.
Federico
Corral Vallejo. Parral Chihuahua, 1969. Poeta, ensayista, crítico y editor. Entre sus
obras editadas destacan: Desprovisto de
equipaje, A capella 440 y Cartografía de una casa. Su obra ha sido
traducida al inglés, francés y portugués; y editada en Estados Unidos, Cuba,
España, Argentina, Perú, Brasil, Puerto Rico y México. Dirige Tintanueva
Ediciones desde 1997.
Gracias
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