lunes, 24 de junio de 2019

Esteban Lascano. Roma, ciudad abierta

Cine Lasc. Roma, ciudad abierta

Por Esteban Lascano

Roma, ciudad abierta. Película italiana de 1945 dirigida por Roberto Rosellini. Trata de un grupo de resistencia, el comité de liberación nacional, durante la ocupación nazi en Italia. Comienza mostrando cómo unos soldados buscan en su casa al ingeniero Giorgio Manfredi, en Roma, que un oficial de la Gestapo había identificado como el dirigente del comité de liberación nacional. Sale huyendo a la casa vecina por la terraza. Registran la casa, un soldado atiende a una llamada del teléfono, que era de una amiga de Manfredi, una actriz de teatro llamada Marina.
Un oficial de la Gestapo estaba hablando con el oficial de la policía italiana, comentándole que en Roma estaban empleando el plan Shrueder, que ya habían utilizado en varias ciudades: dividía esta en 14 zonas; esto permitía reagrupar a masas de hombres con el empleo de las mismas fuerzas. Luego le muestra una foto de Manfredi y le dice que lo estaba buscando y lo había encontrado por un método de fotografía de gente de la calle, que los pillaba por sorpresa, y que los buscaban a él y a su amiga Marina.
Manfredi llega a casa de otro miembro de la resistencia, llamado Francesco. Cuando regresaba su prometida, Pina, que había estado en un saqueo colectivo a una panadería, porque ya no había trabajo ni dinero para muchos, ella le recibe con alegría y le dice que buscaba a un párroco llamado Pietro. Pina manda a su hijo Marcello por el párroco. Mientras saluda a Manfredi, la hermana de Pina, Laureta, que era actriz también, y amiga de Marina, le manda decir a Marina que no le busque en los próximos días. Platica con Pina que se creía superior a los demás que vivían en la casa, por ser artista, y que al día siguiente se iba a casar. Le platica que trabajaba en una fábrica, pero con la llegada de los alemanes le quitaron el trabajo.
Más tarde llega el párroco, al que el niño había encontrado jugando futbol con un grupo de niños, y en el camino le platica ideas que le habían metido como que había que formar un bloque compacto contra el enemigo, cosas que le había dicho un amigo suyo, llamado Remoleto. Manfredi le pide que le entregue a un hombre en un puente una suma de dinero, que era de parte de la junta militar, para una banda de 500 hombres que eran parte del comité de liberación nacional. El párroco acepta. Va a una imprenta escondida, donde trabajaba Francesco, quien le da el dinero dentro de unos libros.
Pina estaba en casa de Agostino, que vivía con Don Pietro. Pina creía en Dios, como había comentado con Manfredi, y quería confesarse. Se va platicando con el padre a su casa, pues a las cinco de la tarde era el toque de queda y nadie que no tuviera permiso, excepto sacerdotes y médicos, podía salir. En el camino a la iglesia, los detiene un oficial italiano, que le entrega un mensaje de otro párroco escondido en una pistola, preguntando una información. El mensajero estaba angustiado por el estado de la guerra y Pietro lo consuela.
Vuelve con Pina. Ella le pregunta que si Cristo acaso se había olvidado de ellos, y el padre le dice que muchos le habían hecho esa pregunta. Siempre respondía que Cristo al final se acuerda de todos, pero que había muchas cosas por las que le teníamos que pedir perdón.
 Pina comentaba que cada vez que veía uno de los hombres de la Gestapo le daban ganas de darle un puñetazo. Se va al final de un puente, en la punta de un cerro, en el que, tras una señal, que era canción silbada, entrega el dinero, en libros.
Marina habla con Laureta, y le comenta que estaba en su casa el ingeniero Manfredi, y ella pregunta por él, pero Laureta le dice que le encargo que le dijera que no la buscara los próximos días. Por un tiempo habían estado enamorados, pero Manfredi quería dejar la relación. Marina le comenta la información a una amiga actriz, que era parte de la Gestapo, y esta se la comunica a los superiores.
Platican Francesco y Pina. Pina dice que ya no soporta la guerra, que parecía que iba a durar poco, pero Francesco le dice que no deben tener miedo por el futuro, que iban por el buen camino, que la guerra acabaría pronto, y dependía de ellos construir un mejor futuro para los hijos. Pina estaba embarazada de Francesco.
En la casa ya habían llegado el anciano padre de Pina, Pina, Francesco, Manfredi, Laureta y otras hermanas de Pina. Solo faltaba Marcello; junto con los otros niños del edificio se habían ido, guiados por Remoleto, a poner un artefacto en un vagón de gasolina, y este explotó. Cuando regresaron a sus casas, a escondidas, todos los padres los regañaron muchísimo, igual a Marcello y a Francesco, va con Marcello, y le pide que le platique que hicieron, pero él le dice que es un secreto, y le pregunta que si pronto ya lo podrá llamar papá. Él dice que si quiere, y él dice que sí, y que lo quería mucho.
La Gestapo había averiguado, por Marina, aunque sin ella darse cuenta, donde vivía Manfredi, y al día siguiente, la policía rodea el edificio y pide salir a todas las personas del edificio. El párroco está con los niños y Marcello le dice que Remoleto tenía unas bombas, entonces, con la excusa de que iban por un enfermo, el abuelo de Marcello, que estaba en cama, van con Remoleto, que vivía en un techo y está a punto de lanzar dinamita. El párroco lo detiene, va con Marcello por el abuelo, que decía no tenerle miedo a nadie.
En eso atrapan a Francesco, Manfredi se había escondido y la mayoría de los hombres eran soldados, o también se habían escondido. Entonces Pina sale corriendo por la troca donde llevaban a Francesco, y le disparan, y muere en el acto. Lo abraza su hijo, Pietro hace unas oraciones. Pero cuando pasan por el puente, miembros de la resistencia atacan la troca que llevaba a Francesco y a otros hombres prisioneros, y los liberan, entre ellos a Francesco.
Entonces Marina, la actriz, recibe a Francesco y a Manfredi en su casa. Marina quiere animar el ambiente, y pone música y trae bebidas, pero Francesco tenía fiebre, y lo acuestan en una cama, le dan unas pastillas. También estaba ahí Marcello, dormido. Entonces llega Laureta, borracha, sin saber de la muerte de su hermana; Marina y Manfredi tienen una conversación en la que primero Manfredi descubre que tenía morfina y ella le miente diciendo que era para su diente. Él le dice que no importa, que él no tenía ningún derecho sobre ella, que era uno de tantos que había pasado por su vida. En el fondo creía que Marina era una mujer superficial que creía que la felicidad consistía en tener buena casa, vestidos y una criada, pero ella le reprocha haberla abandonado, dice que si hubiese vuelto con ella habría cambiado. Decía que quería volver con el porque le tenía miedo a la miseria, pero él no le hace caso y se va cuando llega Laureta, quien les dice que estaban discutiendo, como siempre.
Al día siguiente Francesco, Manfredi y Marcello van con Don Pietro; dice que los espera en la calle el prior del convento. Tenían preparadas identificaciones falsas. Marina conocía sus planes y por sentirse dolida por como la había dejado Manfredi, decide delatarlo y decirle a la actriz de la Gestapo dónde iban a salir. Salen a la calle primero Manfredi y Don Pietro; Francesco va al final, despidiéndose de Marcello cuando ve cómo los detiene la Gestapo. Se queda dónde está. También detienen a un austríaco que iba con ellos, que era parte de la resistencia.
Los llevan ante el oficial principal de la Gestapo, un señor amanerado que le pide a Manfredi que le dé información de los movimientos que planea el comité de liberación nacional, porque iban en contra de los planes del partido nazi. Ahí estaba Marina, con la actriz de la Gestapo, y habia un oficial que decía que estaba harto de pensar que los alemanes eran una raza superior, que veía cómo muchos hombres morían por sus ideales a pesar de las torturas, y que su partido solo estaba creando tumbas y muerte; de esas tumbas nacia odio, un odio hacia la humanidad. Los demás oficiales le detienen en su discurso. Mientras torturaban a Manfredi, que se había negado a hablar, con fuego y otras cosas, le hablaban al párroco, que también se negaba a hablar, pues decía que no tenía suficiente conocimiento de los movimientos del comité de liberación nacional, y lo poco que sabía, lo había oído en confesión, y que esos secretos se iban a la tumba con él.
Torturan a Manfredi hasta que muere; Don Pietro los maldice diciendo que querían su alma pero habían conseguido matar su cuerpo. Entonces Marina ve a Manfredi y se desmaya.
Llevan a fusilar a Don Pietro. Él dice: no es difícil morir bien, lo difícil es vivir bien. Lo sientan en una silla, pero, ante la llegada de unos niños atrás de la verja, no le disparan. El oficial les grita: ¿qué les pasa? Y le da un disparo en la cabeza.



Esteban Lascano estudia preparatoria en el Centro Educativo Patria; desde 2015 es un gran aficionado al cine y en Estilo Mápula es autor de la columna Cine Lasc. En su blog de facebook escribe todos los días textos narrativos y filosóficos, densos y muy originales.

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