domingo, 16 de junio de 2019

Heriberto Ramírez. La escuela de la Zapata

La escuela de la Zapata

Por Heriberto Ramírez

Cuando abrí la puerta sus caras se iluminaron con un gesto auténtico de aprecio, un aplauso generalizado brotó de sus pequeñas manos, me había ausentado por tres días del salón de clases para recuperarme de un resfrío severo. Un nudo se detuvo unos instantes en mi garganta, no acostumbrado a estas muestras de afecto, quizás hasta una lágrima intentó asomarse.
Estábamos apilados en un pequeño salón de clases, teníamos Lalo y yo bajo nuestra responsabilidad tres grupos en ese solo salón, cuarto, quinto y sexto. Se trataba de una escuela recién fundada, ubicada en una colonia de paracaidistas. Como no tenían maestros, buscaron voluntarios y sin dudarlo nos ocupamos del asunto. Recién habíamos regresado de un curso de nivelación pedagógica en Guadalajara, después de terminar la preparatoria, donde habíamos adquirido los rudimentos básicos, así que estábamos deseosos de ponerlos en práctica. A ese pequeño salón concurrían personas a vernos desde las ventanas dar clases, entre ellas, alguna señorita con la intención de ponernos nerviosos.
Poco a poco la escuela se iba construyendo; en alguna ocasión me tocó ayudar en el vaciado de cemento en los techos. Dábamos todas las asignaturas, incluida educación física; eran niños y niñas inquietos, con la transparencia propia de su edad, sed de aprender y disfrutar la vida, sin darle importancia a las limitaciones materiales de su entorno. Esa grata experiencia me permitió apreciar el valor de la educación, dejó en mí una huella imborrable.



Heriberto Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.

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