Ciudad
Testigo
mudo. Ciudad callada ante tantas y tristes arrugas de la periferia; orillas
donde se sufren los dolores del pueblo; pueblo marginado en la suciedad de la
pobreza, ahí donde se vive lo mismo en un jonuco de cartón o en bellas
residencias de las que parecen lunares desentonantes a la gris realidad…
Tú, y
nadie más, sabe la verdad. Qué importa que hoy sea tú día de gala, otro
aniversario donde va a pararse el cuello algún funcionario público diciendo
unas cuantas palabras en tu honor, palabras que llevarán un mensaje de vanidad
y ego a quién las pronuncia, publicidad política en favor de algún líder. Tú sí
has de recordar cuando estos humildes pies llegaron a tus calles: también otoño
como ahora.
Venía
seguro de que encontraría la felicidad que tanto anhelaba, tal como dijo el
catrín aquel: “Allá no se parece por nada, hay de todo, servicios de los que
desees, camarada, felicidades que aquí en tú triste rancho te son prohibidas
por falta de comunicación y autoridades competentes”. Pobre iluso. Cuándo te
ibas a imaginar que simplemente para encontrar un trabajo tendrías que vértelas
negras, simplemente para tener una vivienda se necesita mucho colmillo para no
caer con los tiburones usureros y chupasangre que son los arrendadores. Como
Chihuahua no hay dos, compa, me dijo un pachuco, y si no tienes casa nomás dime
y te echo un aliviane, al fin y al cabo ya tienes jale de planta, como quiera
te meto el hombro con una palanca, por una feria te hace un paro con el
Infonavit.
Chihuahua,
para qué te cuento si eres testigo de todas estas canalladas. Un año dando
vueltas y vueltas, una que otra feria para gastos y nada de casa, no había
millones, olvídate. Si ya de antes había mirado que afuera de las casas del
mentado Infonavit hay puros carros más o menos pasaderos, qué iba a comprar casa
un pobre desarrapado como yo que con lo único que contaba era con un trabajo de
vendedor de libros. Tú mejor que nadie sabes cómo me sentía con un traje de
pingüino, con el pescuezo apretado por la corbata, camine y camine calles
enteras tocando puertas, con la esperanza de que alguien me recibiera y me
hiciera una compra y sacar cuando menos para la comida y el cuartucho donde
vivía.
Te
acuerdas del día en que, ya cansado por tanto que me jorobaba el usurero de la
vecindad, me uní a la comitiva que traía el líder de aquella colonia. Sí, creo
que has de recordar, fue un mes de marzo, cuando con sus palabras lavacocos nos
dijo a todos los ahí reunidos:
Los ideales de la Revolución hay que
rescatarlos, y como al gobierno esto le vale, yo y mi señora estamos decididos
a luchar por ustedes y con ustedes, porque dichos ideales se cumplan al pie de
la letra. Es por eso y por mucho más que vamos a tomar la tierra que nos
pertenece, esa tierra por la que lucharon nuestros antepasados y que hoy en día
está en poder de unos cuantos caciques, los cuales con la complacencia de
nuestros gobernantes son unos viles vampiros del proletariado, un proletariado
compuesto por nosotros los desprotegidos.
Bonito
discurso, verdá de Dios. La mera neta me subió los ánimos y, cual debe, me
lancé a la lucha por un terrenito donde poder fincar el patrimonio de mi
familia, al igual que muchos otros. Si haces memoria te has de acordar que fui
uno de los primeros en recibir su lote y toda la cosa, fui el segundo del
mentado líder: le ayudaba en la medición de los terrenos y también apuntaba en
un cuaderno los nombres de gentes que no tuvieran donde vivir, total, un relajo
de poca madre. Todos nos instalamos en aquellos gatuñales, andábamos con la
cabeza en las nubes felices de la vida por ser dueños de un pedazo de tierra,
de una tierra que siempre ha sido nuestra, al menos eso se dice.
—Mira,
mujer, aquí vamos a levantar la sala, acá mero la cocina, enseguida el cuarto
de la niña y luego el de nosotros: será la casa más bonita, pa que no le andes.
Diciendo
y haciendo, para luego levantamos un cuarto de cartón por mientras; según eso
de esa forma ya teníamos amparado el terrenito, pobres tontos: quién iba a
pensar que los dichosos lotes eran nada menos que de un ex gobernador del
Estado y de dos o tres políticos de pacotilla. Para qué te cuento cómo nos fue.
Una
mañana llegó un corbatudo con lentes negros dijo que era licenciado y venía de
parte de la justicia, nos dijo que el mentado líder era un engañabobos y lo
único que buscaba era hacer dinero con nosotros y mejor que nos fuéramos con
las chivas a otro rumbo y dejáramos de buscarnos problemas con la señora
autoridad. No le hicimos caso. El líder cuando supo todo eso, hizo la bilis de
su vida.
—Pos
que gacho es el gobierno —dijo mi señora cuando llegó una troca y cargó con
todos nuestros muebles, digo, lo que alcanzamos a sacar del cuartito de cartón.
Porque
de veras que sí vino el gobierno: soldados, judiciales, policías y máquinas de
las que se usan para hacer carreteras. Yo creo que a ti también te ha de haber
dolido cuando empezaron a tumbar los tristes jonucos. Allí nos tenían a todos
viendo, encorajinados; las viejas y los escuincles llore y llore. En un ratito
nos dejaban los terrenitos planos, las viviendas desgarradas como si hubiera
pasado un ventarrón o caído una culebra. Qué triste fue cuando como a bichos
raros fueron y nos tiraron allá por un arroyo, lejos de ti, lejos unos de otros
también, para que así batalláramos más para juntarnos y hacerla de cuento otra
vez.
Pero
mejor hablemos de otras cosas que con todo esto ya me quiere llegar la
tristeza. Al fin y al cabo de todos modos salimos con nuestro pedazo de tierra
y aquí estamos dándole lata al señor. Yo me acuerdo que para los de allá de mi
tierra, los mentados serranos como nos nombran aquí en la ciudad, un
aniversario de este porte se festejaba en grande, con bastante barbacoa y
música para llenar a la gente, bonitas canciones, verdá de Dios. Y fíjate bien:
antes de que se viniera la guarachada, los maestros de la escuela, que eran los
más leídos, nos contaban la historia del pueblo, de cómo había nacido, quién lo
fundó, y un chorro de cosas. Con decirte que hasta mentaban quién había
estrenado el panteón, figúrate nomás.
Lo malo
era cuando al señor presidente se le ocurría quitarle el micrófono al profesor
y empezaba con su cantaleta de siempre queriéndose parar el cuello con el
trabajo del pueblo, pobre loco, tanto tiempo que duró en la silla y nunca hizo
nada, ni siquiera un salón dónde bailar cuando lloviera o para que la gente
viera cine bajo techo; de perdido hubiera construido una plaza con tanto dinero
que se clavó. Centros donde pueda divertirse la prole, así como los que tú
tienes, aunque son pocos ya de perdida son algo. Claro que debiera haber más
museos, parques, canchas de juego y que todas esas casas antiguas que adornan
tus calles y fueron orgullo de tus antepasados se conservaran bonitas, orgullo
de tus antiguos arquitectos que lucharon por vestirse de gala, muchas de esas
construcciones fueron destruidas para levantar edificios de concreto que no son
comparables a tus viejas vestiduras.
Mira
tus habitantes, todos presurosos, nadie pone atención a nadie, todos van
hundidos en su pozo, agujero negro que los vuelve ciegos, no miran a su
alrededor. Todos bajo la presión de sus problemas, ni siquiera pueden entender
la cruz que traen a cuestas, por ejemplo el transporte: esos camiones
destartalados que a mañana y tarde nos llevan como ganado, todos hechos bola
hasta reventar. Y lo demás. Ese pozo de negrura no permite a nuestra mente
luchar por una mejora en la vida cotidiana. Inmersos cada quién en lo suyo, ni
en cuenta te tomamos, ciudad, deambulamos por ti por tus calles, solo por
inercia, solo cuando la necesidad nos grita prestamos un poquito de atención
desganada a los problemas, mil cosas se podían nombrar pero parece que no es
conveniente pasar mucho tiempo fuera del pozo, el pozo negro.
Octubre
1986
Jesús
Manuel Camúñez Ochoa nació el 8 septiembre 1955 en Cahuizore, Municipio de
Ocampo, Chihuahua. Estuidió en la Escuela Secundaria Abraham González, en Saláices,
Chihuahua. Participó como cuentero en el Encuentro Internacional de Cuenta
Cuentos en Guadalajara, en 1989, en la Tercera Feria Internacional del Libro de
Guadalajara, FIL. Participó en Yucatán en 1990 como cuentero en el Segundo
Encuentro de Asnacc (Asociación Nacional de Cuenta Cuentos), en el Aniversario
de la Fundación de la Ciudad de Mérida, Yucatán. Se dedica a dar conferencias y
espectáculos de Cuentero en Valle de Allende Chihuahua, donde actualmente
radica. Como cuentista, ha publicado relatos y cuentos en la revista literaria Azar y en los suplementos Letras al
margen, de El Heraldo de Chihuahua y
en Aura y ProLogos, del periódico Novedades
de Chihuahua.
Q buen relati Historia real
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