Arte de Alberto Carlos
Las maravillas de hoy I
Por Alberto Carlos
(Alberto Carlos escribía una columna llamada Al filo de la tijera. La publicó en
varios periódicos de Chihuahua, a lo largo de su fecunda vida profesional. Estilo Mápula inicia hoy esta serie de
esos textos suyos, tan divertidos como aleccionadores).
Un amigo me hizo una crítica de viva voz, y de cara a cara, sobre algunas cosas que he
tratado en esta columnilla. En síntesis, me dijo que insisto mucho en hacer
comparaciones entre el ayer y el hoy, como si fuera yo un cruzado de “todo
tiempo pasado fue mejor”. Lo que pasa –sentenció– es que tú ves a la antigüedad
(sic) con los ojos que la viviste en tus años mozos.
¡Pácatelas! Que manera más elegante de decirme que
estoy aut.
Pero así, con críticas constructivas, no hay fijón. Por
lo demás, mi amigo tiene razón y voy a sacarme la espina dándole crédito al hoy
con algunas comparaciones favorables a modo de desagravio. No sea la de malas y
me manden a hacerle compañía a las momias de Guanajuato.
Empecemos por la carestía (y conste que no soy yo el
único quejoso). Allá por los inicios de los treintas, un pantalón de mezclilla
costaba 12 pesos, pero el salario mínimo era de 2.50 diarios. Ahora dicha
prenda cuesta 200 pesos y el salario mínimo es de 150, échele números y verá
que nuestros abuelitos tenían que soplarse casi 5 días de talacha para
comprarse un mísero pantalón. Ahora, con un día y cachito cualquiera la hace.
Los antibióticos: qué esperanzas de que entonces
hubiera tal remedio para tantos males. El que pescaba una sífilis no tenía más
remedio que meterse a poeta romántico. Esperar la muerte prematura y la
inmortalidad a punta de rimas. Ahora los antibióticos salvan hasta a los que
les tocaba, por ley natural, quedarse en el arranque.
Por lo mismo, ahora sí se puede aspirar a una familia
pequeña. Antes hacían hijos al mayoreo por aquello de las mermas.
Una maravilla de hoy es la licuadora, que sustituye al
metate y al molcajete con creces. Lo que otrora nuestras mujeres tenían que
moler o triturar a brazo partido en horas y horas de sudor y lágrimas, ahora se
lo despachan en un santiamén. Les da tiempo de cotorrear, ir al peinador, ver
las telenovelas y rematar con Juan José Arreola dedicado a promociones
turísticas, hablando con las piedras vetustas de monumentos coloniales. Algo
así como “México, magia y encuentro” a nivel intelectual, sin tamboras ni
matachines.
Están desde luego los automóviles, que compensan en
parte la cosa, llevándose de corbata a muchos de los que salvaron las
penicilinas. Los aviones, que nos llevan de aquí hasta allá, y a veces al más
allá, en menos que canta un gallo. Para los hombres de negocios, que no se
andan con contemplaciones... del paisaje, son una bendición.
Los siquiatras. Fíjese usted nada más: ¡los
siquiatras!. Ya nada de calmarse los nervios con un té de chuchupaxtle o con
una caminata al pardear la tarde. Simplemente va usted con un siquiatra, se
acuesta muy cómodo en un diván y saca sus trapitos al sol desde que era un
bebé. Sale sonriente y optimista al enterarse de que odiaba a su padre porque a
su madre no se cuántos, y que un tal Edipo, etcétera. Se evitó usted la
monserga de caminar y hacer conocimientos de yerbajos.
Hay muchas otras maravillas que hoy por hoy nos
asombran y enriquecen la existencia. Ya las mencionaremos en otras parrafadas.
Para no abusar en un solo tirón del espacio de Estilo Mápula.
Agosto 1981
Agosto 1981
Alberto Carlos (6 de abril de 1925 - 16 de noviembre de 2000).
Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas, avecindado en
Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su vasta obra
mural, escultórica y de caballete abarca una diversidad de técnicas y
temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo lleva a incursionar en la
literatura y el periodismo en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publica en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua, y en las revistas
Tarahumara y Solar.
Me gustó mucho el estilo del maestro Alberto Carlos no había leído nada de él solo vibsu mural en el congreso del estado me gustó mucho
ResponderEliminarSin duda alguna, posee un estilo único.
ResponderEliminar