El
secreto de Olga
Novela
Por
Giorgio Germont
Capítulo 17.
“Me rehuso
a asesinar civiles...”
Diciembre
19, 1994. Diez kilómetros
al norte de Grozny, Chechenia, Federación Rusa. El
teniente de la delantera le comunicó su reporte al general
Babovich.
—Estamos rodeados, general. ¿Qué hacemos?
Así comenzó la conversación que tomó un giro inesperado. Las órdenes de Moscú eran claras: rodear Grozny para
aislar a las fuerzas separatistas contra las montañas. El general preguntó detalles
acerca de las posiciones del enemigo y cuál fue su sorpresa al saber que
frente a los tanques se encontraba una muchedumbre de civiles. Entre ellos sobresalía un grupo de mujeres que sobre el
asfalto, tomadas de las manos, danzaban y cantaban lentamente al compás del Zakir. El general preguntó qué es el Zakir. ¿Qué hacen?
¿Qué dicen? Se le informó que es una
danza de bendiciones a Dios. Las mujeres alzaban sus manos, giraban sobre sus
ejes, cantaban, alababan a Dios en el cielo, daban gracias al aire y a la
tierra por las bendiciones del todopoderoso. Celebraban la misericordia divina
con cantos que elevaban el corazón. Brillaban por su ausencia los comandos
chechenos que pretendía
controlar el Kremlin. Entre tanto, los tanques rusos apuntaban a la muchedumbre
y las órdenes del alto mando eran muy claras. “Hay que abrirse paso a cualquier
costo para sitiar a Grozny.” La capital Chechena era una ciudad de 400,000
habitantes. Heredó el nombre del apodo del Czar que la sometió en el siglo XVI,
Ivan el “terrible”, Grozny.
—De donde llegó esa orden —preguntó el
general Babovich.
—Del Minoboron, el alto mando.
—¿Qué dice la orden? ¿Dónde está el parte?
—No enviaron un parte, fue una llamada telefónica
—¿Quién hizo la llamada?
—No se identificó el interlocutor.
El
general entendió de inmediato que se trataba de juegos políticos del Minoboron. Lo mismo había pasado cuando se invadió Tblisi
fallidamente y perdieron la vida muchos civiles. Los militares rusos en Tblisi,
a pesar de seguir órdenes, fueron culpados del acto y dados de baja. La
identidad del arma culpable, el dedo que jaló el gatillo, quedó en el
anonimato. Yeltsin mismo no daba la cara desde hacía doce días. Se dice que se había refugiado en el vodka y había delegado todas las decisiones a
sus asistentes militares. Supuestamente estaba hospitalizado después
de haberse sometido a una operación de la nariz. Varios actos oficiales fueron
cancelados porque el Presidente estaba demasiado ebrio.
Ese
acto de honor de Babovich, su decisión de respetar las vidas de los inocentes y
desobedecer una orden ilegal, tuvo un éxito limitado. Doce días después
apareció Yeltsin en televisión culpando de la inestabilidad nacional a Chechenia
y a sus líderes
(con quienes se había
negado a negociar en persona). Se trataba principalmente del general Dudayev y
el “Mufti” Aslan Maskhadov. Yeltsin los
declaraba culpables de atentar contra de la integridad de la Federación Rusa y
de pretender desencadenar el colapso total del país en una caída sucesiva de dominó.
Cerró filas con sus aliados y declaró que
“el
Departamento del Interior consideraba una posible acción
militar.” La verdad es que ya había dado las órdenes para un ataque
de la fuerza aérea.
El
31 de diciembre de 1994, al amparo de las festividades de año nuevo, los
aviones rusos iniciaron una campaña intensa de bombardeos a supuestas “posiciones separatistas” en Grozny. Se dice que fue una
maniobra de Yeltsin para arroparse con el apoyo del público en las vísperas de las elecciones
que se avecinaban y mostaban porcentajes muy bajos de aprobación al presidente
alcohólico.
La
campaña fue
en realidad un castigo despiadado y
generalizado a la población civil de la capital chechena. Entró en escena el
dios Marte con violaciones, asaltos, asesinatos, ejecuciones sumarias, saqueos
al por mayor. Se asomaron todas las caras del monstruo despiadado de color
rojo, una caída
hacia el fondo del abismo donde yacían sin vida los derechos humanos.
La
fallida acción bélica
rusa, entre 1994 y 1996, dejó como saldo 25,000 muertos civiles y daños
irreparables en la infraestructura chechena. En el censo del 2000, Chechenia e
Ingushetia representaban las dos repúbicas con el más alto porcentaje de desempleo y
las tasas de producción y de ingreso promedio más bajas de todas las 89 repúblicas rusas. Los reporteros y testigos
oculares documentaron los hechos sanguinarios en las calles de Grozny. Rusia
los calló por la fuerza, muchos de ellos fueron exiliados, torturados, perseguidos
y asesinados. La ONU inició un juicio contra Rusia para responder a múltiples casos de evidente violación
de la convención de Ginebra. El cese al fuego y la retirada de los rusos parece
obedecer al ataque terrorista de la ciudad de Budyonnosk, junio del 1995. El 14
de Junio de 1995, un destacamento de 195 guerrilleros separatistas chechenos
efectuaron una redada asesina en el pueblo ruso de Budyonnosk. Venían disfrazados de miltares y
viajaban en vehículos
militares comprados del ejército ruso. Lanzaron granadas y
explosivos a la estación de policía, controlaron los edificios del
alcalde y de la estación de teléfonos.
Los guerrilleros, comandados por Shamil Basayev, tomaron de rehenes a los
pacientes y empleados del hospital local. Los terroristas estaban en control
absoluto de la ciudad de aproximadamente 2,000 habitantes. Se dice que Basayev
mismo recién había
perdido más
de veinte miembros de su familia en un ataque a la zona de Vedeno, perpetrado
por las fuerzas rusas hacía apenas un mes.
Hicieron
la petición a Boris Yeltsin para que ordenara la evacuación de todas las
fuerzas rusas destacadas en Chechenia. El sitio duro cinco días y cobró 129 vidas. Los habitantes
de Budyonnosk sufrieron miles de viscisitudes, tortura, violaciones, robos y
asesinatos durante la ocupación sangrienta de los terroristas. Basayev llegó finalmente
a un acuerdo con los rusos y al abandonar la ciudad se llevó consigo 100
rehenes como seguro de vida. Ganó la partida.
El
24 de noviembre de 1996 Yeltsin ordenó la retirada de todas las tropas rusas de
Grozny. El siguiente año se firmaron los Acuerdos de Khasayvurt que dieron
autoridad al cese al fuego y al inicio de la República Independiente de
Ichkeria y Chechenia.
(Continuará).
Giorgio Germont estudió medicina en la UACH, ejerce su
profesión en Estados Unidos. Ha publicado tres novelas: Treinta citas con la muerte (2005), Dos miserables entre la luz y la oscuridad, (2011). Ambas
recibieron sendos galardones como finalistas de los concursos USA BEST BOOK
AWARDS en los años 2007 y 2011 respectivamente. Las versiones en español de
la primera, titulada Mis encuentros con
la muerte y la segunda con el mismo nombre se publicaron en 2012 por
Editorial Perfiles. En 2016 publicó su novela Rayo azul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario