Como la vida, la
Historia es redonda, dice Fuentes Mares
Por José Luis
Muñoz
Chihuahua,
17/08/2018. Cuando mi amigo Raúl Sánchez Trillo,
históricamente conocido como Batman, me invitó a participar en estas jornadas en ocasión del centenario de don
José Fuentes Mares, acepté gustosamente. Pero metí un poco el freno cuando me
enteré del título de la Mesa: Un
historiador con escuela propia.
En primer lugar
porque, como saben quienes me conocen, no soy historiador, ni mucho menos
académico, y, en segundo, porque en mi oficio como periodista, editor y director
de medios de comunicación, la usanza es que primero escribes el artículo o la
nota, después lo discutes o no, y al final le pones el título o encabezado. Es
primero la narrativa y luego el título. Hoy la intención es a la inversa. Pero
el hecho de estar en esta cancha acompañado de Víctor Orozco me hace sentir que
tanto lo académico como lo historiador es flanco que está suficientemente
cubierto. Por ahí escuché un dicho que dice que tratándose de Historia, fuera
de la academia todo es periodismo. Así lo intentaré. Gracias, Víctor. Gracias,
Batman.
Me gusta decirle
Batman, como siempre, porque es una referencia histórica. Así lo bautizamos en
la prepa, hace 50 años. Somos la generación estudiantil que vivió el 68 en el campus
universitario de la UACH. También Víctor Orozco, que fue de nuestros líderes. 1968
fue también el año en que la Universidad adquirió su autonomía. Nos remite a
una serie de imágenes, de personas, de formas de vestir, de lugares, de temas
políticos que flotaban en nuestro ambiente estudiantil, y hasta de las tortas
universitarias o las de mole con don Pepe, que almorzábamos. Toda una historia.
Bueno, no sé si académicamente se le pueda llamar así a la nuestra.
Debo confesar que
batallo para definir con precisión lo que significa Historia, pero me alivia
saber que también historiadores y académicos enfrentan ese espinoso berenjenal.
En lo personal,
me gusta la versión etimológica que dice que historia viene del griego, que en
jónico vulgar se pronuncia historia, igual; y que nos llega a través del latín,
en el que también se pronuncia historia, y puede traducirse como
“investigación”, o bien, información en el sentido de “conocimiento adquirido
mediante investigación”, que es el sentido que le da Horódoto, a quien se
considera padre de la Historia. Aun tomando en cuenta a los consabidos que se
oponen a ello, por supuesto.
Sócrates dijo: En oida oti ouden oida –Solo sé que nada sé.
Historia
deriva del griego Oida, que significa
yo sé.
De
oida, con el sufijo tor, que indica agente, se formó oistor (sabio, el que sabe).
Y luego, de oistor con el sufijo ia,
indicativo de cualidad, se formó oisotoria
(lo cual sería cualidad del saber, cuentos del sabio).
O
bien, en libre traducción de mi cosecha: Lo que cuenta el que sabe porque
investigó.
Bueno, según esta
versión lexicológica, por supuesto. Porque, no faltaba más, hablando de
historia, todo es cuestionable. Desde la definición.
El diccionario de
la Real Academia Española nos ofrece varias opciones:
a)
Narración y
exposición de acontecimientos pasados.
b)
Disciplina que
estudia los acontecimientos pasados.
c)
Obra compuesta
por un escritor.
d)
Relación de
cualquier aventura.
e)
Incluso apunta el
mismo diccionario una mas: Narración inventada.
Todo eso puede
ser historia. Podríamos decir que hay definiciones para todos los gustos.
Sin embargo, el célebre historiador francés Michel de
Certeau afirma que La Historia nunca es segura.
Para algunos la Historia
comienza con la escritura. Antes de eso todo es prehistoria. En este sentido,
es la palabra quien convierte los sucesos en historia.
Alguien diría injustamente que la historia es solo
palabras.
Pero escuchemos
lo que dice al respecto Fuentes Mares: “El problema, dice, arranca de lo que la
Historia y la tarea del historiador sean o hayan de ser, cuestión que se
planteó ya en Los Nueve Libros de
Heródoto y que no se resuelve todavía por entero: como si la Historia fuese
todo y nada, tarea inconclusa siempre, niebla en la que vivimos inmersos, ser y
siendo de toda realidad posible. Digo que de toda realidad porque todo es
historia. Todo, al en final de cuentas”.
Siendo así, digo
yo, justamente Heródoto no sería el Padre de la Historia, pues su data, su
información, la obtuvo de relatos, que por supuesto ya existían, luego eran
Historia. Hubo historia antes de Heródoto. Contó historias ya contadas. Pero
eso no lo hace uno de tantos, lo distingue el orden, el formato y la presentación
que les dio, y sobre todo el hecho de que con inusitado instinto de
mercadotecnia lanzó a la fama la palabra Historia.
Y se hizo su
padre.
Así pues, la
Historia no es lineal. Fuentes Mares dice que, como la vida, es redonda.
Y cuando se
refería al proceso creativo del escritor, fuera novelista, historiador, poeta o
periodista, lo definía como una gestión de tres fases.
Por una parte son
los hechos y su investigación, (en el oficio de investigador él fue un
practicante brillante, sorprendente en su época). Por otra, el estudio, el
análisis de los hechos para darles sentido, la aplicación de la inteligencia; y
para materializar el círculo, la narrativa.
Estos son los 3
componentes, mismos 3 que las ancestrales musas Mnemesia, Melita y Aída, le muestran
a Hesíodo en el helicón aquel cerro de camino helicoidal que conduce al
infinito.
Mnemesia, la
memoria. Es decir, la que registra los hechos.
Melita, la
meditación. La que procesa la data.
Y Aída, el canto,
el verbo, la expresión.
Antes del
análisis y antes de la narración los datos son menos que mudos fantasmas
perdidos en la oscura inmensidad del pasado... sin luz, sin vida.
Fuentes Mares
dice:
Lo que ocurre es que el pasado carece de
significación sin la intervención del punto de vista del historiador.
En cambio,
reflexiona, en cuanto a lo que para el historiador sea la historia el problema
parece menos complejo, dado que se resuelve en soluciones subjetivas. Desde el
punto de vista del historiador diría que la historia es el quehacer subjetivo
que se ejerce sobre materiales objetivos; es el intento personal de recrear lo
pretérito, de ahí, sus encantos y sus limitaciones.
Entendida pues la
Historia como un quehacer subjetivo y personal, personalísimo diría yo, surgen
muy interesantes dudas.
No recuerdo de dónde la tomé ni cuando, pero llevo en la
memoria la sentencia aquella de que escribir Historia, en teoría, siempre
requiere estar alejado de la pasión, pero en la práctica todo historiador
escribe con pasión.
Una reportera le
preguntó a Fuentes Mares a principios de los años 50:
¿Para un historiador, es difícil ser objetivo?
Fuentes Mares respondió:
Esa es una muy buena pregunta, déjeme pensarlo. Luego dijo: Ser objetivo cuesta
un poco de trabajo, pero se consigue proponiéndoselo y, sobre todo, no comprando
pleitos de siglos pasados.
En otra ocasión,
ya con más profundidad, declaró:
Es muy frecuente que
la presunta objetividad de un historiador solo oculte incapacidad para el
asombro, ceguera frente al quehacer maravilloso de otros hombres.
En este punto,
agrega:
Tocamos un problema de singular importancia,
manoseado sin medida, que es el de la objetividad del historiador. Es costumbre
acusar con desenfado: “El señor X no es un historiador objetivo”. Y se arroja
el terrible dardo con la misma frescura con que se echa en cara la calvicie o
el estrabismo de un pobre diablo.
Yo, lo reconozco, experimento no sé qué
profunda aversión hacia historiadores que hacen gala de objetividad y si esa
gala me sienta de ese modo será porque lucho inútilmente por alcanzarla.
Metido en la historia de mi patria durante 25
años, hago de la objetividad mi estrella polar, pero no la alcanzo.
Con descarnada
honestidad, concluye: Tal vez suceda que no tengo los medios de lograrla y no
lo haga por temor a dar también esquinazo a una serie de pasiones limpias a las
que no quiero renunciar.
No, no voy a conducirme
fríamente ante lo que adoro, ni ante lo que detesto. No soy inmune ante lo
bello y lo bueno, porque de lo bello y lo bueno resulta también lo verdadero.
Pero he luchado toda la vida por mantener el amor y el rechazo en el plano de
la honestidad intelectual más estricta, honestidad que es condición sine qua
non del quehacer historiográfico.
Tengo para mí que
los historiadores tendrán algún día su Valle de Josafat, y allí, su juicio final
con Clío, delegada divina, en su trono de fuego.
Y creo también
que Clío tendrá piedad de los apasionados, enviará al limbo a los “objetivos” y
condenará al fuego a los deshonestos.
Pero, yo me
pregunto: ¿Qué tanto le importa de la historia al público común? ¿Está acaso la
llamada objetividad entre sus prioridades? ¿Habrá quien disfruta que los
argumentos no sean los padres de las convicciones, sino sus hijos?
Tenorio Trillo parece
abrogarse el derecho de responder, cuando dice : “Si leer historia únicamente
le ha dado la felicidad de estar en lo correcto, para eso es mejor el alcohol o
el sexo. Cuando la Historia molesta, cuestiona, pone en entredicho identidades,
creencias y afiliaciones, es cuando más es ella”.
Personalmente no
podré decir si Fuentes Mares creó, inauguró o ensayó una escuela propia de
hacer o de escribir la Historia. Francamente está fuera de mis posibilidades.
No es que lo dude o lo niegue, pero estoy seguro de no soy quien para probarlo.
Creo que el título de la mesa pone muy alta la vara, pues la deja como premio de palo encebado, solo alcanzable
para quien, además de historiador y exégeta, debe ser historiador de la
evolución de las formas de tratar la historia. O sease, aquí mi amigo Víctor.
Pero bien podemos
echarle un ojo al impacto que tuvieron los libros de Fuentes Mares, tanto en los
círculos intelectuales como en el gran público de su época.
Recordemos que
Fuentes Mares irrumpe en el horizonte editorial del México de mediados del
siglo pasado como un flashazo en la oscuridad, sorprendiendo al régimen
revolucionario en el cerrado rincón donde se confeccionaba la historia oficial.
Bien dicen
Guillermo Hernández y Heriberto Ramírez en la nota introductoria del libro Ensayos y discursos que tuvo a bien
publicar la UACH, que desde temprano se puede ver su proyecto desacralizador de
la historia oficial, que ciertamente es al que entrega su vida.
En una entrevista
con Connie Ibarzábal hace más de 45 años, Fuentes Mares platica:
Desde niño comencé
a sentir asco por la historia oficial y por su culto idiota a los seres...
estas cosas de las canonizaciones oficiales me parecen particularmente
repugnantes
Y remata: La
historia oficial de México se parece a una iglesia llena de santos. A lo mejor
debiera yo ser protestante porque prefiero las iglesias que no tienen
santos.
Connie le
pregunta: ¿por qué tiende usted a atacar a nuestros héroes?
Yo no tiendo a atacar
a nadie, le responde mustiamente. Atacar significa una necesidad de pelear y yo
no la tengo, soy un hombre de paz. Lo que ocurre es que cuando los señores no
se dejan defender, fracaso como abogado.
Repudiaba y se
mofaba de las películas mexicanas de mediados del siglo pasado, en las que los
protagonistas eran buenos, buenos, buenos, o malos, malos. Recientemente vi un
meme que circula profusamente en redes, que juraría que él lo escribió y que
dice:
El malo no es tan malo y el bueno no es tan
bueno. Pero el pendejo sí.
Lo que sí
escribió y firmó fue que la figura mítica del héroe, suspendida como una nube
entre el sol y la tierra, ha producido sombras y en ocasiones noches enteras de
ignorancia embrutecedora.
En una excelente
entrevista con mi también muy entrañable amigo y colega Jaime Pérez Mendoza, Fuentes
Mares profundiza:
El héroe de
conducta heroica permanente no existe, salvo cuando la historia se vuelve
mitología... pues aquí, –se refiere a México– punto menos que por decreto hemos
fraguado la imagen de héroes de tiempo completo. El full time hero es el héroe típico de la historia mexicana. Un ente
sin caídas ni debilidades, el ser perfecto en lucha con los imperfectos, el
bueno contra los malos, Ormuz y Arimán, teogonía y maniqueísmo, en vez de
historia.
Le expresa a
Jaime la razón de su labor: liquidar las imposturas y demostrar que se nos
estaba mintiendo sistemáticamente, que se nos había sujetado durante muchos
años, más de un siglo, a un proceso de desidentificación, de destrucción
interior.
Cuando viví en
España en 1948, cuenta, sentí que mi ser cobraba una vida nueva, que comenzaba
a tener sentido de lo que una vida tenía que ser. Tenía que invertir mi vida en
otra cosa diferente a lo que la había invertido. Yo tenía que hacer algo para
recuperar el terreno que mi raza y mi cultura habían perdido en América y que a
eso iba yo a dedicar mi vida.
En la misma
perspectiva, dice:
Mi único fin es
colaborar con un grano de arena a recuperar la identidad...
...lo he
sostenido en mis libros... El enfoque que se ha dado a la educación en este
país ha sido verdaderamente negativo y destructivo. Lo que ha ocurrido con la
educación que se ha impartido en México es que el mexicano ha perdido la
conciencia de su identidad. El mexicano no sabe lo que es. Y ha acabado por
identificarse con los mariachis, con Yo soy Puro Mexicano. Yo soy muy macho. Nunca
pierdo y cuando pierdo arrebato. Ha acabado en eso, en folclorismo. El mexicano
ha perdido su identidad nacional y tan la ha perdido que es un pueblo mimético,
que a fines del siglo XIX y principios del XX se afrancesó, de la misma manera
que en los tiempos actuales se ha ayanqueado. ¿Por qué hace un siglo México era
una caricatura de Francia y ahora es una caricatura de los Estados Unidos? Precisamente
por eso, porque ha perdido la identidad... vamos... perdido es mucho decir, porque
nunca ha tenido un concepto de su identidad. El mexicanismo de los mexicanos es
muy cutáneo y superficial. Falta el sustrato cultural necesario para que esa
emulsión realmente pegue las partes que andan dispersas.
... El otro día una persona me dijo: Mucha
gente me ha hablado de usted. Y una de las cosas que más le reprochan es que se
sienta usted español. Es más, dicen que cuando sale al campo, se va usted con sombrero
campero andaluz.
Sí, le dije, efectivamente, no lo uso en la
ciudad porque en la ciudad no uso sombrero, pese a que mi calvicie
craneanamente totalizadora me autorizaría a llevarlo. Entonces, cuando salgo al
campo llevo un sombrero campero andaluz. Nada más pregúntele usted a ese señor
que se lo dijo, por qué él lleva botas texanas, y pregúntele por qué cuando
sale al campo se pone una texana. Yo encuentro mucho más razonable llevar las
botas cordobesas que tengo y mi sobrero andaluz que es lo mío, en última
instancia, lo mío de siglos. Es la sangre que llevo dentro ¡que no ponerme unas
pinches botas texanas puntiagudas, con punta plateada, y una texana comprada en
una store de El Paso.
El éxito que tuvo
el discurso de Fuentes Mares y sus libros desde mediados de siglo fue grandioso.
El ínclito
académico de la historia Luis González y González dice que para 1950, a sus 32
años de edad, Fuentes Mares es ya dueño de su propia concepción de la historia.
Fuentes Mares
trabajaba intensamente. Luis González hace el recuento. En dos años, entre 1942
y 1944, recibió de la UNAM tres títulos: la licenciatura en derecho; la
maestría y el doctorado en historia. En 42 publicó Gabino Barreda, en 43 Ley,
Sociedad y Política; y Kant y la
evolución de la conciencia sociopolítica moderna salió de prensas el 46.
Entre 44 y 45 dictó una serie de cursos en la Facultad de Filosofía y Letras de
la UNAM, que le dieron gran proyección intelectual en la metrópoli, se hizo
visible para el primer círculo de pensadores mexicanos de la época y le
contaron para recibir becas en el extranjero.
Un momento
estelar en su vida de escritor es, sin duda, la aparición de Poinsett, historia de una gran intriga.
Poinsett
lo impulsa y lo convierte en un personaje osado en el mundo de la
historiografía mexicana, que en muchos sentidos mantenía oculto, alejado de la
visibilidad pública, al primer enviado diplomático de los Estados Unidos a
México.
Ese año, sin
conocer personalmente a Fuentes Mares, José Vasconcelos escribe en El Universal: En el drama fundamental de
nuestra historia, o sea la lucha Poinsett y Lucas Alamán, es este último el
símbolo de todo lo que México debió ser y no pudo plasmar. En tanto que
Poinsett representa los argumentos del 47, las alianzas que hicieron triunfar
al juarismo y las escuadras navales que el primer Roosvelt hizo pasear por
todos los mares del continente en respaldo de su política de palo fuerte contra
los pueblos débiles.
Luego,
Vasconcelos escribe: escuchemos a este respecto a Fuentes Mares. Y transcribe líneas
centrales y párrafos completos del libro, para terminar diciendo:
¿Hasta cuándo
libros como el de Fuentes Mares se harán obligatorios en nuestros cursos de Historia
en las secundarias?
A unos meses de
la aparición del Poinsett, Fuentes
Mares era ya un referente, o mejor dicho El Referente de la historia no
oficial.
Luego vino Y México se refugió en el desierto.
González recuerda
que Cossío Villegas, quien escribía esos temas bajo el seudónimo de Rosa Peralta,
cosa que todo mundo sabía, saludó a la biografía de Luis Terrazas, “fundador
del imperio ganadero más grande del mundo”, como una obra maestra de recreación
histórica. Escrita, decía Rosa, en estilo cálido y lúcido. Pero no dejó de
deplorar que fuese “tan anti-liberal”, tan “anti juarista” y en definitiva, tan
polémico.
Ya imagino cómo
eso inflamaba el gozo de Fuentes Mares.
Don Daniel tenía,
tuvo toda su vida, fama de ser muy escaso para los halagos.
“Fuentes Mares
–dijo Cossio– prefiere los temas polémicos:
ayer Poinsett, hoy Terrazas, mañana, quizá Santa Anna.
Sigue diciendo
González: En 1956 el don de profecía del nuevo Daniel se apuntó una victoria.
Ese año circuló como pan caliente Santa
Anna: aurora y ocaso de un comediante.
El rumor de que
el biógrafo de Poinsett, Terrazas y Santa Anna convertía los asuntos de desnuda
investigación histórica en vivo relato artístico, acabó siendo lugar común.
Luego la crítica recibió
la cuatrilogía de Juárez con verdadero entusiasmo.
La portada de la
revista Señal lo llamó iconoclasta,
como un aplauso.
Otros lo
definieron polifacético, irónico, genial.
Vasconcelos
aplaude lo “útil” de su trabajo y a Fuentes Mares lo califica, sin conocerlo
personalmente, como un escritor nato, de garra.
Guadalupe Chávez
Bifaña dice de él que es el escritor que capta la atención de todo México.
Luis González ennumera
sus virtudes: historiador apasionado y apasionante, libre y lúcido, incansable e
íntegro, cáustico y caudaloso...
Se afirma entonces
también que “en los últimos tiempos ningún mexicano ha hecho una labor tan
fecunda como Fuentes Mares al abordar el estudio de temas históricos, sobre
todo de la época de Juárez”.
También, la
revista Señal dice que todos
coinciden en que la obra de Fuentes Mares, como tarea individual, no ha sido
igualada en cuanto al siglo XIX mexicano.
Revista de Revistas agrega que los lectores aplauden que la obra de
Fuentes Mares esté llena de humor, ironía, imaginación, creatividad y sorpresa
literaria.
El periódico El Día, de filiación obrerista, habla de
“su particular manera de escribir la historia, anti solemne, alejada de las
palabras y las estructuras típicamente académicas y, sobre todo, alejada de la
historia oficial. Lo califica como “una inteligencia libre de servidumbres”.
Luis González: adjudica
a Fuentes Mares varias acciones ejemplares, entre ellas, dice, las que se
designan con los nombres de perseverancia, fecundidad, honradez, desarrollo
libre del saber, erudición, alegría, buen gusto, amor a la materia, a la patria
y a la hispanidad, a la vida provinciana, a los viajes... y el odio a los
farsantes.
Dice de él que
puso en su sitio a los mentirosos y que fue, antes que nada, delator.
Fuentes Mares
confirma la visión de sí mismo: El escritor, dice, es un francotirador, un
agazapado. El escritor es un señor que se apuesta en una ventana, detrás de un
cerco de piedras para dispararle a alguien. A alguien que es en concreto la
vida que pasa.
Guadalupe Chávez
le pregunta: ¿Cuál es el mejor humorista de los escritores mexicanos?
Humorista de buen
humor, seguramente Marco Almazán y, a su modo, Jorge Ibargüengoitia. Humorista
de mal humor, sobre todo después de inventar y de aplicar el esperpentoscopio a
la historia mexicana, seguramente yo. Sin la invención del esperpentoscopio no
habría sido posible Las Mil y Una Noches
Mexicanas.
Muy interesante
es el estudio contemporáneo del investigador de la UACJ Luis Carlos Salazar Quintana,
quien publica un ensayo que enfoca el carácter satírico de la narrativa de
Fuentes Mares como factor definitorio de su postura subversiva.
Dice que practicó
una narrativa peculiar, lo mismo en los libros de rigor documental como en los
de intención literaria, sobre la base del humor y la ironía, creando lo que
podría llamarse La Sátira de la Historia.
Y agrega Salazar:
Fuentes Mares encontró que a través de la risa podría lograr algo más que
adhiriéndose simplemente a la formalidad. Manejó el carácter histórico de la
risa como expresión contestataria del status quo.
Fuentes Mares lo
ve así: En 1953 declaró: Yo llegué a la conclusión, hace muchísimos años, de
que el instrumento de comunicación, el lenguaje, en sí, no era suficiente; que
era indispensable hacerte un lenguaje propio, el estilo de decir las cosas,
para conseguir el objetivo servicial de tu vocación. Sin él, no sirves.
Quizá estos
puedan ser algunos datos para el estudio académico sobre el tema de la escuela fuentes
marista, si es que siguió alguna, si es que labró la suya con un conjunto de
aportaciones originales. Me queda claro que desdeñó rotundamente el método
marxista, de tan profunda huella, principalmente en su tiempo.
Un día le
preguntaron: ¿Qué opina del materialismo histórico?
Que es una
teología dogmática en la cual el hombre ocupa el papel de Dios. En este sentido, El Capital desempeña en nuestro tiempo la función del Summa Teológica de Santo Tomas de Aquino
en la Edad Media.
Es un dogmatismo
cerrado y de los más nefastos: de los que todo lo tienen resuelto.
Me detengo en
esta última frase, absolutamente condenatoria: dogmatismo, de los que todo lo
tienen resuelto.
Con Fuentes Mares
no hay límites, porque ni hay espacios prohibidos para la discusión, ni puntos
finales que no se puedan rebasar.
Además de su
fijación positiva sobre la identidad nacional y su repugnancia por la historia
oficial, ¿qué resorte existencial movió a Fuentes Mares a trabajar y producir
tanto?
Yo definiría toda
mi obra, confiesa, concretamente, toda, toda mi obra, como un proyecto de ser
yo mismo; de justificarme yo mismo ante mis ojos y a los ojos de quienes han
creído en mí. Cuando Antonio Caso murió yo sentí que tenía que responder a lo
que Antonio Caso esperó de mí. Entre abogados es muy común hablar de pasivos
hereditarios. Porque una herencia tiene dos caras, lo que dejan para que lo
disfrutes y lo que te dejan para que pagues. Las cargas hereditarias. Yo diría
que en ese sentido, esa es la carga hereditaria; la obligación ineludible e
inevitable de tener que llegar a ser la
gente que Antonio Caso quiso que yo fuera. Todo arranca de aquel pasivo
hereditario, de aquella carga hereditaria. Yo no podía fallarle a gente que
había creído en mí.
Su fama lo lleva
a tener acceso a las distintas élites de su tiempo.
Las gentes que han llegado al poder en México
en los últimos años, relata, conocen mis libros y no solo los conocen,
sino que les han gustado muchísimo.
El único presidente que me dijo que no estaba
de acuerdo con lo que yo escribía fue López Mateos.
Después he tenido oportunidad de oír en labios
de ellos mismos la significación que le han dado a mis libros. Donde más éxito
tienen mis libros es en el sector público mexicano, que es justamente donde yo
quería que tuvieran eco.
Dice Jürguen
Habermas que si el historiador escribe con pasión y el lector consume Historia
igualmente apasionado, quizá la Historia pueda ser enfermedad política de la
moral, en la medida que escogemos moral y política como decisión; en esa
ecuación no aprendemos Historia, dice, juramos fidelidad a banderas,
ideologías, sentimientos.
Así me sucedió
cuando leí, hace muchos años, Poinsset,
historia de una gran intriga. Verdaderamente aprendí, Fuentes Mares me
enseñó, a sentirme ofendido, agraviado por la acción perversa y dañina del nefasto
ministro norteamericano, en mi país y en toda Iberoamérica. Tanto que tiempo
después, estando en Miami, en una oportunidad
tomé un vuelo a Columbia, Carolina del Sur. Llegando renté un auto y me
dirigí a Stateburg en busca de la tumba de Poinsset, con el vengativo propósito
nacionalista de orinar sobre ella, casi como un
homenaje al maestro Fuentes Mares. Antes me tomé un par de cervezas para
rellenar la vejiga. Me acompañó una amiga norteamericana, totalmente WASP que,
al conocer mi versión de la historia escrita por Fuentes Mares, gustosamente se
animó a tomarme las correspondientes fotos, que por supuesto aún conservo.
Al terminar mi
cometido, mi amiga me dijo: sigo yo.
Lamento no
haberlo hecho antes de su muerte, para habérselo contado. No sé cómo hubiera
reaccionado.
Pero como él
decía, la Historia es la vida y la vida es la Historia.
Y como la vida,
la Historia es redonda. Así comienza su presentación a la Historia ilustrada de México, de Hernán Cortes a Miguel De la Madrid.
Redonda,
¿por qué? Porque no es línea recta. Una línea recta prolongada al infinito
terminas por perderla de vista. No hay telescopio que alcance; pero tampoco es simplemente
línea curva, porque línea curva tendría que ser o línea descendente o línea
ascendente. Y al final de cuentas, si fuese curva, en uno de sus momentos sería
luego recta y se prolongaría al infinito. Solamente el concepto de círculo te
da la versión exacta de la vida y de la historia.
No que
la historia se repita, no, esto es otra cosa. La historia no se repite, nunca
se repite porque las personas que vivían han dejado de vivir. Y los objetos de
la historia básicamente son los hombres y su quehacer, los hombres y su
conducta. Entonces, las conductas de esos hombres, sujetos reales de la
historia, son las que no desaparecen: reaparecen. Como todo en la vida.
Fuentes Mares se
burlaba de quienes en un discurso, regularmente inaugural o conmemorativo, dicen
“Hoy es un día histórico”. Su visión es que todos los días, todos los momentos
son históricos. Lo que sí, decía, hay días memorables.
A media mañana del
7 de noviembre de 1984, por ahí de las 11, llegó Fuentes Mares a mi casa. Ese
día y el siguiente estuve en tratamiento médico y decidí no ir a mi oficina en El Heraldo de Chihuahua. Llevaba un
libro de formato media carta en la mano: Líderes,
de Richard Nixon. Le traigo esta perlita, me dijo, pero no me lo entregó. Ya
conocía el camino y pasó directo a la biblioteca. Antes de sentarse abrió el
libro donde llevaba el dedo índice como separador. Escuche esto que cuenta
Nixón, me dijo con rostro de niño entusiasmado, y leyó:
Lady Astor, la primera mujer que ocupó un
escaño en el parlamento británico, le dijo una vez a Winston Churchil: Si yo
fuera su esposa pondría veneno en su café, a lo que Churchil replicó: Si yo
fuera su esposo me lo bebería.
Cerró el libro de
un carpetazo y lo puso sobre mi escritorio con el rostro entero ocupado por la
carcajada.
Trae cosas
buenísimas, dijo en tono de contento.
Al momento
estábamos comentando las noticias. Eran frescas, la reelección de Ronald Reagan
y el triunfo del Frente Sandinista en Nicaragua, que llevó a Daniel Ortega a la
presidencia por vez primera.
Fuentes Mares
comentó: Reagan nunca va a cambiar su postura respecto a Nicaragua, al contrario,
en su segundo mandato la va a recrudecer. Ya veo un Vietnam, sin soldados
norteamericanos, pero con Estados Unidos inmerso hasta los codos en Nicaragua...
y destinado a perder. Luego, visionario y colmilludo, dijo: pero que los
sandinistas hayan sido capaces de ganar la guerra y las elecciones no quiere
decir que vayan a ser buenos gobernantes. Ojalá venga una generación nueva que sustituya
en el poder a los guerrilleros, o Daniel Ortega se va a convertir en un nuevo
Somoza.
Opuesto a lo que
pueden pensar quienes tachan a Fuentes Mares de “derechista”, él daba la razón
histórica al sandinismo y condenaba la intransigencia de Reagan.
En una ocasión me
aseguró que si viviera en España, votaría socialista. Eran tiempos de Felipe
González.
Hablábamos de mis
visitas a Nicaragua como enviado especial de El Sol de México, cuando sonó el teléfono. Era el coronel jefe del
estado mayor de la región militar.
Recibí la llamada
en altavoz, de modo que Fuentes Mares escuchó.
El coronel me
transmitió rápidamente un mensaje “de parte del general comandante”. Era una
primicia. Quería que supiera que esa mañana cientos de efectivos bajo su mando
habían ocupado un enorme campamento de procesamiento de mariguana y asegurado
miles de toneladas... y que en el campamento trabajaban miles de hombres, entre
5 y 10 mil. “Mándeme a su gente, me dijo, y yo los hago llegar por nuestros
medios. Está retirado y nadie puede entrar por su cuenta”.
¿Dónde es?
Un lugar llamado
Búfalo, en el municipio de Jiménez.
Ninguno de los
dos habíamos escuchado nunca ese nombre.
Se quedó a
acompañarme mientras yo daba instrucciones de cobertura. Habló de que el tema
del narcotráfico nos estaba llevando a estadios insospechados y precisó: esto
no sucede más que bajo una gran red de complicidad. Habrá que ver por qué se
les vino abajo. Fuentes Mares estaba entusiasmado. Le excitaban los hechos.
Al despedirse, ya
en la puerta, me dijo: Día intenso, José Luis. Pero no olvide el librito. Lo va a disfrutar.
Y vaya si lo
disfruté: Es un libro en el que Richard Nixon, 8 años vicepresidente y 6 años
presidente de los Estados Unidos, entrega un conjunto de semblanzas de algunos de
los hombres que más admiró, conoció y trató personalmente. Estadistas que en su
época hicieron historia. Muy interesante. Pero más interesante aun porque
Fuentes Mares ya lo había leído y subrayado y hecho anotaciones al margen. Así
que ahí leí no solo a Nixon, sino también a Fuentes Mares.
En la
introducción dice Nixon que la fórmula infalible para colocar a un líder entre
los grandes consta de tres elementos: un gran hombre, un gran país y una gran
causa.
Fuentes Mares solo
subraya la causa.
Un día me lo explicó,
en otro contexto; palabras más palabras menos me dijo que un gran hombre sin
causa, así esté en un gran país, es como un rebelde sin causa. De nada sirve.
La causa es lo que hace grande al hombre en el país del tamaño que sea. El
mejor rebelde es el que tiene la mejor causa.
Hay muchos más
subrayados en el libro que muestran la predilección temática y las afinidades
digamos filosóficas y anecdóticas de Fuentes Mares sobre el ejercicio del
poder.
Pero hay una frase
que el lector común pudo pasar sin detenimiento y que es una de las primeras
escritas por Nixon que subraya Fuentes Mares: “Las intrigas del mundo universitario
son tan bizantinas como las de un congreso de partido político”.
No es necesario
tener una ventana al pasado para ver a Fuentes Mares decidiendo subrayar esa
frase, en la que seguramente le atrajeron sobre todo las palabras “intrigas del
mundo universitario”.
Por supuesto, es
obligatorio historiar a Fuentes Mares, contemplarlo en su faceta de protagonista
de la historia. De una historia en particular. La Universidad. Esta Universidad
de Chihuahua.
Es este recinto
universitario escenario inmejorable para ver su paso por la Universidad como
rector.
La huella que
dejó Fuentes Mares en la Universidad es la que indica, para la historia, el
peligro que acecha a la Universidad y la obligación universitaria de levantar
diques y murallas que eviten la vulnerabilidad.
Como sabemos, es
Fuentes Mares quien propone la Autonomía Universitaria siendo rector. Y como
sabemos, es obligado a renunciar por la vía de la presión política, emprendida
por grupos extrauniversitarios que enarbolaron la bandera juarista para cometer
paradójicamente un acto de intolerancia radicalmente anti juarista, como dice con
todas sus letras Víctor Orozco en su excelente prólogo a las obras de Fuentes
Mares editadas por la UACJ.
Yo diría que,
además, es un acto de pandillerismo político.
En su visión
coinciden Víctor y Fuentes Mares. Fue un acto contrario al liberalismo
juarista. Fuentes Mares escribe en su carta de renuncia a la rectoría que los
presuntos liberales de mediados del Siglo XX
que movieron el agua para expulsarlo por haber escrito Y México se refugió en el desierto,
derrotaron a los liberales del siglo XIX que ganaron la Guerra con Juárez al
frente. Así, les dice: “Señores llamados liberales, habéis vengado a los
conservadores que perdieron la batalla del siglo XIX. Ahora sois vosotros los
vencedores de aquel González Ortega que derrotó a Miramón en Calpulalpan el 22
de diciembre de 1860. Vencéis por un momento a quienes ganaron la Guerra de Reforma,
porque con ella se ganó también el artículo 7 de la Constitución de 1857, que
se conserva en la constitución actual.
Decir, como ahora
afirman mis opositores, que tengo el derecho de escribir libremente cuanto quiera,
pero no el de ser rector de la Universidad, por lo que he escrito, es tan
absurdo como imponer de antemano una sanción a quienes ejerciten derechos
constitucionales en forma que no satisfaga los intereses de algún grupo.
Si el ejercicio
de una garantía constitucional trae aparejada una sanción, la garantía
constitucional desaparece. O vale la constitución o vale la represalia.
Su idea de la libertad
de pensamiento queda aún más clara cuando en un discurso previo, pero ya como
rector, Fuentes Mares se refiere a la tolerancia, hoy tan de moda como valor, o
como ausencia:
La tolerancia, dice, es
un concepto vulgar y mezquino puesto en circulación por el siglo XIX, pero es
también un concepto ofensivo para la dignidad elemental del hombre, porque solo
se tolera lo que no es digno de respetarse.
Y como lo dice
siendo rector, sentencia:
Sin rubor declaramos que en esta escuela
universitaria no exista la tolerancia; aquí existe solo el respeto ilimitado a
las ideas ajenas. Respetamos las ideas por el hecho de ser ideas de hombres, a
su vez titulares de dignidad moral.
Fue Teófilo
Borunda quién, con gran entusiasmo, invitó a Fuentes Mares a ser rector. Eso era
entonces lo legal, antes de que se otorgara la autonomía a la Universidad en
1968. Y fue también Teófilo quien le dijo a Fuentes Mares en medio del
torbellino que era “mejor” que renunciara.
Era ya presidente
electo de México Adolfo López Mateos, el único presidente mexicano que le dijo
a Fuentes Mares que no le gustaba lo que escribía.
En una ocasión,
aun en vida del maestro Fuentes Mares, departimos en una comida Saúl González
Herrera, antes de que fuera gobernador, Miguel Etzel Maldonado, Carlos Figueroa
Sandoval y yo en el restaurant El Cortijo. Ahí le gustaba comer a don Saúl
paella rociada con jerez y acompañada con vino de Caparroso. Comidas cargadas
de información política.
En esa ocasión le
pregunté a don Saúl sobre “la caída de Fuentes Mares como rector”.
Me dijo, en
síntesis, varias cosas:
1. Que entonces
la masonería estaba muy fuerte. En el país, seguramente más que en el
estado.
2. Que en el
círculo rojo del entonces presidente electo, Adolfo López Mateos, no veían a
Fuentes Mares aislado, como un rector “antijuarista” o “conservador” solitario en
las llanuras del norte. No.
Y otra: Creo –me
dijo– que el hecho de invitar a Vasconcelos a Chihuahua, y que Vasconcelos
viniera, fue un factor que llevó a que la decisión de pedirle la renuncia se
tomara en México.
Sé que Teófilo lo
estimaba, agregó, pero no lo pudo sostener.
Luego de su exposición,
González Herrera me propuso:
Sé que es su
amigo. Invítenos a comer.
¿Y hablamos del
tema?, le inquirí.
A ver si acepta
la invitación de su parte.
Sale. Yo invito,
le dije.
Al día siguiente
por la noche le hablé a Fuentes Mares a su casa. Le dije que debíamos juntarnos
a cenar mañana o a desayunar pasado. ¿cómo anda?, le pregunté, a sabiendas de
que se iba a interesar.
¿Qué acontece?,
preguntó.
La Universidad,
le dije.
El entonces
rector, como algunos de los presentes recordarán, el licenciado Reyes Humberto
de las Casas Duarte alias El Pato, iba reelección tras reelección por el tercer
período, a paso de ganso.
¿Por qué el
gobernador no pone en cintura al rector?, me respondió con enojo, más a manera
de opinión que de pregunta.
También platicarle
que comí con don Saúl... Muy interesante, agregué.
Hubo un silencio.
Decidió que
cenáramos.
Le platiqué la
conversación con Saúl y me dijo: ¿Qué más hay?
Entendí que
quería procesar lo de Saúl con algo más.
¿Tuvo usted algún
enfrentamiento con algún funcionario federal en aquel entonces?, le pregunté.
Ningún
funcionario federal hablaba más que con el gobernador. Pero es cierto. Me
vieron como una amenaza al sistema. Alguien los convenció de eso.
¿A quiénes,
maestro?
Y Saúl aprovechó
la circunstancia. Fue él quien me sucedió en la rectoría.
¿A quiénes
convencieron, maestro... al nuevo gobierno, al presidente electo, a López
Mateos?
Le mentiría si le
dijera que tengo pruebas. Por ello no voy a especular. Lo que sí le puedo decir
con toda certeza es que no teníamos un plan conspiratorio. Efectivamente,
Vasconcelos vino, como usted sabe. Vino en tren, ya muy enfermo. Tanto, que
murió dos meses después.
En su Intravagario Fuentes Mares escribió:
No se engañaba Vasconcelos en cuanto a las
posibilidades de salir bien librado del lío universitario. “No se haga
ilusiones, me dijo. Va a tener que dejar la Universidad. En este país no se
puede ser rector y escribir lo que escribe usted. Pero no se preocupe: ya le
reconocen la gloria de ser traidor a la Patria, y eso vale mucho”.
Fue en aquellos
días cuando escribió una frase maravillosa:
Yo no amo a
nada más que a la libertad.
Días después me
comentó por teléfono: Mire, ahora es de nuevo Saúl el que agita a la universidad, quizá con razón. Pero
su objetivo es otro, ya no la universidad, sino el gobernador. El mismo que lo
hizo tesorero. Ahora va contra él.
Entendí que esa
era su respuesta a la invitación a comer los tres. No volvimos a tocar el tema.
El 19 de
septiembre de 1985, el día del terremoto que devastó a la ciudad de México,
Ornelas dejó la gubernatura en medio de presiones supuestamente universitarias,
pero que en realidad obedecían a la intención del secretario de gobernación,
Manuel Bartlet, por poner un gobernador que próximamente le permitiera cometer
el fraude electoral de 1986.
Unos días después
comí con Fuentes Mares, ya muy enfermo,
y me dijo: “Si Bartlet llega a ser presidente, este país perderá todo lo
poco que podemos tener de democracia”.
Fuentes Mares era
escritor, historiador, filósofo y narrador en todo momento. Como dramaturgo, vivía
el teatro hasta a la hora de comer. Y vaya, que era un tragón profesional y un
histriónico natural. Durante una buena temporada, siendo yo director de El Fronterizo de Ciudad Juárez y de El Continental de El Paso, Texas, y él
director de Novedades de Chihuahua,
cultivamos la excelente costumbre de reunirnos a comer ocasionalmente aquí o
allá, cuando él iba o yo venía. Su Nueva
guía de descarriados, actualización, como él decía , de la Guía de los descarriados escrita por
Maimónides en árabe la segunda centuria del milenio pasado, ya acumulaba la
tercera o cuarte edición. Pero la de Maimónides es un tratado del conocimiento
de Dios y la de Fuentes Mares trata el arte del buen comer y el mejor beber,
“el mayor de los placeres del hombre”. Luego, ya siendo yo director de El Heraldo de Chihuahua y él recién ex
director de Novedades, las comidas
juntos fueron más frecuentes. Nos reunimos en su, en ese entonces, restaurante
favorito aquí en Chihuahua, el Salignac. Luego de su fallecimiento, en ese restaurante
y en el muro inmediato a la mesa en que comíamos en sus últimos días, colocaron
una placa con un texto que yo escribí a petición de los propietarios, y que
hacía alusión al Club de Los Pocos, como se le ocurrió a él bautizar al grupo.
El nombre sonaba
elitista, obviamente con toda intención. Pero la verdad histórica subyacente,
sabiamente expresada, es que cada vez íbamos menos, o sea más pocos. ¡Ni modo
que Fuentes Mares le fuera a poner el Club de los Menos!
Viajero
consuetudinario, Fuentes Mares acostumbraba buscar los mejores restaurantes en
las ciudades que visitaba. Con increíble facilidad entablaba rápidamente
conversación con el capitán y en cosa de minutos tenía en su mesa al dueño o al
gerente del establecimiento y cuando menos pensabas ya estaba en la cocina,
departiendo con el chef y obteniendo recetas, ingredientes, tiempos de
preparación y tips que podrían considerarse secretos. Regularmente salía del
restaurante horas después, luego de ser atendido como príncipe, con una carta o
menú autografiado por los principales de la casa.
Hubiera sido un
bloguista fenomenal.
Le traía los
menús a Víctor Armendáriz, chef del Salignac y su cocinero predilecto, para que
intentara reproducir alguno o algunos de los platillos. Tenía seguramente más
de 100. Él traía de memoria la información de cómo prepararlos, según le había
contado cada chef. Hubo ocasiones que al probar el resultado, decía: “No se
parece nada, Víctor, pero está muy bueno. Ya volveremos a intentarlo”.
En una ocasión,
después de un viaje a Alaska, quizá en 1984, trajo el consabido menú y le pidió
a Víctor que le preparara unas manos de cangrejo al whisky que, me dijo, las había
comido en Anchorage y le fascinaron. Víctor le dijo, ¡pero maestro!, ¿de dónde
cree que voy a sacar aquí en Chihuahua las manos de Cangrejo de Alaska?, ni que
fuera chile verde. Fuentes Mares frunció el ceño y de pronto se le iluminó el
rostro. Se retorció el bigote y le respondió: Excelente idea, Víctor, prepare
unos camarones gigantes con chile verde y flaméelos con whisky. El platillo,
preparado al lado de nuestra mesa, quedó realmente supremo.
Conversar era
parte esencial de su forma de ser; hablaba más de lo que escribía. Cuando no
estaba escribiendo quería estar conversando.
González y
González dice: ¿Quién no sabe que viaja frecuentemente y conversa sin
interrupción? Si no se oyera descortés e insultante diría que habla mucho,
aunque quizá se me perdone que lo diga si agrego que habla muy bien. Es decir,
es un buen conferencista y un caudaloso y buen conversador. Es una primera
figura de la conversación que oye y lleva su generosidad hasta el punto de
permitir a su interlocutor levantar una que otra victoria.
Connie le pidió
una vez: Hábleme del hombre, del que tengo sentado junto a mí.
Fuentes Mares lanzó
los dos primeros datos a boca de jarro: Tengo 55 años y estoy enamorado de mi
máquina de escribir. Quiero morir sobre ella.
A Jaime Pérez
Mendoza le amplió el tema:
Lo que pasa es que un escritor tan vocacional
como yo soy, piensa que escribir es vivir y vivir es escribir, al extremo que
la gran ilusión de mi vida es morir sobre mi máquina de escribir; que un día me
cogiera un colapso ahí. Una máquina de escribir muy tradicional, porque odio las
maquinas eléctricas.
La máquina que tengo en Majalca es la máquina
en la que escribí mi primer libro. Una máquina que tiene más de 40 años. (Tenía,
en aquel entonces; hoy tiene 80). Que las personas lleguen a confundirse con tu
vida, es normal; tu mujer, tus hijos, tus amigos. Lo que es más remoto es que los
objetos lleguen a formar parte de tu vida como seres vivos. Y esa máquina ha
llegado a funcionar como si fuesen mis vísceras. Cuando llegas a identificar
los objetos con tu vida es tal vez cuando alcanzas la máxima profundidad de tu
humanidad, porque es el momento en que les comunicas vida a los seres inertes,
vida a las cosas, y acabas por sentirlas como parte de tu organismo.
Majalca fue su lugar
de poder, como decía Juan Mátus. Ahí escribió la mayor parte de su obra. Allá se
iba a realizar el libro que ya traía en mente. Se iba solo o lo acompañaba su
hijo José. La máquina de escribir lo esperaba a cualquier hora en un rincón, o
mejor, debo decir: en un nicho, donde se sentía preclaro y libre.
Una mañana de
verano fresca, luego de una noche lluviosa, caminábamos entre los pinos y me
dijo: Esta es una de las sensaciones que más me hacen feliz. Nos detuvimos unos
minutos en silencio a deleitarnos con el enorme placer de respirar.
Amó Majalca desde
la primera vez que lo llevó su tío Leopoldo Mares. De ahí, en cada oportunidad
“subía” a Majalca. Su madre le confeccionaba tiendas de campaña elaboradas con
costales. El primer inmueble que adquirió en su vida, en 1943, aun antes de
pensar en una casa en Chihuahua, fue un lote baldío en Majalca, espacio ancla
donde construyó su primera casa, que luego se amplió a ser la propiedad actual.
He recibido informes en estos días de que se pretendía hacer allá un concierto
en su honor, el mismo 14 de septiembre, cuando está programado por la UACH el
recital de Alberto Cortes, sin miramientos para empalmarlo. También he
escuchado que la Secretaría de Cultura del Gobierno de Chihuahua canceló todo
lo programado en Majalca, so pretexto de
que no hay dinero.
Por último me quiero
referir, sin ningún ánimo de aguafiestas, a un detalle por demás interesante,
que no sé si de trascendencia: su fecha de nacimiento. Es claro que estamos
aquí esta fecha y este año celebrando el centenario de su natalicio, porque
ciertamente estamos convencidos de que nació en 1918, como me lo ha confirmado
recientemente, apoyada en el acta de nacimiento, su querida hija Verónica Fuentes Mares
Peredo, de quien por cierto aplaudo y apoyo con entusiasmo, su decisión de llevar
el apellido completo de su ilustre padre. Pero no es menor el peso que
conjuntan tres datos:
1. La página
oficial de la Academia Mexicana de la Lengua dice que nació el 15 de septiembre
de 1919, aunque ahí mismo se consigna que fue electo rector en 1938, es decir,
cuando Fuentes Mares apenas tenía 20
años, lo cual me parece improbable.
2.-En el
famoso y espléndido discurso de Luis
González y González al darle la bienvenida a la Academia de Historia, da por
hecho que Fuentes Mares nació en el 19 cuando dice: De hecho, 1919 fue un año
bruscamente inaugural en todo el mundo.
Italia funda el fascismo, Alemania el Partido Nacional Socialista, Rusia el Komintern y Rutherford desintegró el átomo. Quizá a ser originario
de esa aurora tan violenta debe Fuentes Mares su condición contradictoriamente
pacifista y peleonera su actitud en pro de una revolución irrevolucionaria,
como la de Cristo en su tiempo y la de
Ghandi en el actual.
No sé si Aboites
y José Felix Zavala tomaron el dato de alguna de estas fuentes, pues también lo
hacen suyo.
Hay uno más:
revisando algunos de sus papeles encontré recibos que envió a la revista Proceso por concepto de los derechos de
publicación de sus artículos y en todos ellos su registro federal de causantes es
19-09-15, es decir, nacido en 1919.
Bueno, tampoco la
fecha de nacimiento de Heródoto está fuera de discusión.
Fuentes Mares
nunca publicó poesía, aunque sí la escribió, para él mismo, decía. En la mesa
previa de esta serie, Verónica Fuentes Mares Peredo leyó un magnífico poema,
del que hoy quiero rescatar esta línea de Fuentes Mares para cerrar: Tanto
hablo a solas conmigo, que termino por cultivar orquídeas en el desierto. JLMP. Chihuahua, 17 de Agosto de
2018. Quinta Gameros.
José
Luis Muñoz Pérez, escritor, resportero y editor, fue director de los periódicos
El Heraldo de Chihuahua y El Fronterizo de Ciudad Juárez. Actualmente
dirige su empresa de consultoría y agencia de noticias.
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