viernes, 14 de diciembre de 2018

José Luis Muñoz

Como la vida, la Historia es redonda, dice Fuentes Mares

Por José Luis Muñoz

Chihuahua, 17/08/2018. Cuando mi amigo Raúl Sánchez Trillo, históricamente conocido como Batman, me invitó a participar en  estas jornadas en ocasión del centenario de don José Fuentes Mares, acepté gustosamente. Pero metí un poco el freno cuando me enteré del título de la Mesa: Un historiador con escuela propia.
En primer lugar porque, como saben quienes me conocen, no soy historiador, ni mucho menos académico, y, en segundo, porque en mi oficio como periodista, editor y director de medios de comunicación, la usanza es que primero escribes el artículo o la nota, después lo discutes o no, y al final le pones el título o encabezado. Es primero la narrativa y luego el título. Hoy la intención es a la inversa. Pero el hecho de estar en esta cancha acompañado de Víctor Orozco me hace sentir que tanto lo académico como lo historiador es flanco que está suficientemente cubierto. Por ahí escuché un dicho que dice que tratándose de Historia, fuera de la academia todo es periodismo. Así lo intentaré. Gracias, Víctor. Gracias, Batman.
Me gusta decirle Batman, como siempre, porque es una referencia histórica. Así lo bautizamos en la prepa, hace 50 años. Somos la generación estudiantil que vivió el 68 en el campus universitario de la UACH. También Víctor Orozco, que fue de nuestros líderes. 1968 fue también el año en que la Universidad adquirió su autonomía. Nos remite a una serie de imágenes, de personas, de formas de vestir, de lugares, de temas políticos que flotaban en nuestro ambiente estudiantil, y hasta de las tortas universitarias o las de mole con don Pepe, que almorzábamos. Toda una historia. Bueno, no sé si académicamente se le pueda llamar así a la nuestra.
Debo confesar que batallo para definir con precisión lo que significa Historia, pero me alivia saber que también historiadores y académicos enfrentan ese espinoso berenjenal.
En lo personal, me gusta la versión etimológica que dice que historia viene del griego, que en jónico vulgar se pronuncia historia, igual; y que nos llega a través del latín, en el que también se pronuncia historia, y puede traducirse como “investigación”, o bien, información en el sentido de “conocimiento adquirido mediante investigación”, que es el sentido que le da Horódoto, a quien se considera padre de la Historia. Aun tomando en cuenta a los consabidos que se oponen a ello, por supuesto.
            Sócrates dijo: En oida oti ouden oida –Solo sé que nada sé.
Historia deriva del griego Oida, que significa yo sé.
De oida, con el sufijo tor, que indica agente, se formó oistor (sabio, el que sabe).
 Y luego, de oistor con el sufijo ia, indicativo de cualidad, se formó oisotoria (lo cual sería cualidad del saber, cuentos del sabio).
O bien, en libre traducción de mi cosecha: Lo que cuenta el que sabe porque investigó.
Bueno, según esta versión lexicológica, por supuesto. Porque, no faltaba más, hablando de historia, todo es cuestionable. Desde la definición.
El diccionario de la Real Academia Española nos ofrece varias opciones:
a)     Narración y exposición de acontecimientos pasados.
b)     Disciplina que estudia los acontecimientos pasados.
c)     Obra compuesta por un escritor.
d)     Relación de cualquier aventura.
e)     Incluso apunta el mismo diccionario una mas: Narración inventada.
Todo eso puede ser historia. Podríamos decir que hay definiciones para todos los gustos.
Sin embargo, el célebre historiador francés Michel de Certeau afirma que La Historia nunca es segura. 
Para algunos la Historia comienza con la escritura. Antes de eso todo es prehistoria. En este sentido, es la palabra quien convierte los sucesos en historia.
Alguien diría injustamente que la historia es solo palabras.
Pero escuchemos lo que dice al respecto Fuentes Mares: “El problema, dice, arranca de lo que la Historia y la tarea del historiador sean o hayan de ser, cuestión que se planteó ya en Los Nueve Libros de Heródoto y que no se resuelve todavía por entero: como si la Historia fuese todo y nada, tarea inconclusa siempre, niebla en la que vivimos inmersos, ser y siendo de toda realidad posible. Digo que de toda realidad porque todo es historia. Todo, al en final de cuentas”.
Siendo así, digo yo, justamente Heródoto no sería el Padre de la Historia, pues su data, su información, la obtuvo de relatos, que por supuesto ya existían, luego eran Historia. Hubo historia antes de Heródoto. Contó historias ya contadas. Pero eso no lo hace uno de tantos, lo distingue el orden, el formato y la presentación que les dio, y sobre todo el hecho de que con inusitado instinto de mercadotecnia lanzó a la fama la palabra Historia.
Y se hizo su padre.
Así pues, la Historia no es lineal. Fuentes Mares dice que, como la vida, es redonda.
Y cuando se refería al proceso creativo del escritor, fuera novelista, historiador, poeta o periodista, lo definía como una gestión de tres fases.
Por una parte son los hechos y su investigación, (en el oficio de investigador él fue un practicante brillante, sorprendente en su época). Por otra, el estudio, el análisis de los hechos para darles sentido, la aplicación de la inteligencia; y para materializar el círculo, la narrativa.
Estos son los 3 componentes, mismos 3 que las ancestrales musas Mnemesia, Melita y Aída, le muestran a Hesíodo en el helicón aquel cerro de camino helicoidal que conduce al infinito.
Mnemesia, la memoria. Es decir, la que registra los hechos.
Melita, la meditación. La que procesa la data.
Y Aída, el canto, el verbo, la expresión.
Antes del análisis y antes de la narración los datos son menos que mudos fantasmas perdidos en la oscura inmensidad del pasado... sin luz, sin vida.
Fuentes Mares dice:

Lo que ocurre es que el pasado carece de significación sin la intervención del punto de vista del historiador.

En cambio, reflexiona, en cuanto a lo que para el historiador sea la historia el problema parece menos complejo, dado que se resuelve en soluciones subjetivas. Desde el punto de vista del historiador diría que la historia es el quehacer subjetivo que se ejerce sobre materiales objetivos; es el intento personal de recrear lo pretérito, de ahí, sus encantos y sus limitaciones.
Entendida pues la Historia como un quehacer subjetivo y personal, personalísimo diría yo, surgen muy interesantes dudas.
No recuerdo de dónde la tomé ni cuando, pero llevo en la memoria la sentencia aquella de que escribir Historia, en teoría, siempre requiere estar alejado de la pasión, pero en la práctica todo historiador escribe con pasión.
Una reportera le preguntó a Fuentes Mares a principios de los años 50:
¿Para un historiador, es difícil ser objetivo?
Fuentes Mares respondió: Esa es una muy buena pregunta, déjeme pensarlo. Luego dijo: Ser objetivo cuesta un poco de trabajo, pero se consigue proponiéndoselo y, sobre todo, no comprando pleitos de siglos pasados.
En otra ocasión, ya con más profundidad, declaró:
Es muy frecuente que la presunta objetividad de un historiador solo oculte incapacidad para el asombro, ceguera frente al quehacer maravilloso de otros hombres.
En este punto, agrega:

Tocamos un problema de singular importancia, manoseado sin medida, que es el de la objetividad del historiador. Es costumbre acusar con desenfado: “El señor X no es un historiador objetivo”. Y se arroja el terrible dardo con la misma frescura con que se echa en cara la calvicie o el estrabismo de un pobre diablo. 
Yo, lo reconozco, experimento no sé qué profunda aversión hacia historiadores que hacen gala de objetividad y si esa gala me sienta de ese modo será porque lucho inútilmente por alcanzarla.
Metido en la historia de mi patria durante 25 años, hago de la objetividad mi estrella polar, pero no la alcanzo.

Con descarnada honestidad, concluye: Tal vez suceda que no tengo los medios de lograrla y no lo haga por temor a dar también esquinazo a una serie de pasiones limpias a las que no quiero renunciar.
No, no voy a conducirme fríamente ante lo que adoro, ni ante lo que detesto. No soy inmune ante lo bello y lo bueno, porque de lo bello y lo bueno resulta también lo verdadero. Pero he luchado toda la vida por mantener el amor y el rechazo en el plano de la honestidad intelectual más estricta, honestidad que es condición sine qua non del quehacer historiográfico.
Tengo para mí que los historiadores tendrán algún día su Valle de Josafat, y allí, su juicio final con Clío, delegada divina, en su trono de fuego.
Y creo también que Clío tendrá piedad de los apasionados, enviará al limbo a los “objetivos” y condenará al fuego a los deshonestos.
Pero, yo me pregunto: ¿Qué tanto le importa de la historia al público común? ¿Está acaso la llamada objetividad entre sus prioridades? ¿Habrá quien disfruta que los argumentos no sean los padres de las convicciones, sino sus hijos?
Tenorio Trillo parece abrogarse el derecho de responder, cuando dice : “Si leer historia únicamente le ha dado la felicidad de estar en lo correcto, para eso es mejor el alcohol o el sexo. Cuando la Historia molesta, cuestiona, pone en entredicho identidades, creencias y afiliaciones, es cuando más es ella”.
Personalmente no podré decir si Fuentes Mares creó, inauguró o ensayó una escuela propia de hacer o de escribir la Historia. Francamente está fuera de mis posibilidades. No es que lo dude o lo niegue, pero estoy seguro de no soy quien para probarlo. Creo que el título de la mesa pone muy alta la vara, pues la deja  como premio de palo encebado, solo alcanzable para quien, además de historiador y exégeta, debe ser historiador de la evolución de las formas de tratar la historia. O sease, aquí mi amigo Víctor.
Pero bien podemos echarle un ojo al impacto que tuvieron los libros de Fuentes Mares, tanto en los círculos intelectuales como en el gran público de su época.
Recordemos que Fuentes Mares irrumpe en el horizonte editorial del México de mediados del siglo pasado como un flashazo en la oscuridad, sorprendiendo al régimen revolucionario en el cerrado rincón donde se confeccionaba la historia oficial.
Bien dicen Guillermo Hernández y Heriberto Ramírez en la nota introductoria del libro Ensayos y discursos que tuvo a bien publicar la UACH, que desde temprano se puede ver su proyecto desacralizador de la historia oficial, que ciertamente es al que entrega su vida.
En una entrevista con Connie Ibarzábal hace más de 45 años, Fuentes Mares platica:
Desde niño comencé a sentir asco por la historia oficial y por su culto idiota a los seres... estas cosas de las canonizaciones oficiales me parecen particularmente repugnantes
Y remata: La historia oficial de México se parece a una iglesia llena de santos. A lo mejor debiera yo ser protestante porque prefiero las iglesias que no tienen santos. 
Connie le pregunta: ¿por qué tiende usted a atacar a nuestros héroes?
Yo no tiendo a atacar a nadie, le responde mustiamente. Atacar significa una necesidad de pelear y yo no la tengo, soy un hombre de paz. Lo que ocurre es que cuando los señores no se dejan defender, fracaso como abogado.
Repudiaba y se mofaba de las películas mexicanas de mediados del siglo pasado, en las que los protagonistas eran buenos, buenos, buenos, o malos, malos. Recientemente vi un meme que circula profusamente en redes, que juraría que él lo escribió y que dice:

El malo no es tan malo y el bueno no es tan bueno. Pero el pendejo sí.

Lo que sí escribió y firmó fue que la figura mítica del héroe, suspendida como una nube entre el sol y la tierra, ha producido sombras y en ocasiones noches enteras de ignorancia embrutecedora.
En una excelente entrevista con mi también muy entrañable amigo y colega Jaime Pérez Mendoza, Fuentes Mares profundiza:
El héroe de conducta heroica permanente no existe, salvo cuando la historia se vuelve mitología... pues aquí, –se refiere a México– punto menos que por decreto hemos fraguado la imagen de héroes de tiempo completo. El full time hero es el héroe típico de la historia mexicana. Un ente sin caídas ni debilidades, el ser perfecto en lucha con los imperfectos, el bueno contra los malos, Ormuz y Arimán, teogonía y maniqueísmo, en vez de historia.
Le expresa a Jaime la razón de su labor: liquidar las imposturas y demostrar que se nos estaba mintiendo sistemáticamente, que se nos había sujetado durante muchos años, más de un siglo, a un proceso de desidentificación, de destrucción interior.
Cuando viví en España en 1948, cuenta, sentí que mi ser cobraba una vida nueva, que comenzaba a tener sentido de lo que una vida tenía que ser. Tenía que invertir mi vida en otra cosa diferente a lo que la había invertido. Yo tenía que hacer algo para recuperar el terreno que mi raza y mi cultura habían perdido en América y que a eso iba yo a dedicar mi vida.
En la misma perspectiva, dice:
Mi único fin es colaborar con un grano de arena a recuperar la identidad...
...lo he sostenido en mis libros... El enfoque que se ha dado a la educación en este país ha sido verdaderamente negativo y destructivo. Lo que ha ocurrido con la educación que se ha impartido en México es que el mexicano ha perdido la conciencia de su identidad. El mexicano no sabe lo que es. Y ha acabado por identificarse con los mariachis, con Yo soy Puro Mexicano. Yo soy muy macho. Nunca pierdo y cuando pierdo arrebato. Ha acabado en eso, en folclorismo. El mexicano ha perdido su identidad nacional y tan la ha perdido que es un pueblo mimético, que a fines del siglo XIX y principios del XX se afrancesó, de la misma manera que en los tiempos actuales se ha ayanqueado. ¿Por qué hace un siglo México era una caricatura de Francia y ahora es una caricatura de los Estados Unidos? Precisamente por eso, porque ha perdido la identidad... vamos... perdido es mucho decir, porque nunca ha tenido un concepto de su identidad. El mexicanismo de los mexicanos es muy cutáneo y superficial. Falta el sustrato cultural necesario para que esa emulsión realmente pegue las partes que andan dispersas.

... El otro día una persona me dijo: Mucha gente me ha hablado de usted. Y una de las cosas que más le reprochan es que se sienta usted español. Es más, dicen que cuando sale al campo, se va usted con sombrero campero andaluz.
Sí, le dije, efectivamente, no lo uso en la ciudad porque en la ciudad no uso sombrero, pese a que mi calvicie craneanamente totalizadora me autorizaría a llevarlo. Entonces, cuando salgo al campo llevo un sombrero campero andaluz. Nada más pregúntele usted a ese señor que se lo dijo, por qué él lleva botas texanas, y pregúntele por qué cuando sale al campo se pone una texana. Yo encuentro mucho más razonable llevar las botas cordobesas que tengo y mi sobrero andaluz que es lo mío, en última instancia, lo mío de siglos. Es la sangre que llevo dentro ¡que no ponerme unas pinches botas texanas puntiagudas, con punta plateada, y una texana comprada en una store de El Paso.


El éxito que tuvo el discurso de Fuentes Mares y sus libros desde mediados de siglo fue grandioso.
El ínclito académico de la historia Luis González y González dice que para 1950, a sus 32 años de edad, Fuentes Mares es ya dueño de su propia concepción de la historia.
Fuentes Mares trabajaba intensamente. Luis González hace el recuento. En dos años, entre 1942 y 1944, recibió de la UNAM tres títulos: la licenciatura en derecho; la maestría y el doctorado en historia. En 42 publicó Gabino Barreda, en 43 Ley, Sociedad y Política; y Kant y la evolución de la conciencia sociopolítica moderna salió de prensas el 46. Entre 44 y 45 dictó una serie de cursos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que le dieron gran proyección intelectual en la metrópoli, se hizo visible para el primer círculo de pensadores mexicanos de la época y le contaron para recibir becas en el extranjero.
Un momento estelar en su vida de escritor es, sin duda, la aparición de Poinsett, historia de una gran intriga.
Poinsett lo impulsa y lo convierte en un personaje osado en el mundo de la historiografía mexicana, que en muchos sentidos mantenía oculto, alejado de la visibilidad pública, al primer enviado diplomático de los Estados Unidos a México.
Ese año, sin conocer personalmente a Fuentes Mares, José Vasconcelos escribe en El Universal: En el drama fundamental de nuestra historia, o sea la lucha Poinsett y Lucas Alamán, es este último el símbolo de todo lo que México debió ser y no pudo plasmar. En tanto que Poinsett representa los argumentos del 47, las alianzas que hicieron triunfar al juarismo y las escuadras navales que el primer Roosvelt hizo pasear por todos los mares del continente en respaldo de su política de palo fuerte contra los pueblos débiles.
Luego, Vasconcelos escribe: escuchemos a este respecto a Fuentes Mares. Y transcribe líneas centrales y párrafos completos del libro, para terminar diciendo:
¿Hasta cuándo libros como el de Fuentes Mares se harán obligatorios en nuestros cursos de Historia en las secundarias?
A unos meses de la aparición del Poinsett, Fuentes Mares era ya un referente, o mejor dicho El Referente de la historia no oficial.
Luego vino Y México se refugió en el desierto.
González recuerda que Cossío Villegas, quien escribía esos temas bajo el seudónimo de Rosa Peralta, cosa que todo mundo sabía, saludó a la biografía de Luis Terrazas, “fundador del imperio ganadero más grande del mundo”, como una obra maestra de recreación histórica. Escrita, decía Rosa, en estilo cálido y lúcido. Pero no dejó de deplorar que fuese “tan anti-liberal”, tan “anti juarista” y en definitiva, tan polémico.
Ya imagino cómo eso inflamaba el gozo de Fuentes Mares.
Don Daniel tenía, tuvo toda su vida, fama de ser muy escaso para los halagos.
“Fuentes Mares –dijo Cossio– prefiere los temas polémicos:  ayer Poinsett, hoy Terrazas, mañana, quizá Santa Anna.
Sigue diciendo González: En 1956 el don de profecía del nuevo Daniel se apuntó una victoria. Ese año circuló como pan caliente Santa Anna: aurora y ocaso de un comediante.
El rumor de que el biógrafo de Poinsett, Terrazas y Santa Anna convertía los asuntos de desnuda investigación histórica en vivo relato artístico, acabó siendo lugar común.        
Luego la crítica recibió la cuatrilogía de Juárez con verdadero entusiasmo.
La portada de la revista Señal lo llamó iconoclasta, como un aplauso.
Otros lo definieron polifacético, irónico, genial.
Vasconcelos aplaude lo “útil” de su trabajo y a Fuentes Mares lo califica, sin conocerlo personalmente, como un escritor nato, de garra.
Guadalupe Chávez Bifaña dice de él que es el escritor que capta la atención de todo México.
Luis González ennumera sus virtudes: historiador apasionado y apasionante, libre y lúcido, incansable e íntegro, cáustico y caudaloso...
Se afirma entonces también que “en los últimos tiempos ningún mexicano ha hecho una labor tan fecunda como Fuentes Mares al abordar el estudio de temas históricos, sobre todo de la época de Juárez”.
También, la revista Señal dice que todos coinciden en que la obra de Fuentes Mares, como tarea individual, no ha sido igualada en cuanto al siglo XIX mexicano.
Revista de Revistas agrega que los lectores aplauden que la obra de Fuentes Mares esté llena de humor, ironía, imaginación, creatividad y sorpresa literaria.
El periódico El Día, de filiación obrerista, habla de “su particular manera de escribir la historia, anti solemne, alejada de las palabras y las estructuras típicamente académicas y, sobre todo, alejada de la historia oficial. Lo califica como “una inteligencia libre de servidumbres”.
Luis González: adjudica a Fuentes Mares varias acciones ejemplares, entre ellas, dice, las que se designan con los nombres de perseverancia, fecundidad, honradez, desarrollo libre del saber, erudición, alegría, buen gusto, amor a la materia, a la patria y a la hispanidad, a la vida provinciana, a los viajes... y el odio a los farsantes.
Dice de él que puso en su sitio a los mentirosos y que fue, antes que nada, delator.
Fuentes Mares confirma la visión de sí mismo: El escritor, dice, es un francotirador, un agazapado. El escritor es un señor que se apuesta en una ventana, detrás de un cerco de piedras para dispararle a alguien. A alguien que es en concreto la vida que pasa.
Guadalupe Chávez le pregunta: ¿Cuál es el mejor humorista de los escritores mexicanos?
Humorista de buen humor, seguramente Marco Almazán y, a su modo, Jorge Ibargüengoitia. Humorista de mal humor, sobre todo después de inventar y de aplicar el esperpentoscopio a la historia mexicana, seguramente yo. Sin la invención del esperpentoscopio no habría sido posible Las Mil y Una Noches Mexicanas.
Muy interesante es el estudio contemporáneo del investigador de la UACJ Luis Carlos Salazar Quintana, quien publica un ensayo que enfoca el carácter satírico de la narrativa de Fuentes Mares como factor definitorio de su postura subversiva.
Dice que practicó una narrativa peculiar, lo mismo en los libros de rigor documental como en los de intención literaria, sobre la base del humor y la ironía, creando lo que podría llamarse La Sátira de la Historia.
Y agrega Salazar: Fuentes Mares encontró que a través de la risa podría lograr algo más que adhiriéndose simplemente a la formalidad. Manejó el carácter histórico de la risa como expresión contestataria del status quo.
Fuentes Mares lo ve así: En 1953 declaró: Yo llegué a la conclusión, hace muchísimos años, de que el instrumento de comunicación, el lenguaje, en sí, no era suficiente; que era indispensable hacerte un lenguaje propio, el estilo de decir las cosas, para conseguir el objetivo servicial de tu vocación. Sin él, no sirves.
Quizá estos puedan ser algunos datos para el estudio académico sobre el tema de la escuela fuentes marista, si es que siguió alguna, si es que labró la suya con un conjunto de aportaciones originales. Me queda claro que desdeñó rotundamente el método marxista, de tan profunda huella, principalmente en su tiempo.
Un día le preguntaron: ¿Qué opina del materialismo histórico?
Que es una teología dogmática en la cual el hombre ocupa el papel de Dios.  En este sentido, El Capital desempeña en nuestro tiempo la función del Summa Teológica de Santo Tomas de Aquino en la Edad Media. 
Es un dogmatismo cerrado y de los más nefastos: de los que todo lo tienen resuelto.
Me detengo en esta última frase, absolutamente condenatoria: dogmatismo, de los que todo lo tienen resuelto.
Con Fuentes Mares no hay límites, porque ni hay espacios prohibidos para la discusión, ni puntos finales que no se puedan rebasar.
Además de su fijación positiva sobre la identidad nacional y su repugnancia por la historia oficial, ¿qué resorte existencial movió a Fuentes Mares a trabajar y producir tanto?
Yo definiría toda mi obra, confiesa, concretamente, toda, toda mi obra, como un proyecto de ser yo mismo; de justificarme yo mismo ante mis ojos y a los ojos de quienes han creído en mí. Cuando Antonio Caso murió yo sentí que tenía que responder a lo que Antonio Caso esperó de mí. Entre abogados es muy común hablar de pasivos hereditarios. Porque una herencia tiene dos caras, lo que dejan para que lo disfrutes y lo que te dejan para que pagues. Las cargas hereditarias. Yo diría que en ese sentido, esa es la carga hereditaria; la obligación ineludible e inevitable de tener que llegar  a ser la gente que Antonio Caso quiso que yo fuera. Todo arranca de aquel pasivo hereditario, de aquella carga hereditaria. Yo no podía fallarle a gente que había creído en mí.
Su fama lo lleva a tener acceso a las distintas élites de su tiempo.

Las gentes que han llegado al poder en México en los últimos años, relata, conocen mis libros y no solo los conocen, sino que les han gustado muchísimo.
El único presidente que me dijo que no estaba de acuerdo con lo que yo escribía fue López Mateos.
Después he tenido oportunidad de oír en labios de ellos mismos la significación que le han dado a mis libros. Donde más éxito tienen mis libros es en el sector público mexicano, que es justamente donde yo quería que tuvieran eco.

Dice Jürguen Habermas que si el historiador escribe con pasión y el lector consume Historia igualmente apasionado, quizá la Historia pueda ser enfermedad política de la moral, en la medida que escogemos moral y política como decisión; en esa ecuación no aprendemos Historia, dice, juramos fidelidad a banderas, ideologías, sentimientos.
Así me sucedió cuando leí, hace muchos años, Poinsset, historia de una gran intriga. Verdaderamente aprendí, Fuentes Mares me enseñó, a sentirme ofendido, agraviado por la acción perversa y dañina del nefasto ministro norteamericano, en mi país y en toda Iberoamérica. Tanto que tiempo después, estando en Miami, en una oportunidad  tomé un vuelo a Columbia, Carolina del Sur. Llegando renté un auto y me dirigí a Stateburg en busca de la tumba de Poinsset, con el vengativo propósito nacionalista de orinar sobre ella, casi como un  homenaje al maestro Fuentes Mares. Antes me tomé un par de cervezas para rellenar la vejiga. Me acompañó una amiga norteamericana, totalmente WASP que, al conocer mi versión de la historia escrita por Fuentes Mares, gustosamente se animó a tomarme las correspondientes fotos, que por supuesto aún conservo.
Al terminar mi cometido, mi amiga me dijo: sigo yo.
Lamento no haberlo hecho antes de su muerte, para habérselo contado. No sé cómo hubiera reaccionado.
Pero como él decía, la Historia es la vida y la vida es la Historia.
Y como la vida, la Historia es redonda. Así comienza su presentación a la Historia ilustrada de México, de Hernán Cortes a Miguel De la Madrid.
Redonda, ¿por qué? Porque no es línea recta. Una línea recta prolongada al infinito terminas por perderla de vista. No hay telescopio que alcance; pero tampoco es simplemente línea curva, porque línea curva tendría que ser o línea descendente o línea ascendente. Y al final de cuentas, si fuese curva, en uno de sus momentos sería luego recta y se prolongaría al infinito. Solamente el concepto de círculo te da la versión exacta de la vida y de la historia.
No que la historia se repita, no, esto es otra cosa. La historia no se repite, nunca se repite porque las personas que vivían han dejado de vivir. Y los objetos de la historia básicamente son los hombres y su quehacer, los hombres y su conducta. Entonces, las conductas de esos hombres, sujetos reales de la historia, son las que no desaparecen: reaparecen. Como todo en la vida.
Fuentes Mares se burlaba de quienes en un discurso, regularmente inaugural o conmemorativo, dicen “Hoy es un día histórico”. Su visión es que todos los días, todos los momentos son históricos. Lo que sí, decía, hay días memorables.
A media mañana del 7 de noviembre de 1984, por ahí de las 11, llegó Fuentes Mares a mi casa. Ese día y el siguiente estuve en tratamiento médico y decidí no ir a mi oficina en El Heraldo de Chihuahua. Llevaba un libro de formato media carta en la mano: Líderes, de Richard Nixon. Le traigo esta perlita, me dijo, pero no me lo entregó. Ya conocía el camino y pasó directo a la biblioteca. Antes de sentarse abrió el libro donde llevaba el dedo índice como separador. Escuche esto que cuenta Nixón, me dijo con rostro de niño entusiasmado, y leyó:

Lady Astor, la primera mujer que ocupó un escaño en el parlamento británico, le dijo una vez a Winston Churchil: Si yo fuera su esposa pondría veneno en su café, a lo que Churchil replicó: Si yo fuera su esposo me lo bebería.

Cerró el libro de un carpetazo y lo puso sobre mi escritorio con el rostro entero ocupado por la carcajada.
Trae cosas buenísimas, dijo en tono de contento.
Al momento estábamos comentando las noticias. Eran frescas, la reelección de Ronald Reagan y el triunfo del Frente Sandinista en Nicaragua, que llevó a Daniel Ortega a la presidencia por vez primera.
Fuentes Mares comentó: Reagan nunca va a cambiar su postura respecto a Nicaragua, al contrario, en su segundo mandato la va a recrudecer. Ya veo un Vietnam, sin soldados norteamericanos, pero con Estados Unidos inmerso hasta los codos en Nicaragua... y destinado a perder. Luego, visionario y colmilludo, dijo: pero que los sandinistas hayan sido capaces de ganar la guerra y las elecciones no quiere decir que vayan a ser buenos gobernantes. Ojalá venga una generación nueva que sustituya en el poder a los guerrilleros, o Daniel Ortega se va a convertir en un nuevo Somoza. 
Opuesto a lo que pueden pensar quienes tachan a Fuentes Mares de “derechista”, él daba la razón histórica al sandinismo y condenaba la intransigencia de Reagan. 
En una ocasión me aseguró que si viviera en España, votaría socialista. Eran tiempos de Felipe González.
Hablábamos de mis visitas a Nicaragua como enviado especial de El Sol de México, cuando sonó el teléfono. Era el coronel jefe del estado mayor de la región militar.
Recibí la llamada en altavoz, de modo que Fuentes Mares escuchó.
El coronel me transmitió rápidamente un mensaje “de parte del general comandante”. Era una primicia. Quería que supiera que esa mañana cientos de efectivos bajo su mando habían ocupado un enorme campamento de procesamiento de mariguana y asegurado miles de toneladas... y que en el campamento trabajaban miles de hombres, entre 5 y 10 mil. “Mándeme a su gente, me dijo, y yo los hago llegar por nuestros medios. Está retirado y nadie puede entrar por su cuenta”.
¿Dónde es?
Un lugar llamado Búfalo, en el municipio de Jiménez.
Ninguno de los dos habíamos escuchado nunca ese nombre.
Se quedó a acompañarme mientras yo daba instrucciones de cobertura. Habló de que el tema del narcotráfico nos estaba llevando a estadios insospechados y precisó: esto no sucede más que bajo una gran red de complicidad. Habrá que ver por qué se les vino abajo. Fuentes Mares estaba entusiasmado. Le excitaban los hechos.
Al despedirse, ya en la puerta, me dijo: Día intenso, José Luis.  Pero no olvide el librito. Lo va a disfrutar.
Y vaya si lo disfruté: Es un libro en el que Richard Nixon, 8 años vicepresidente y 6 años presidente de los Estados Unidos, entrega un conjunto de semblanzas de algunos de los hombres que más admiró, conoció y trató personalmente. Estadistas que en su época hicieron historia. Muy interesante. Pero más interesante aun porque Fuentes Mares ya lo había leído y subrayado y hecho anotaciones al margen. Así que ahí leí no solo a Nixon, sino también a Fuentes Mares.
En la introducción dice Nixon que la fórmula infalible para colocar a un líder entre los grandes consta de tres elementos: un gran hombre, un gran país y una gran causa.
Fuentes Mares solo subraya la causa.
Un día me lo explicó, en otro contexto; palabras más palabras menos me dijo que un gran hombre sin causa, así esté en un gran país, es como un rebelde sin causa. De nada sirve. La causa es lo que hace grande al hombre en el país del tamaño que sea. El mejor rebelde es el que tiene la mejor causa.
Hay muchos más subrayados en el libro que muestran la predilección temática y las afinidades digamos filosóficas y anecdóticas de Fuentes Mares sobre el ejercicio del poder.
Pero hay una frase que el lector común pudo pasar sin detenimiento y que es una de las primeras escritas por Nixon que subraya Fuentes Mares: “Las intrigas del mundo universitario son tan bizantinas como las de un congreso de partido político”.
No es necesario tener una ventana al pasado para ver a Fuentes Mares decidiendo subrayar esa frase, en la que seguramente le atrajeron sobre todo las palabras “intrigas del mundo universitario”.
Por supuesto, es obligatorio historiar a Fuentes Mares, contemplarlo en su faceta de protagonista de la historia. De una historia en particular. La Universidad. Esta Universidad de Chihuahua.
Es este recinto universitario escenario inmejorable para ver su paso por la Universidad como rector.
La huella que dejó Fuentes Mares en la Universidad es la que indica, para la historia, el peligro que acecha a la Universidad y la obligación universitaria de levantar diques y murallas que eviten la vulnerabilidad.
Como sabemos, es Fuentes Mares quien propone la Autonomía Universitaria siendo rector. Y como sabemos, es obligado a renunciar por la vía de la presión política, emprendida por grupos extrauniversitarios que enarbolaron la bandera juarista para cometer paradójicamente un acto de intolerancia radicalmente anti juarista, como dice con todas sus letras Víctor Orozco en su excelente prólogo a las obras de Fuentes Mares editadas por la UACJ.
Yo diría que, además, es un acto de pandillerismo político.
En su visión coinciden Víctor y Fuentes Mares. Fue un acto contrario al liberalismo juarista. Fuentes Mares escribe en su carta de renuncia a la rectoría que los presuntos liberales de mediados del Siglo XX  que movieron el agua para expulsarlo por haber escrito Y México se refugió en el desierto, derrotaron a los liberales del siglo XIX que ganaron la Guerra con Juárez al frente. Así, les dice: “Señores llamados liberales, habéis vengado a los conservadores que perdieron la batalla del siglo XIX. Ahora sois vosotros los vencedores de aquel González Ortega que derrotó a Miramón en Calpulalpan el 22 de diciembre de 1860. Vencéis por un momento a quienes ganaron la Guerra de Reforma, porque con ella se ganó también el artículo 7 de la Constitución de 1857, que se conserva en la constitución actual.
Decir, como ahora afirman mis opositores, que tengo el derecho de escribir libremente cuanto quiera, pero no el de ser rector de la Universidad, por lo que he escrito, es tan absurdo como imponer de antemano una sanción a quienes ejerciten derechos constitucionales en forma que no satisfaga los intereses de algún grupo.
Si el ejercicio de una garantía constitucional trae aparejada una sanción, la garantía constitucional desaparece. O vale la constitución o vale la represalia.
Su idea de la libertad de pensamiento queda aún más clara cuando en un discurso previo, pero ya como rector, Fuentes Mares se refiere a la tolerancia, hoy tan de moda como valor, o como ausencia:

La tolerancia, dice, es un concepto vulgar y mezquino puesto en circulación por el siglo XIX, pero es también un concepto ofensivo para la dignidad elemental del hombre, porque solo se tolera lo que no es digno de respetarse.

Y como lo dice siendo rector, sentencia:

Sin rubor declaramos que en esta escuela universitaria no exista la tolerancia; aquí existe solo el respeto ilimitado a las ideas ajenas. Respetamos las ideas por el hecho de ser ideas de hombres, a su vez titulares de dignidad moral.
             
Fue Teófilo Borunda quién, con gran entusiasmo, invitó a Fuentes Mares a ser rector. Eso era entonces lo legal, antes de que se otorgara la autonomía a la Universidad en 1968. Y fue también Teófilo quien le dijo a Fuentes Mares en medio del torbellino que era “mejor” que renunciara.
Era ya presidente electo de México Adolfo López Mateos, el único presidente mexicano que le dijo a Fuentes Mares que no le gustaba lo que escribía.
En una ocasión, aun en vida del maestro Fuentes Mares, departimos en una comida Saúl González Herrera, antes de que fuera gobernador, Miguel Etzel Maldonado, Carlos Figueroa Sandoval y yo en el restaurant El Cortijo. Ahí le gustaba comer a don Saúl paella rociada con jerez y acompañada con vino de Caparroso. Comidas cargadas de información política.
En esa ocasión le pregunté a don Saúl sobre “la caída de Fuentes Mares como rector”.
Me dijo, en síntesis, varias cosas:
1. Que entonces la masonería estaba muy fuerte. En el país, seguramente más que en el estado. 
2. Que en el círculo rojo del entonces presidente electo, Adolfo López Mateos, no veían a Fuentes Mares aislado, como un rector “antijuarista” o “conservador” solitario en las llanuras  del norte. No.
Y otra: Creo –me dijo– que el hecho de invitar a Vasconcelos a Chihuahua, y que Vasconcelos viniera, fue un factor que llevó a que la decisión de pedirle la renuncia se tomara en México.
Sé que Teófilo lo estimaba, agregó, pero no lo pudo sostener.
Luego de su exposición, González Herrera me propuso:
Sé que es su amigo. Invítenos a comer.
¿Y hablamos del tema?, le inquirí.
A ver si acepta la invitación de su parte.
Sale. Yo invito, le dije.
Al día siguiente por la noche le hablé a Fuentes Mares a su casa. Le dije que debíamos juntarnos a cenar mañana o a desayunar pasado. ¿cómo anda?, le pregunté, a sabiendas de que se iba a interesar.
¿Qué acontece?, preguntó.
La Universidad, le dije.
El entonces rector, como algunos de los presentes recordarán, el licenciado Reyes Humberto de las Casas Duarte alias El Pato, iba reelección tras reelección por el tercer período, a paso de ganso.
¿Por qué el gobernador no pone en cintura al rector?, me respondió con enojo, más a manera de opinión que de pregunta.
También platicarle que comí con don Saúl... Muy interesante, agregué. 
Hubo un silencio.
Decidió que cenáramos.
Le platiqué la conversación con Saúl y me dijo: ¿Qué más hay?
Entendí que quería procesar lo de Saúl con algo más.
¿Tuvo usted algún enfrentamiento con algún funcionario federal en aquel entonces?, le pregunté.
Ningún funcionario federal hablaba más que con el gobernador. Pero es cierto. Me vieron como una amenaza al sistema. Alguien los convenció de eso.
¿A quiénes, maestro?
Y Saúl aprovechó la circunstancia. Fue él quien me sucedió en la rectoría.
¿A quiénes convencieron, maestro... al nuevo gobierno, al presidente electo, a López Mateos?
Le mentiría si le dijera que tengo pruebas. Por ello no voy a especular. Lo que sí le puedo decir con toda certeza es que no teníamos un plan conspiratorio. Efectivamente, Vasconcelos vino, como usted sabe. Vino en tren, ya muy enfermo. Tanto, que murió dos meses después.
En su Intravagario Fuentes Mares escribió:

No se engañaba Vasconcelos en cuanto a las posibilidades de salir bien librado del lío universitario. “No se haga ilusiones, me dijo. Va a tener que dejar la Universidad. En este país no se puede ser rector y escribir lo que escribe usted. Pero no se preocupe: ya le reconocen la gloria de ser traidor a la Patria, y eso vale mucho”.

Fue en aquellos días cuando escribió una frase maravillosa:

Yo no amo a nada más que a la libertad.

Días después me comentó por teléfono: Mire, ahora es de nuevo Saúl el que  agita a la universidad, quizá con razón. Pero su objetivo es otro, ya no la universidad, sino el gobernador. El mismo que lo hizo tesorero. Ahora va contra él.
Entendí que esa era su respuesta a la invitación a comer los tres. No volvimos a tocar el tema.
El 19 de septiembre de 1985, el día del terremoto que devastó a la ciudad de México, Ornelas dejó la gubernatura en medio de presiones supuestamente universitarias, pero que en realidad obedecían a la intención del secretario de gobernación, Manuel Bartlet, por poner un gobernador que próximamente le permitiera cometer el fraude electoral de 1986.
Unos días después comí con Fuentes Mares, ya muy enfermo,  y me dijo: “Si Bartlet llega a ser presidente, este país perderá todo lo poco que podemos tener de democracia”.
Fuentes Mares era escritor, historiador, filósofo y narrador en todo momento. Como dramaturgo, vivía el teatro hasta a la hora de comer. Y vaya, que era un tragón profesional y un histriónico natural. Durante una buena temporada, siendo yo director de El Fronterizo de Ciudad Juárez y de El Continental de El Paso, Texas, y él director de Novedades de Chihuahua, cultivamos la excelente costumbre de reunirnos a comer ocasionalmente aquí o allá, cuando él iba o yo venía. Su Nueva guía de descarriados, actualización, como él decía , de la Guía de los descarriados escrita por Maimónides en árabe la segunda centuria del milenio pasado, ya acumulaba la tercera o cuarte edición. Pero la de Maimónides es un tratado del conocimiento de Dios y la de Fuentes Mares trata el arte del buen comer y el mejor beber, “el mayor de los placeres del hombre”. Luego, ya siendo yo director de El Heraldo de Chihuahua y él recién ex director de Novedades, las comidas juntos fueron más frecuentes. Nos reunimos en su, en ese entonces, restaurante favorito aquí en Chihuahua, el Salignac. Luego de su fallecimiento, en ese restaurante y en el muro inmediato a la mesa en que comíamos en sus últimos días, colocaron una placa con un texto que yo escribí a petición de los propietarios, y que hacía alusión al Club de Los Pocos, como se le ocurrió a él bautizar al grupo.
El nombre sonaba elitista, obviamente con toda intención. Pero la verdad histórica subyacente, sabiamente expresada, es que cada vez íbamos menos, o sea más pocos. ¡Ni modo que Fuentes Mares le fuera a poner el Club de los Menos! 
Viajero consuetudinario, Fuentes Mares acostumbraba buscar los mejores restaurantes en las ciudades que visitaba. Con increíble facilidad entablaba rápidamente conversación con el capitán y en cosa de minutos tenía en su mesa al dueño o al gerente del establecimiento y cuando menos pensabas ya estaba en la cocina, departiendo con el chef y obteniendo recetas, ingredientes, tiempos de preparación y tips que podrían considerarse secretos. Regularmente salía del restaurante horas después, luego de ser atendido como príncipe, con una carta o menú autografiado por los principales de la casa.
Hubiera sido un bloguista fenomenal.
Le traía los menús a Víctor Armendáriz, chef del Salignac y su cocinero predilecto, para que intentara reproducir alguno o algunos de los platillos. Tenía seguramente más de 100. Él traía de memoria la información de cómo prepararlos, según le había contado cada chef. Hubo ocasiones que al probar el resultado, decía: “No se parece nada, Víctor, pero está muy bueno. Ya volveremos a intentarlo”.
En una ocasión, después de un viaje a Alaska, quizá en 1984, trajo el consabido menú y le pidió a Víctor que le preparara unas manos de cangrejo al whisky que, me dijo, las había comido en Anchorage y le fascinaron. Víctor le dijo, ¡pero maestro!, ¿de dónde cree que voy a sacar aquí en Chihuahua las manos de Cangrejo de Alaska?, ni que fuera chile verde. Fuentes Mares frunció el ceño y de pronto se le iluminó el rostro. Se retorció el bigote y le respondió: Excelente idea, Víctor, prepare unos camarones gigantes con chile verde y flaméelos con whisky. El platillo, preparado al lado de nuestra mesa, quedó realmente supremo.
Conversar era parte esencial de su forma de ser; hablaba más de lo que escribía. Cuando no estaba escribiendo quería estar conversando.
González y González dice: ¿Quién no sabe que viaja frecuentemente y conversa sin interrupción? Si no se oyera descortés e insultante diría que habla mucho, aunque quizá se me perdone que lo diga si agrego que habla muy bien. Es decir, es un buen conferencista y un caudaloso y buen conversador. Es una primera figura de la conversación que oye y lleva su generosidad hasta el punto de permitir a su interlocutor levantar una que otra victoria.
Connie le pidió una vez: Hábleme del hombre, del que tengo sentado junto a mí.
Fuentes Mares lanzó los dos primeros datos a boca de jarro: Tengo 55 años y estoy enamorado de mi máquina de escribir. Quiero morir sobre ella.
A Jaime Pérez Mendoza le amplió el tema:

Lo que pasa es que un escritor tan vocacional como yo soy, piensa que escribir es vivir y vivir es escribir, al extremo que la gran ilusión de mi vida es morir sobre mi máquina de escribir; que un día me cogiera un colapso ahí. Una máquina de escribir muy tradicional, porque odio las maquinas eléctricas.
La máquina que tengo en Majalca es la máquina en la que escribí mi primer libro. Una máquina que tiene más de 40 años. (Tenía, en aquel entonces; hoy tiene 80). Que las personas lleguen a confundirse con tu vida, es normal; tu mujer, tus hijos, tus amigos. Lo que es más remoto es que los objetos lleguen a formar parte de tu vida como seres vivos. Y esa máquina ha llegado a funcionar como si fuesen mis vísceras. Cuando llegas a identificar los objetos con tu vida es tal vez cuando alcanzas la máxima profundidad de tu humanidad, porque es el momento en que les comunicas vida a los seres inertes, vida a las cosas, y acabas por sentirlas como parte de tu organismo.

Majalca fue su lugar de poder, como decía Juan Mátus. Ahí escribió la mayor parte de su obra. Allá se iba a realizar el libro que ya traía en mente. Se iba solo o lo acompañaba su hijo José. La máquina de escribir lo esperaba a cualquier hora en un rincón, o mejor, debo decir: en un nicho, donde se sentía preclaro y libre.
Una mañana de verano fresca, luego de una noche lluviosa, caminábamos entre los pinos y me dijo: Esta es una de las sensaciones que más me hacen feliz. Nos detuvimos unos minutos en silencio a deleitarnos con el enorme placer de respirar.
Amó Majalca desde la primera vez que lo llevó su tío Leopoldo Mares. De ahí, en cada oportunidad “subía” a Majalca. Su madre le confeccionaba tiendas de campaña elaboradas con costales. El primer inmueble que adquirió en su vida, en 1943, aun antes de pensar en una casa en Chihuahua, fue un lote baldío en Majalca, espacio ancla donde construyó su primera casa, que luego se amplió a ser la propiedad actual. He recibido informes en estos días de que se pretendía hacer allá un concierto en su honor, el mismo 14 de septiembre, cuando está programado por la UACH el recital de Alberto Cortes, sin miramientos para empalmarlo. También he escuchado que la Secretaría de Cultura del Gobierno de Chihuahua canceló todo lo programado en Majalca,  so pretexto de que no hay dinero.
Por último me quiero referir, sin ningún ánimo de aguafiestas, a un detalle por demás interesante, que no sé si de trascendencia: su fecha de nacimiento. Es claro que estamos aquí esta fecha y este año celebrando el centenario de su natalicio, porque ciertamente estamos convencidos de que nació en 1918, como me lo ha confirmado recientemente, apoyada en el acta de nacimiento,  su querida hija Verónica Fuentes Mares Peredo, de quien por cierto aplaudo y apoyo con entusiasmo, su decisión de llevar el apellido completo de su ilustre padre. Pero no es menor el peso que conjuntan tres datos:
1. La página oficial de la Academia Mexicana de la Lengua dice que nació el 15 de septiembre de 1919, aunque ahí mismo se consigna que fue electo rector en 1938, es decir, cuando Fuentes Mares apenas  tenía 20 años, lo cual me parece improbable.
2.-En el famoso  y espléndido discurso de Luis González y González al darle la bienvenida a la Academia de Historia, da por hecho que Fuentes Mares nació en el 19 cuando dice: De hecho, 1919 fue un año bruscamente inaugural  en todo el mundo. Italia funda el fascismo, Alemania el Partido Nacional  Socialista, Rusia el Komintern y Rutherford  desintegró el átomo. Quizá a ser originario de esa aurora tan violenta debe Fuentes Mares su condición contradictoriamente pacifista y peleonera su actitud en pro de una revolución irrevolucionaria, como la  de Cristo en su tiempo y la de Ghandi  en el actual.
No sé si Aboites y José Felix Zavala tomaron el dato de alguna de estas fuentes, pues también lo hacen suyo.
Hay uno más: revisando algunos de sus papeles encontré recibos que envió a la revista Proceso por concepto de los derechos de publicación de sus artículos y en todos ellos su registro federal de causantes es 19-09-15, es decir, nacido en 1919.
Bueno, tampoco la fecha de nacimiento de Heródoto está fuera de discusión.
Fuentes Mares nunca publicó poesía, aunque sí la escribió, para él mismo, decía. En la mesa previa de esta serie, Verónica Fuentes Mares Peredo leyó un magnífico poema, del que hoy quiero rescatar esta línea de Fuentes Mares para cerrar: Tanto hablo a solas conmigo, que termino por cultivar orquídeas en el desierto. JLMP. Chihuahua, 17 de Agosto de 2018. Quinta Gameros.



José Luis Muñoz Pérez, escritor, resportero y editor, fue director de los periódicos El Heraldo de Chihuahua y El Fronterizo de Ciudad Juárez. Actualmente dirige su empresa de consultoría y agencia de noticias.

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