Lección 30
El haikú clásico
Continuamos con estas notas relativas a la historia de cómo se fue conformando esta forma clásica de poesía japonesa que ya es universal. En esta ocasión transcribiremos otro fragmento del brillante estudio preliminar de la maestra Nuria Parés que aparece en el libro El haikú japonés, publicado en la Colección Literaria Servet por Ediciones Oasis, México 1966, que por cierto es el mejor libro en español de este género de poesía, según solía decir el maestro Gaspar Gumaro Orozco.
Los comienzos del régimen militar Shogunato Tokugawa con su represión, su brutal imposición de inamovilidad a las distintas clases sociales y la paz a ultranza que estableció en el país aislado del resto del mundo, no fueron tiempos propicios para que floreciera esa delicada poesía, hecha de todo y de nada, que es el haikú japonés. El género fue de mal en peor y acabó convirtiéndose en un juego de salón en el que los participantes rara vez lograban otra cosa que hilvanar en buena métrica malos versos.
A esos años corresponden poetas como Teotitoku, Teishitsu y otros cuya obra todavía está lejos de suscitar esa sucesión de imágenes o emociones que más tarde habría de ser la característica de este tipo de poesía.
Solamente en Soin (1604 – 1682), fundador de la escuela de Danrin, apuntan ya los rasgos del haikú, que poco después afirmaría el primer maestro del género: Matsuo Basho.
Kikaku (1660 – 1707). Buson (1715 – 1783). Issa (1763 – 1827). Shiki (1866 – 1902). Basho (1644 – 1694). Chora (1729 – 1781). Ryota (1718 – 1787). (Versiones y nota de Nuria Parés).
1
¿La mariposa
duerme toda la noche?
¿Hace otra cosa?
―Kikaku
2
Pueblo natal,
al acercarme toco
flor de zarzal.
―Issa
3
Luna de azufre,
si renazco, que sea
pino en la cumbre.
―Ryota
4
Ciruelo en flor,
las cortesanas compran
galas de amor.
―Buson
5
¿Quieres ver soledad?
Solo una hoja al árbol
le queda ya.
―Basho
6
Al aguacero
la bandera, ondeando,
llama en el cielo.
―Shiki
7
Grillo despierto
sé el guardián de mi tumba
cuando haya muerto.
Issa
8
¡Oro empañado!
Entre el verdor pensamos
en el pasado.
―Chora
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