viernes, 28 de marzo de 2025

Vendaval de luces, de Oliva Escudero. Ventanas del corazón

 


Vendaval de luces, de Oliva Escudero. Ventanas del corazón

 

Por Federico Corral Vallejo

 

La obra Vendaval de luces me hace reflexionar no solo sobre el quehacer literario de Oliva Escudero, sino que me permite empatarla con cualquier libro legado por Alicia Acosta, ya sea Ventana de infinito, Alforjas del tiempo, Vértigo de sombras, etcétera. Al ser su lector percibo que todas poseen la misma intensión y la misma intensidad. Intensión porque parten de una idea concisa. Intensidad porque conmueven con la emoción de un sentimiento genuino nacido del alma. Estas son desde mi perspectiva literaria las puntas de su inspiración.

Traduciendo a Gregory Corzo, palabras más palabras menos del singular al plural: “Ellas son la poesía que escriben”. Porque no es la tinta su instrumento sino la sangre, ni la hoja virgen su numen sino el latido de su corazón. No es fácil conmover por medio de un poema y menos en verso libre‒, porque esta posibilidad literaria le causa dudas al posible lector: las masas entienden por poesía estrofas medidas y rimadas; sin embargo, las autoras aludidas poseen la capacidad de crear en ambas formas poemáticas. Ellas nos dan catedra del verso libre en sus distintas modalidades teóricas, lo mismo escriben línea fluyente que línea dividida, línea escalonada que línea vertical, segmentación por bloques que caligramas. Baste decir que la poesía visual forma parte importante de su ADN literario, para muestra este botón de Oliva Escudero:




Como podemos apreciar, Oliva Escudero no habla de la lluvia, hace llover en el poema, tal como Huidobro declara en su Arte poética: “Poeta no hables de la rosa, hacedla florecer en el poema”.

Dejaré en paz a Alicia, quien además de estar emparentada versilmente a Oliva, Vendaval de luces es el poemario galardonado con el Premio Nacional de Poesía Alicia Acosta, 2024. Ella decía que: “Escribir poesía es vestir de elegancia a las palabras”. Y esto hace Oliva a lo largo y ancho de los poemas, ya que hoy por hoy, evocando a Octavio Paz, pareciera que Escudero nos dicta al oído quedamente. “Hoy lucho a solas con la palabra. La que me pertenece, a la que pertenezco...” aún y cuando según Martín Heidegger: “Poetizar es la más inocente de todas las ocupaciones…” no estoy de acuerdo con el filósofo, ensayista y poeta alemán, al menos no al cien por ciento, ya que la esencia de la poesía conlleva el peso de sanar y de salvar, no al mundo, pero sí al o la poeta, quien se atreve a experimentar todo lo nombrado, partiendo de que su inspiración de monólogo se transforma en diálogo y por esta razón nos podemos escuchar unos en otros por medio del bien más peligroso que es el lenguaje.

Y por qué no pensar que el posible lector puede hallar consuelo y rescate en los versos leídos de cualquier poeta. Es así como los poetas instauran poemas-espejos para que los lectores se puedan reflejar en ellos y lleguen a la catarsis. Vendaval de luces inicia con “La casa primera”, esa que

 

Tiene ecos que QuiebrAn

los refranes

–regaños de mi padre–

al compás de las notas

en el P-i-A-n-O

o al borde del suspenso

en LibroS de aventuras.

 

La casa primera

 

guarda el pulso de mi madre:

cocina transformada

en regazo de sabores;

viento azul

que envuelve las habitaciones.

 

Esparce tardes

con p.o.l.v.o de aromas

de panqué de naranja,

barro que tuesta café,

caldo de ejotes rojos,

de la mata de yerba santa.


 

La emoción que Oliva siembra, germina en la lectura y es el lector quien levanta la cosecha, esta magia es la que instaura la poeta que plena de méritos, habita poéticamente el espacio de la hoja impresa.

            Todo cuanto encontremos en Vendaval de luces son lecciones aprendidas y llevadas a cabo a pie juntillas, porque la poeta oaxaqueña pertenece a esos seres inteligentes que quiere aprender, por lo que se aleja a su sagrado espacio para abandonarse al trabajo creativo donde sin temor se entrega a su vocación, que no es la poesía, sino la vida.

 

Tu silencio llueve en mi balcón

y abre tu imagen:

vendaval de luces de mi infancia.

 

Ya los luceros al amanecer

no cobijan tus soledades

ni el sol te visita

por la puerta que da al patio.

 

Ya la madrugada

no te espera en la cocina

sin más ruido que el de tu cigarro. … …

ni más luz que la hornilla

que calienta tu café.

 

Antón Chéjov decía que “Cuando uno ama y quiere juzgar ese amor, hay que partir de un punto más elevado o más importante que la felicidad o la desdicha, porque hay de aquel que no use el arte para hablar de su padre, de su madre, sus hermanos y su pueblo.” Esto es lo que Oliva realiza por medio del arte versil, donde acomoda sus recuerdos en un tablero inmenso, donde el padre, la madre, los hermanos y el paisaje de su pueblo son las piezas que se ajustan al rompecabezas de sus recuerdos; donde cada una de sus palabras son ventanas que van directo a la antesala de su corazón.

Es necesario saber quiénes somos y de dónde vinimos, que el mundo sepa de voz propia, que no hay mejor arte poética que el aliento de la sangre ni mejor poesía que la vivencial, esa que recorre nuestras venas y nos ensancha la memoria. Porque según Octavio Paz: “Todo libro de poemas es en el fondo un diario”, mejor acápite para resumir a Vendaval de luces, donde reposan las ausencias del padre Pastor, la madre Oliva, el abuelo Guillermo, la abuela María y perviven las presencias de los hermanos Mario, Horacio, Francisco, Óscar, Claudio, Arturo, Lucio y Julio César.

Hablar de la casa, del pueblo y los ancestros, es hablar de uno mismo, es desnudar la piel del alma y exponer con ello la valentía de lo que proyectan: sístole y diástole, responsables de nuestras emociones. Pues así se comprueba que “la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre.” Según hace constar el poeta, ensayista y narrador guatemalteco Luis Cardoza y Aragón. Ya que el arte de escribir –al menos poesía– consiste en decir mucho con pocas palabras… porque la brevedad es la hermana del talento, ya lo canta el refrán: “Si lo bueno breve, dos veces bueno”. No olvidemos que la poesía está antes y después de la vida, que es principio y fin hombre, que es el lenguaje del paraíso y del juicio final, y que por medio de ella los y las poetas se hablan de tú con el mismísimo Dios.

            Bienvenido Vendaval de luces al difícil mundo de la literatura mexicana. Enhorabuena Oliva Escudero, bien merecido el Premio Nacional de Poesía Alicia Acosta 2024. Esperando que en futuras obras nos sigas abriendo las ventanas de tu alma y la puerta de tu corazón. Abrazos de la piel hasta el alma…

 

Escudero, Oliva: Vendaval de luces. Editorial Tinta Nueva, México, 2025.

 




Federico Corral Vallejo. Nació en Parral, Chihuahua. Escribe poesía, ensayo, novela, crítica y canciones. Tiene publicados más de 40 libros, entre las más destacados: En poesía: Vomitar mi muerte. En ensayo: Carlos Montemayor: Finisterra será mi voz para siempre. En cuento: Mujer de humo. En canciones: A capella 440 y en novela: El otro Federico, más allá de la ficción. Posee: Premio Nacional Carlos Pellicer para obra publicada 2002. Premio Programa de Publicaciones 2004 del Instituto Chihuahuense de la Cultura con el libro de ensayo Principios de sensibilidad; Premio AFEMIL-Brasil-hispanoamericano de literatura 2006, por su novela Cartografía de una casa, Minas Gerais de Belo Horizonte, Brasil. Premio Nacional de Poesía XXXIX Juegos Florales de San Juan del Río, Querétaro, 2009 por su obra: Los verdaderos ángeles no tienen alas. Dirige Tintanueva Ediciones desde 1997 a la fecha. Su trabajo poético ha sido traducido al inglés, francés y portugués. Publicado en EUA, Canadá, Brasil, Argentina, Perú, Cuba, España, Puerto Rico, Bolivia y México.

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