Vendaval de luces, de Oliva Escudero. Ventanas del corazón
Por Federico Corral Vallejo
La obra Vendaval de luces me hace
reflexionar no solo sobre el quehacer literario de Oliva Escudero, sino que me
permite empatarla con cualquier libro legado por Alicia Acosta, ya sea Ventana
de infinito, Alforjas del tiempo, Vértigo de sombras, etcétera. Al ser su
lector percibo que todas poseen la misma intensión y la misma intensidad. Intensión
porque parten de una idea concisa. Intensidad porque conmueven con la emoción
de un sentimiento genuino nacido del alma. Estas son desde mi perspectiva
literaria las puntas de su inspiración.
Traduciendo a Gregory Corzo, palabras más palabras menos del singular
al plural: “Ellas son la poesía que escriben”. Porque no es la tinta su
instrumento sino la sangre, ni la hoja virgen su numen sino el latido de su
corazón. No es fácil conmover por medio de un poema ‒y menos en verso libre‒, porque esta posibilidad literaria le causa dudas
al posible lector: las masas entienden por poesía estrofas medidas y rimadas;
sin embargo, las autoras aludidas poseen la capacidad de crear en ambas formas
poemáticas. Ellas nos dan catedra del verso libre en sus distintas modalidades
teóricas, lo mismo escriben línea fluyente que línea dividida, línea escalonada
que línea vertical, segmentación por bloques que caligramas. Baste decir que la
poesía visual forma parte importante de su ADN literario, para muestra este
botón de Oliva Escudero:
Como podemos apreciar, Oliva Escudero no habla de la lluvia, hace
llover en el poema, tal como Huidobro declara en su Arte poética: “Poeta
no hables de la rosa, hacedla florecer en el poema”.
Dejaré en paz a Alicia, quien además de
estar emparentada versilmente a Oliva, Vendaval de luces es el poemario
galardonado con el Premio Nacional de Poesía Alicia Acosta, 2024. Ella decía
que: “Escribir poesía es vestir de elegancia a las palabras”. Y esto
hace Oliva a lo largo y ancho de los poemas, ya que hoy por hoy, evocando a
Octavio Paz, pareciera que Escudero nos dicta al oído quedamente. “Hoy lucho a solas con la palabra. La que me pertenece, a la
que pertenezco...” aún y cuando según
Martín Heidegger: “Poetizar es la más inocente de todas las ocupaciones…”
no estoy de acuerdo con el filósofo, ensayista y poeta alemán, al menos no al
cien por ciento, ya que la esencia de la poesía conlleva el peso de sanar y de
salvar, no al mundo, pero sí al o la poeta, quien se atreve a experimentar todo
lo nombrado, partiendo de que su inspiración de monólogo se transforma en
diálogo y por esta razón nos podemos escuchar unos en otros por medio del bien
más peligroso que es el lenguaje.
Y por qué no pensar que el
posible lector puede hallar consuelo y rescate en los versos leídos de
cualquier poeta. Es así como los poetas instauran poemas-espejos para que los
lectores se puedan reflejar en ellos y lleguen a la catarsis. Vendaval de
luces inicia con “La casa primera”, esa que
Tiene ecos que QuiebrAn
los refranes
–regaños de mi padre–
al compás de las notas
en el P-i-A-n-O
o al borde del suspenso
en LibroS de aventuras.
La casa
primera
guarda el pulso de mi madre:
cocina transformada
en regazo de sabores;
viento azul
que envuelve las habitaciones.
Esparce tardes
con p.o.l.v.o
de aromas
de panqué de naranja,
barro que
tuesta café,
caldo de
ejotes rojos,
de la mata de
yerba santa.
La emoción que Oliva siembra, germina en la lectura y es el lector
quien levanta la cosecha, esta magia es la que instaura la poeta que plena de
méritos, habita poéticamente el espacio de la hoja impresa.
Todo cuanto
encontremos en Vendaval de luces son lecciones aprendidas y llevadas a
cabo a pie juntillas, porque la poeta oaxaqueña pertenece a esos seres
inteligentes que quiere aprender, por lo que se aleja a su sagrado espacio para
abandonarse al trabajo creativo donde sin temor se entrega a su vocación, que
no es la poesía, sino la vida.
Tu silencio llueve en mi balcón
y abre tu imagen:
vendaval de luces de mi infancia.
Ya los luceros al amanecer
no cobijan tus soledades
ni el sol te visita
por la puerta que da al patio.
Ya la madrugada
no te espera en la cocina
sin más ruido que el de tu cigarro.
… …
ni más luz que la hornilla
que calienta tu café.
Antón Chéjov decía que “Cuando uno ama y quiere juzgar ese amor, hay que partir de un punto más elevado o más importante que la felicidad o la desdicha, porque hay de aquel que no use el arte para hablar de su padre, de su madre, sus hermanos y su pueblo.” Esto es lo que Oliva realiza por medio del arte versil, donde acomoda sus recuerdos en un tablero inmenso, donde el padre, la madre, los hermanos y el paisaje de su pueblo son las piezas que se ajustan al rompecabezas de sus recuerdos; donde cada una de sus palabras son ventanas que van directo a la antesala de su corazón.
Es necesario saber quiénes somos y de dónde vinimos, que el mundo sepa
de voz propia, que no hay mejor arte poética que el aliento de la sangre ni
mejor poesía que la vivencial, esa que recorre nuestras venas y nos ensancha la
memoria. Porque según Octavio Paz: “Todo libro de poemas es en el fondo un
diario”, mejor acápite para resumir a Vendaval de luces, donde reposan
las ausencias del padre Pastor, la madre Oliva, el abuelo Guillermo, la abuela
María y perviven las presencias de los hermanos Mario, Horacio, Francisco,
Óscar, Claudio, Arturo, Lucio y Julio César.
Hablar de la casa, del pueblo y los
ancestros, es hablar de uno mismo, es desnudar la piel del alma y exponer con
ello la valentía de lo que proyectan: sístole y diástole, responsables de
nuestras emociones. Pues así se comprueba que “la
poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre.” Según hace
constar el poeta, ensayista y narrador guatemalteco Luis Cardoza y Aragón.
Ya que el arte de escribir –al menos poesía– consiste en decir mucho con pocas
palabras… porque la brevedad es la hermana del talento, ya lo canta el refrán: “Si
lo bueno breve, dos veces bueno”. No olvidemos que la
poesía está antes y después de la vida, que es principio y fin hombre, que es
el lenguaje del paraíso y del juicio final, y que por medio de ella los y las
poetas se hablan de tú con el mismísimo Dios.
Bienvenido Vendaval
de luces al difícil mundo de la literatura mexicana. Enhorabuena Oliva
Escudero, bien merecido el Premio Nacional de Poesía Alicia Acosta 2024.
Esperando que en futuras obras nos sigas abriendo las ventanas de tu alma y la
puerta de tu corazón. Abrazos de la piel hasta el alma…
Escudero, Oliva: Vendaval de luces. Editorial Tinta Nueva,
México, 2025.
Federico Corral Vallejo. Nació en Parral, Chihuahua. Escribe poesía, ensayo, novela, crítica y canciones. Tiene publicados más de 40 libros, entre las más destacados: En poesía: Vomitar mi muerte. En ensayo: Carlos Montemayor: Finisterra será mi voz para siempre. En cuento: Mujer de humo. En canciones: A capella 440 y en novela: El otro Federico, más allá de la ficción. Posee: Premio Nacional Carlos Pellicer para obra publicada 2002. Premio Programa de Publicaciones 2004 del Instituto Chihuahuense de la Cultura con el libro de ensayo Principios de sensibilidad; Premio AFEMIL-Brasil-hispanoamericano de literatura 2006, por su novela Cartografía de una casa, Minas Gerais de Belo Horizonte, Brasil. Premio Nacional de Poesía XXXIX Juegos Florales de San Juan del Río, Querétaro, 2009 por su obra: Los verdaderos ángeles no tienen alas. Dirige Tintanueva Ediciones desde 1997 a la fecha. Su trabajo poético ha sido traducido al inglés, francés y portugués. Publicado en EUA, Canadá, Brasil, Argentina, Perú, Cuba, España, Puerto Rico, Bolivia y México.
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