¿Ya tomaste café?
Por Sergio Torres
Cuando era niño, lo primero
que me despertaba era el ruido en la cocina, doña Chuyita poniendo la calentadora
para el café, el sonido del agua llenando el recipiente, el choque de metales
entre el peltre de la jarrilla y el hierro del quemador de la estufa; el choque
del cuchillo contra la tabla de cortar, el abrir y cerrar del refrigerador, el
cascar de huevos, el crepitar del aceite calentándose en el sartén, el chillido
de las papas cayendo al aceite caliente, el chocar de los platos al colocarlos
sobre la mesa. Y luego los aromas. El aire de la mañana en la bahía de Ohuira
en octubre es fresco, comparado con los 45º que se alcanzan en agosto y
septiembre, un aire quieto y sereno que se va inundando de los aromas que la
vida libera conforme sucede, casi reticente, casi involuntario.
Todo esto llegaba a mí a
través de la casa, mientras el sueño finalmente me había atrapado y me abrazaba
suavemente. Las voces de mis hermanos inundaban el ambiente, yo aún no iba a la
escuela y mi hermano mayor ya iba a secundaria. Imagina: desayuno para cinco
chamacos que van a la escuela, dos que se quedan en casa, don Nacho y doña
Chuyita embarazada de mi hermano El Mono. Una olla gigante de frijoles, un
sartén lleno de papas con chorizo, un huevo y dos o tres kilos de tortillas
recién traídas del molino de la Cuca, o de los Peñuelas, o de con los chinos,
que no eran chinos sino japoneses, papás de mi amigo Kenji, quién fallecería solo
10 años después, cuando ambos teníamos 15. Vida terrible y bella.
El mundo se va a acabar, si
un día me quieres te debes apresurar.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
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