Hormigas
Por
Patricia Ramírez García
Diminutas
hormigas se desplazaban a lo largo del cuarto, en la parte superior de la pared.
Entraban y salían por entre los barrotes de la ventana buscando frenéticamente
la luz, igual que Camilo.
El pelo
de Camilo es cano, su cuero, marcado con surcos profundos, denota más de
cincuenta años; son los que tiene en realidad. Sus ojos están tan apagados y
mortecinos como la luz en aquel lugar.
Hoy
será diferente.
Recibió
la noticia esperada durante la mitad de su vida. Era día de visitas y él
tendría la más importante de todas.
―Espero no
arruinarlo ―pensó en voz alta, mientras lavaba
sus manos frías de nervios en ese lavabo instalado en la esquina de su celda.
*
Silvia
tomaba su primera taza de café en la tranquilidad de la mañana, justo antes de
que todos despertaran y todo se volviera un caos de prisas y pendientes por
resolver. Estaba inquieta, pero ese primer sorbo mezclado con el aroma ácido y
tostado le devolvieron la serenidad. Suspiro y se preparó para lo inevitable:
―Ya es hora, Carlos, se nos va a hacer
tarde, ya levántate.
El
calendario en la cocina anunciaba el inicio de agosto. Por la ventana se coló
una ráfaga de aire otoñal con aroma a hojas secas anunciando que los días de
verano habían quedado atrás.
Apresuró
a pasar la mano sobre el cabello largo y rizado, apartándolo de sus ojos verdes
que alguna vez enamoraron a Camilo. Bebió de golpe lo que quedaba de café y
salió por la puerta tan solo con sus llaves y el celular.
―Nos vamos Carlos, te espero en el
auto.
*
Camilo
se recostó en su litera. En las manos sostenía su única posesión: un libro
viejo que resguarda su gran tesoro: una foto de los tres.
Recordaba,
pensaba.
Éramos
tan jóvenes. La felicidad nos duró muy poco. ¿Por qué tuve que reclamar esa
herencia?, ¿Por qué no pude conformarme?
Era lo
justo, pero todo se salió de control. El horror en su mirada moribunda, y esa
expresión de incredulidad en su cara mezclada con la sangre que le brotaba de la
boca y el pecho, aún atormentan mis sueños. La pesadilla recurrente que me
recuerda porqué estoy aquí.
Fue un
accidente. En realidad yo solo quería mi parte de esos quince edificios que había
dejado mi madre por herencia. Cambiaría eso y más por mi libertad.
Ojalá pudiera
viajar en el tiempo y evitar el accidente.
Quisiera
borrar la imagen de él dando su último suspiro.
¿Por
qué simplemente no me dio mi parte?
La
mente del prisionero se atormentaba con ese monólogo cada vez que miraba la
fotografía. Ahora solo quedaba esperar la hora en que finalmente estrían
nuevamente los tres reunidos; aunque solo por algunos minutos.
*
Carlos iba
en silencio desde que salieron de casa. Silvia intento relajarlo con recuerdos:
―Hace 20 años que naciste en este
hospital ―le dijo al pasar por la Calle Sexta, frente
a la Maternidad la Luz―. No puedo creerlo, ese edificio es tan viejo como tú ―bromeó, sin ningún resultado.
Finalmente
estaciono Silvia su carro frente a la Peni:
―Reconocerás a tu padre en cuanto lo
veas, no te preocupes.
Patricia Ramírez García es artista visual, egresada de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua, especializada en maquillaje para televisión y fotografía. Tiene dos exposiciones fotográficas en solitario y muchas otras colectivas. Actualmente trabaja en el Programa de Cultura Comunitaria, en el área de Interacciones, de la Secretaría de Cultura de México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario