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Balas de fogueo
Por José Alberto Díaz
I
María corre hacia ninguna parte, tiene
el rostro anegado en lágrimas. Se rasga las prendas, grita, disminuye la
velocidad hasta desplomarse en el herbaje. Mientras golpea el suelo con ambas
manos, exclama juramentos una y otra vez hasta que su voz se fragmenta. Su
cuerpo se estremece. De repente, los alaridos que acompañan el llanto
desesperado se apaciguan. Se repite continuamente en silencio que ella no
quería eso. No, ella no quería eso.
II
Antes del inicio del rodaje de un episodio de la serie Encubrimiento, María contempla el rostro
que le devuelve el espejo suspendido en la pared. Se acaricia las facciones y
sostiene su propia mirada. Le desagrada lo que ve. Los ojos, ligeramente
enrojecidos, son la evidencia de sollozo. “No más lágrimas”, murmura frente a
la pulida superficie de cristal, como si sus palabras surgieran a través de la
mujer que yace al otro lado del espejo para motivarse.
Sigue pensando en su coprotagonista, Daniel Reyna, el galán de las mil
mujeres, el hombre al que ninguna se resiste, el Don Juan cuya labia es
infalible. María recuerda la noche en la que no estaba convencida de ceder a
sus encantos para tener relaciones sexuales; pero el canto de sirena del actor
la embaucó, prometiéndole con palabras huecas la estabilidad de un noviazgo,
algo que todas le envidiarían.
Accedió a los fervientes deseos de
Daniel.
En la madrugada, mientras los dos yacían
en la cama de un hotel fastuoso tras haber vivido una intensa noche, Reyna le
dijo que no quería nada con ella. Hizo que se marchara y, a partir de entonces,
jamás volvió a dirigirle la palabra, a menos de que fuera por cuestiones de
trabajo.
La chica reniega de la remembranza y se
dirige a uno de los camerinos; allí se pone unos guantes de látex, luego coge
el revólver mágnum calibre punto cuarenta y cuatro, mismo que va a utilizar un
actor para herir al personaje representado por Daniel en la filmación.
María sale con premura del camerino,
cerciorándose de no ser vista por nadie. Espera en el sitio que le corresponde;
pero su plan se retrasa por el inevitable temporal. Maldice al darse cuenta de
la suspensión del rodaje. Maldice más cuando se percata de que el actor
principal de Encubrimiento se
divierte junto a varios colegas en su habitación del set.
A pesar de lo adverso de las
circunstancias, su imaginación se desborda y se ve a sí misma visitando a su
coprotagonista, malherido, en un carísimo hospital, en los días posteriores a
su venganza. Le propina una bofetada con guante blanco al regalarle un bonito
arreglo floral con la leyenda: “Alíviate pronto”. Finge sentirse acongojada,
ofreciendo la actuación de su vida para no demostrar el júbilo en su interior,
júbilo al contemplar a Daniel sumamente jodido y canalizado en la cama,
mientras le dice en silencio: “merecido te lo tenías, cabrón”. Tarde o
temprano, las estrellas terminan opacándose.
Los pensamientos de la chica se
interrumpen cuando escucha una detonación que le congela la sangre. Una serie
de gritos que provienen del camerino de Reyna la conducen allí. Abre la puerta
de la concurrida habitación del set y se petrifica al contemplar la escena.
III
Daniel Reyna es uno de los actores más
cotizados del momento. Su imagen atractiva, aunada a su carisma, lo ha llevado
a ser el objetivo de diversos productores cinematográficos y de televisión. Los
tabloides afirman que se ubica en el pináculo de su carrera.
En la actualidad trabaja en una exitosa
serie televisiva; cuenta con el papel protagónico, que es un agente encubierto
de la CIA, haciéndose pasar por modelo de ropa italiana. Acaba de renovar su
contrato para una segunda temporada.
Daniel se encuentra en el set de
filmación, es el albor del rodaje del séptimo episodio de la temporada. Las
cámaras lo capturan mientras camina en las calurosas calles de una famosa
ciudad en la costa del Mar Caribe.
La trama del guion, al menos dentro del
estándar de la serie, es inusual: un transeúnte, que resulta ser un enemigo
encubierto del personaje de Daniel, lo distingue entre la muchedumbre y le
dispara en el vientre. El protagonista sobrevive; pero unos compañeros le
ayudan a fingir su muerte.
Para infortunio del equipo de filmación,
el clima se impone. Las nubes se precipitan; la tempestad hace que extras y
peatones busquen refugio mientras apresuran el paso. El rodaje se suspende y el
director insta a los actores a volver a los camerinos hasta que amaine la
lluvia.
Reyna se reúne con un par de
coprotagonistas en su habitación del set. La lluvia no cede, motivo suficiente
para atrasar la filmación. Daniel bromea para matar el tiempo; unos le siguen
el juego; otros vuelven a repasar sus líneas. La inquietud y la impaciencia
comienzan a apoderarse de los actores. Reyna sigue intentando aligerar el
ambiente, pero conforme pasa el tiempo la frustración se adhiere a su estado de
ánimo.
Mira a su alrededor y descubre un
revólver mágnum de calibre punto cuarenta y cuatro encima de una mesa; esa es
el arma con la que le disparará su rival de la serie, la misma que María conoce
y ha manipulado, sustituyendo las balas de fogueo con balas reales, pues la
escena en el guion le había parecido perfecta para ejecutar su plan: un disparo
entre la muchedumbre, separado de dos a tres cuerpos de distancia. La munición,
había pensado la chica, iba a dar en el blanco sin provocar la muerte del
codiciado galán del momento. Ella solo quería ocasionarle un poco de dolor.
Hacerlo sufrir.
Daniel sujeta el revólver y contempla su
cañón. Cuando uno de los productores irrumpe en el camerino para informar que
la filmación se reanudará hasta el día siguiente, Reyna se coloca el arma en la
sien derecha y exclama:
―¡No puedo creer esta porquería! ―luego aprieta el gatillo.
José Alberto Díaz es licenciado en informática. Ha publicado los libros Cuentos para recuperar la cordura y Carta astral para el escéptico. Desde 2007 ha participado en eventos culturales y encuentros de escritores en el municipio de Cuauhtémoc, así como en la capital del estado de Chihuahua. Sus cuentos han aparecido en medios impresos, siendo el más reciente la Revista de literatura, lengua y cultura Ariwá. Durante algunos años participó como articulista en el periódico El Heraldo del Noroeste. Tiene una novela en proceso de traducción al inglés, La copa de nada, misma que se haya en Amazon en formato digital.
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