La luna de Caperucita Roja
Por Rayito Bencomo Calderón
Una noche de luna menguante, noche diferente, la luz de la luna baña
suavemente las criaturas del bosque. Caperucita tranquila observa el cielo y
escucha el viento silvar entre los árboles, el lobo no ha llegado.
En eso ve salir de entre los árboles una silueta que camina hacia ella.
Poco a poco se acerca a Caperucita y suavemente besa su frente mientras la
abraza dulcemente. Caperucita al percibir su olor reconoce a su abuelita que ha
venido a visitarla.
―¿Cómo estás abuelita?, ¡Oye, qué bonita te ves! Estás diferente. Que
gusto me da verte.
―Estoy bien, he venido a visitarte. Como disfrutabas la luna, tuve ganas
de platicar contigo.
―Qué
alegría, abuelita. Cuéntame. ¿Pudiste ver a tu
mamá?, ¿la abrazaste? ¿Cómo es ella?
―Despacio, Caperucita, respira. Sí, sí la pude ver y le di un abrazo
fuerte. En donde estoy ahora no hay formas, figuras, ni fondo. Mi mamá solo es.
Solamente es. Donde vivo ahora estoy bien. Pero me gustaría que hablemos de ti,
Caperucita, antes de que llegue el lobo.
―Platícame, abuelita.
―Desde donde estoy, las cosas se ven diferentes. Me da gusto que hayas
descubierto la bondad y fuerza del lobo. Y también que aceptes y disfrutes a la
loba que hay en ti. Me hace feliz ver que descubriste que puede haber más
bondad en el lobo que en un cazador o leñador. No te dejas llevar por
apariencias, no todo lo que está escrito es, ni fue así. Me agrada ver como
valoras y cuidas tu caperuza, te has hecho amiga de la luna. ¡Qué bien!
―Si, abuelita. El lobo, la luna y yo somos buenos amigos, entre todos
cuidamos el bosque, me siento tranquila. Pero a veces te extrañó, extraño tu
aroma, tu calor, tu voz.
―Te entiendo, pero me puedes sentir cuando quieras ―le dijo con dulce voz.
Solo basta que te veas a los ojos en el agua que refleja tu rostro, ahí
me encontrarás. Estoy en ti. En lo que te enseñé.
No olvides nunca la fuerza y el poder de tu corazón, ni el poder que hay
en tu vientre y en tus caderas.
Y siempre recuerda ¡no dejes entrar a cualquiera!
Me da gusto verte cuidando el bosque, ayuda cuando puedas, pero recuerda
también que cuando hay peligro y no es posible ayudar, debes de retirarte.
Sin rencor y sin dolor.
Ponte a salvo, a veces la mejor manera de ayudar es no moverse.
―Si, lo sé. Ha sido doloroso entenderlo, a veces es mejor retirarse, con
agradecimiento y amor. Las manadas no siempre pueden estar juntas, hay momentos
de evolución y separación.
―Así es, hermosa. ¡Oh! Ya viene el lobo. Recuerda que te amo, no te
preocupes por mí. En donde estoy ahora, vivo bien: tu corazón es un buen hogar.
Dale un beso a tu mami de mi parte. Platicamos después.
―Te amo mucho, abuelita. Sí. Así lo haré.
―¿Con quién hablas, Caperucita? ―pregunta
amorosamente el lobo―, no
veo a nadie por aquí.
―Con la luna, Lobo ―le contesta dulce y coqueta―, recuerda que me gusta soñar.
El lobo la abraza seductoramente. Caperucita ya no es la misma,
de sus ojos, su vientre y su corazón brota una luz imposible de apagar. Todo el
bosque ha quedado impregnado de una placentera paz.
Rayito Bencomo Calderón es psicóloga, cantante y compositora de canciones. Es egresada de la Escuela de Picología Sigmund Freud. Grabó dos discos: Historias que canta la tierra e Historias que sanan a mi tierra, donde ella es autora de todas las canciones. Su maestra de Canto es Lizeth Pelayo. Escribe relatos en su blog/ Facebook https://www.facebook.com/rayito.bencomo.5
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