Foto Pedro Chacón
Árbol afuera
Por Agustín García
El material con que está hecho un árbol,
el grueso tronco que miro aquí, justo
frente a mi ventana,
es admirable por la calma con que crece
y ocupa un espacio cada vez más grande.
Su ramaje es nervadura civil,
su cuerpo todo es neurona de las calles.
Parece indudable su destino:
que otro dueño lo riegue cuando yo falte
y él seguirá dando sombra a los transeúntes,
abrigo a las aves que ahí anidan.
Al entramado humano, paz.
La vida, sin embargo, no es lo que parece.
Al árbol lo deseca una existencia superior;
un huésped invisible
se lo lleva de nosotros en plena juventud.
Lo sacará de nuestra vida y de su fosa.
No toda la madera prevalece invicta.
Como a cualquier marido a quien repudian,
otro echará raíz en la que fue su tierra.
Otro tallo, pues, otra fronda
verá el cambio de dueños en mi casa.
Ellos, espero, no lo dejarán morir.
Si lo aman bastante, morirán primero.
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