Le llamaban El Oso (fragmentos)
Por Gaspar Gumaro Orozco
No se trata de ser epígonos de nadie, sino asumir el mismo riesgo que han asumido otros, aceptar que somos hombres de una época total, bajo un tiempo y un espacio minimizado y que una poesía –pobre o rica en sus ideas y conceptos– debe dar cuenta de esta condición nuestra, porque al poeta le toca la tarea esencial de descifrar el mundo, hacerlo sensible al corazón de todos.
Estos que van aquí son fragmentos del poema Le llamaban El Oso.
Marcado por el dedo de la locura
–decían los mayores– iba y venía como los pájaros
al impulso de la estaciones.
Invierno en la sierra, verano en el llano
año tras año siguió la ruta de los ruiseñores.
Cuando maduraban los trigales y la ciega
era un gran tablero dorado,
por el camino del poniente aparecía
al trote largo de su asno
montando erguido, orgulloso, las riendas a la
diestra
y las espuelas, cantando como si fuere
el jinete de un pura sangre
o de un garañón renombrado.
Su presencia tenía un aire de dignidad
innata, austera, esencial
y sus maneras sosegadas, suaves
y el sello antiguo de un patriarca rural
y dejo de desdén y lejanía de aquellos
que regresan desde el fondo de la vida
y en la superficie parecen locos
y ven agitarse los hombres allá abajo
forcejeando perdidos y llamándose a gritos.
Su aparición enigmática
y el venir desde la sierra azul tan lejana
a mis seis años les traía reminiscencias de
fantásticas
andanzas que por largos años emprendía
el héroe de aquel cuento
que iba en pos del agua encantada, del pájaro de
fuego
y encontraba en una encrucijada a un hombre así
ermitaño sabio que en un enigma le entregaba el
secreto
para conquistar los dones imposibles que el rey
–padre de la princesa amada– le exigía.
Para mi infantil fantasía era el hacedor de milagros
realizador de imposibles. Era un mundo encantado
así fuera para los mayores un pobre diablo
por su gran barba y su cabello enmarañado
El Oso socarronamente llamado.
Al alba por los campos
recogen las espigas que cayeron
de las manos o las que en los linderos estaban.
Los libros de Gaspar Gumaro Orozco:
1. El ángel y
el centauro, 1985.
2. El camino de la flor y del puñal,
1989.
3. Facetas, 1992
4. Labrando el laberinto. [Póstumo].
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