viernes, 16 de octubre de 2020

Gaspar Gumaro Orozco. Le llamaban El Oso (fragmentos)

Le llamaban El Oso (fragmentos)

 

 

Por Gaspar Gumaro Orozco

 

 

No se trata de ser epígonos de nadie, sino asumir el mismo riesgo que han asumido otros, aceptar que somos hombres de una época total, bajo un tiempo y un espacio minimizado y que una poesía –pobre o rica en sus ideas y conceptos– debe dar cuenta de esta condición nuestra, porque al poeta  le toca la tarea esencial de descifrar el mundo, hacerlo sensible al corazón de todos.

Estos que van aquí son fragmentos del poema Le llamaban El Oso.

 

Marcado por el dedo de la locura

–decían los mayores– iba y venía como los pájaros

al impulso de la estaciones.

 

Invierno en la sierra, verano en el llano

año tras año siguió la ruta de los ruiseñores.

 

Cuando maduraban los trigales y la ciega

 era un gran tablero dorado,

por el camino del poniente aparecía

al trote largo de su asno

 

montando erguido, orgulloso, las riendas a la 

diestra

y las espuelas, cantando como si fuere

el jinete de un pura sangre

o de un garañón renombrado.

 

Su presencia tenía un aire de dignidad

innata, austera, esencial

y sus maneras sosegadas, suaves

y el sello antiguo de un patriarca rural

 

y dejo de desdén y lejanía de aquellos

que regresan desde el fondo de la vida

 

y en la superficie parecen locos

 

y ven agitarse los hombres allá abajo

forcejeando perdidos y llamándose a gritos.

 

Su aparición enigmática

y el venir desde la sierra azul tan lejana

a mis seis años les traía reminiscencias de 

fantásticas

andanzas que por largos años emprendía

el héroe de aquel cuento

que iba en pos del agua encantada, del pájaro de 

fuego

 

y encontraba en una encrucijada a un hombre así

ermitaño sabio que en un enigma le entregaba el 

secreto

para conquistar los dones imposibles que el rey

–padre de la princesa amada– le exigía.

 

Para mi infantil fantasía era el hacedor de milagros

realizador de imposibles. Era un mundo encantado

así fuera para los mayores un pobre diablo

 

por su gran barba y su cabello enmarañado

El Oso socarronamente llamado.

 

Al alba por los campos

recogen las espigas que cayeron

de las manos o las que en los  linderos estaban.

 

 

 

 

Los libros de Gaspar Gumaro Orozco:

1. El ángel y el centauro, 1985.
2. El camino de la flor y del puñal, 1989.
3. Facetas, 1992
4. Labrando el laberinto. [Póstumo].

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