sábado, 10 de octubre de 2020

Margarita Muñoz. Enrique Servín, un sabio y un guía


Enrique Servín, un sabio y un guía

 

Por Margarita Muñoz

 

No recuerdo cuando y donde conocí a Enrique Servín, es un dato que se me ha extraviado en la memoria. Sé, sin embargo, que cada encuentro con él fue siempre como un caleidoscopio. Un fulgurante juego de espejos y luces, una deliciosa experiencia. Su recuerdo será  entrañable.

Enrique fue un guía para mí; en muchos de los ámbitos de mi existencia, un referente, alguien cuya presencia es insustituible. Ahora, pensando en su ausencia, reflexiono que no solo lo fue para mí, sino para toda la comunidad de la cultura en Chihuahua.

De gran calidad humana, su generosidad se extendía más allá del ámbito privado y podía compartir su tiempo con todos los que lo rodeábamos, para hablar de cosas triviales y cotidianas, o convertirse en un docto maestro. Su sabiduría desbordaba cualquier expectativa.

Una de las facetas que más me fascinaban de Enrique era su prodigiosa memoria, capacidad para recordar poemas completos de autores como Baudelaire, Italo Calvino, Cavafis o Dolores Batista. Escucharlo recitar versos en el idioma original me parecía extraordinario. Fabulador increíble, contaba las historias más graciosas, imitando la voz de los protagonistas como Octavio Paz, Elena Poniatowska y otros

Igualmente narraba historias geniales sobre personajes familiares o actores de la cultura en nuestro medio. Le gustaba jugar con sus amigos y nos cambiaba los nombres por otros en diferentes lenguas, o en un idioma que él inventó: el servinio, valiéndose de los veintiocho idiomas que conocía y hablaba, desde el latín clásico, la lengua rarámuri, el vasco, hasta el chino mandarín, del cual decía que era difícil "porque hablar en chino, está en chino".

Una de las primeras entrevistas que me publicaron, y que ganó una primera plana en el periódico local de mayor circulación, fue la que le hice sobre su enorme conocimiento de los idiomas.

Su interés inicio cuando su madre lo llevó a tomar clases de inglés, materia que había reprobado. Su interés se  fue acrecentando cuando entró en contacto con dos familias que fueron sus vecinos, una francesa y otra italiana y pronto comenzó a estudiar los orígenes de esos idiomas, sus familias lingüísticas, sus ramas, y encontró la forma de aprenderlos.

Él, que se declaraba agnóstico y siempre expresó que no creía en Dios, encontró el camino para el aprendizaje de idiomas a través de la Biblia. A donde quiera que iba, buscaba las Biblias en el idioma local y hurgaba en cuanta librería se topaba, para localizar varias versiones. Así formó una colección maravillosa que alimentó durante sus viajes por el mundo y en visitas cotidianas a las librerías de la Calle de Donceles en la Ciudad de México.

De las bibliotecas de escritores que he conocido, la de Enrique Servín es la que me ha llamado más la atención, por su variedad de temas y el valor de los libros, la misma estaba forrada de libreros de piso a techo, en donde coexistían diccionarios, Biblias, ediciones privadas, libros de arte, volúmenes antiguos llenos de admirables grabados, en latín y alemán, sueco, islandés, inglés y francés; libros sin fin, que asomaban de los estantes, se acumulan en los muebles, invadían el piso apilados en varios niveles y alcanzaban todo el espacio disponible; libros que inundaban su escritorio de trabajo al lado de objetos traídos de varias partes del mundo y algunas antigüedades heredadas de su familia.

Maestro innato, una de las actividades que disfrutaba era la enseñanza. Entre las más prolíficas que desempeñó, fue la de coordinar talleres de literatura, donde formó varias generaciones de escritores que han venido a enriquecer el universo literario del país.

Cada sesión en su taller era disfrutar de una conferencia magistral, y el aprendizaje en ellos, una experiencia que algunos tuvimos el privilegio de alcanzar. Al mundo mejor se llega sembrando el bien, este debería ser su epitafio.

 

 

 

 

 

Gloria Margarita Muñoz Villalobos es periodista, escritora y promotora cultural, licenciada en administración de empresas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Estudió trabajo social en el Instituto Femenino de Chihuahua. Coordinó la publicación de la revista Solar, del Instituto Chihuahuense de la Cultura. Es socia fundadora fundadora del Centro de Investigación Histórica de Chihuahua. Ha escrito para El Heraldode Chihuahua y El Diario, así como para las revistas Cuadernos del Norte, Nawara, Semanario, Siempre y Fronteras. Desde 2009 es coordinadora del Colectivo Mujeres en la Cultura, cuyo propósito es dar a conocer el trabajo artístico de las mujeres chihuahuenses en la escritura, la pintura, la fotografía y la danza.

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