viernes, 9 de octubre de 2020

Luis Fernando Rangel. El meteorito

Foto Pedro Chacón

v/ lfr

El meteorito

 


Por Luis Fernando Rangel

 


a José Arturo Santillanes

 


El semáforo estaba en rojo. Diana no se dio cuenta hasta que Fernando gritó. Ella frenó de golpe y logró detenerse al ras de paso peatonal. Casi atropelló a un joven que cruzaba con prisa; al rechinar de las llantas volteó para mentarle la madre: pinche pendeja. Diana se apenó. Sintió el calor treparse por el cuerpo y la cara arder. Además, sintió el corazón acelerado: miedo y preocupación. Buscó con la mirada a algún agente de vialidad, pero no encontró ninguno: se alegró, se relajó y le volvió el alma al cuerpo. En el asiento trasero del auto, Fernando contemplaba por la ventana. Él ni siquiera se inmutó, solo veía a través del cristal.

Mira, mamá, esta calle se llama Niños Héroes. Ayer en clase de historia la maestra nos habló de ellos. Nos dijo que uno se envolvió en la bandera y se arrojó desde un castillo muy alto y se mató…

Diana soltó una ligera carcajada y lo observó por medio del espejo retrovisor. Fernando llevaba entre las manos un peluche de dinosaurio y no paraba de hablar. El semáforo seguía en rojo.

…pero no te preocupes, mamá, yo no me aventaría desde ningún lado. Una vez Daniel se envolvió en una cobija porque estaba jugando a ser un súper héroe y se aventó desde el techo de su casa, ¿tú crees? Se quebró un brazo y dice que le salió mucha sangre de la nariz.

El semáforo cambió a verde y Diana aceleró. Dio vuelta a la derecha para incorporarse a la avenida Universidad. Fernando se asomó por la ventana trasera y vio el enorme hoyo que estaba en pleno centro histórico de la ciudad. Se asustó. Era enorme.

Con una mezcla de miedo y curiosidad, le preguntó a su madre qué había pasado ahí.

Antes ahí había un estacionamiento respondió Diana, ¿no te acuerdas?

No dijo Fernando mientras seguía buscando con la mirada. Luego, lo perdió de vista. El auto avanzó y Fernando se volvió a acomodar en el asiento.

¿Entonces por qué ahora hay un hoyo?

Porque cayó un meteorito, hijorespondió Diana sin siquiera pensar en la respuesta.

¿Un meteorito? preguntó el niño ¿Como el que mató a los dinosaurios?

Sí, como ese.

Fernando apretó entre sus brazos el pequeño peluche que llevaba consigo.

—Hijo, ¿no se te olvida nada?

Diana se estacionó frente a la primaria. Fernando negó con la cabeza.

—No, mamá.

El niño bajó del automóvil. Diana arrancó. Fernando entró a la primaria y cuando vio el carro a lo lejos se dio cuenta que su dinosario seguía en el asiento trasero del automóvil. Se lamentó, ¿ahora quién lo acompañaría durante su hora de recreo? Sin embargo, ese día no hubo recreo en el patio de la escuela. Una ligera lluvia comenzó a caer y minutos más tarde una tormenta azotaba a la ciudad.

Para alegría de Fernando, la campana sonó. El día de clases había terminado y en cuanto pudo salió a esperar de su madre. Seguía lloviendo yse cobijó del agua en la entrada de la primaria. Diana llegó y se estacionó cerca de la puerta. El niño corrió para subirse al automóvil.

Era tarde. Diana aceleró a fondo: tenía que llegar a tiempo a casa y con esa lluvia probablemente el camino sería más largo y lento.

¿Qué buscas, cariño?preguntó Diana.

Fernando limpiaba constantemente el cristal y se asomaba.

El meteorito, mamá. Quiero ver dónde está el meteorito que mató a los dinosaurios.

El semáforo estaba en ámbar. Diana aceleró a fondo sin fijarse en que un auto venía sobre la otra calle. Esta vez no escuchó los gritos de Fernando. El niño solo se acurrucó en el asiento. En la ventana, donde había dibujado con vaho un dinosaurio, se reflejó la luz roja en las gotitas de lluvia que corrían por el cristal. Diana quiso frenar, pero ya era muy tarde.

El impacto contra el otro automóvil hizo que el carro se volcara. Y tras varias vueltas, los cuerpos de Fernando y Diana salieron disparados y se precipitaron al fondo de la fosa que estaba en pleno centro histórico. La lluvia la había inundado. Ahora parecía un pequeño lago en donde el dinosaurio de peluche flotaba junto a los cuerpos de Diana y Fernandoal lado de un montón de piedras que parecían los fragmentos de una roca espacial.

 

 

 

 

Luis Fernando Rangel es licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Es autor de los libros Hotel Sputnik (Tintanueva, 2016), Poemas para un lugar común (ICM Chihuahua, 2018), Los líricamente desmadrados (Ediciones O, 2020) y Dibujar el fin del mundo (UACH, 2019). Coordinó la antología de poemas No haremos obra perdurable (Sangre ediciones, 2019). Ha publicado en revistas y suplementos culturales: Tierra Adentro, Visita al patio, Punto en línea, Punto de Partida, Himen, Pliego16, Estilo Mápula, Hybris, Morbífica, Tragaluz, Sophía, entre otras. Actualmente es jefe de Unidad Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, director editorial de Sangre edciones, editor de las revistas Metamorfosis y Fósforo, así como conductor del programa radiofónico El pensador.

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