miércoles, 21 de octubre de 2020

María del Refugio Sandoval Olivas. Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Por María del Refugio Sandoval Olivas

 

Una de las premisas fundamentales que impera en la conciencia docente es conocer los géneros literarios y sus exponentes a través del tiempo. La letra escrita ha sido el insumo principal para alimentar la historia y el conocimiento de la humanidad, para reconocer los hechos y consecuencias, afianzar la toma de mejores decisiones enfocadas al futuro.

La Escuela Normal Superior Profesor José E. Medrano, unidad Parral, proporciona ambientes de aprendizaje que conlleven la intención de fomentar y acrecentar las cuatro habilidades de la lengua; propiciando la integración de los futuros docentes al mundo lector y escritor, consumidores activos en un mundo globalizado, donde presentan análisis y emiten juicios argumentativos, producto de la reflexión y apropiación de los distintos textos.

El pasado 6 de octubre del año en curso, se participó en un evento de talla internacional en honor a la magna pluma de Gustavo Adolfo Bécquer, homenaje organizado por el promotor y difusor cultural español, Rafael Luna García.

La participación se llevó a cabo en un recinto icónico y emblemático de la ciudad, Casa Griensen, con las medidas precautorias en tiempos de aislamiento social.

Gracias a la conectividad y globalización del conocimiento, las voces de los jóvenes normalistas llegaron a distintos países. La primera tarea consistió en la lectura de su biografía y conocimiento de las distintas obras que conforman su aportación literaria y el impacto que ha tenido en el mundo.

Muy loable fue la libertad de participación, temática y de género que tuvieron los alumnos, haciéndoles partícipes de la trascendencia del evento. Hubo análisis, lectura de poemas, presentación de poemas propios, ejecución instrumental y vocal y dibujo.

Del primer semestre participan Edgar Johan Pérez, Javier Carrillo Porras, Oswaldo Sandoval Lazcano, Héctor Manuel Valverde Solís y Mirna Guadalupe Estrada Urbina. Los representantes del tercer semestre son Dalia Azucena Rivas Duarte, Mayra Guadalupe Seañez Hernández, Jazmín Rivas Ríos y Christian Yovani Torres García. Del séptimo semestre Jesús Adrián Palma y Katia Viviana Sánchez Flores.

De igual manera participa Laura Judith Carrillo González, quien cursa la maestría en educación.

Con este breve preámbulo se presenta la aportación escrita del alumno Oswaldo Sandoval Lazcano, quien cursa el primer semestre de Español.

 

Bécquer

Fue un poeta romántico, aunque su tiempo es posterior al auge de este movimiento, que correspondió de 1800 a 1850. Bécquer nació justo en medio de este lapso, en 1836. La ciudad que le vio nacer era Sevilla, España, aunque fue con otro nombre: Gustavo Adolfo Domínguez Bastida; venía de una familia de artistas, con ascendencia alemana (de ahí el apellido Bécquer). Su padre era pintor, aunque los recuerdos de una familia unida y amorosa se desplazaron por una gran tragedia, que llegó demasiado pronto para este niño que, a sus 9 años: la muerte de sus padres. Tiempo después él y su hermano fueron adoptados por una familia adinerada allegados a ambos. Este niño melancólico, al que le arrebataron de improvisto el calor amoroso de los padres, encontró consuelo en los amplios volúmenes de la biblioteca de su nueva familia. Como si aquellos libros encuadernados en piel, lo hubieran estado esperando pacientemente, hasta aquel preciso momento en que comenzaría a leerlos.

En su juventud se dio cuenta que prefería romper la tradición familiar del arte pictórico por la escritura. Desde edad temprana comenzó redactando sus primeros poemas, una novela y una zarzuela, en conjunto con un amigo. A los 18 años se traslada a Madrid en compañía de su hermano Valeriano, con quien se mantendría muy unido por el resto de sus vidas. Al poco, se empezaron a ganar la vida, ya sea pintando un lienzo o escribiendo en periódicos locales; para ese momento, pintor y escritor ya firmaban sus respectivos trabajos con el segundo apellido de su padre, y con el que se harían conocidos muchos años después: Bécquer.

El gran sueño del joven Bécquer era vivir de la escritura, como todo romántico. Y es que su vida es digna de un drama de aquellos que le gustaba escribir. Vivió en gran pobreza, escribía día y noche sin parar, en alas de licores baratos y con el favor de la luz de la luna. Sus musas eran la noche, la muerte, su España y las mujeres que lo amaron. Hay que reconocerle que desde una edad temprana fue notable su talento como escritor; en los pocos años de vida terrenal que tuvo, hizo de todo: crónica, poesía, ensayos, obras de teatro y leyendas. Era poseedor de una prosa dulce y natural; también reflejaba visiones góticas de aquella España católica, en la que retraba las tinieblas oscuras en sus leyendas.

Bécquer nunca gozó del éxito que hubiera anhelado. Cuando se contagió de tuberculosis a los 21 años, su salud nunca pudo mantenerse estable, por eso escribió, casi como si hubiera sentido el aire de la vida cada vez que inmortalizaba sus palabras en el papel. La tinta era su sangre. Vivió una época feliz cuando fue director de un periódico por unos meses, pero la desgracia siempre llegaba. En septiembre de 1870 murió su hermano Valeriano Bécquer, pintor que ya estaba cosechando éxitos en su país. Gustavo Adolfo jamás pudo recuperarse de aquella pérdida, se había quedado completamente solo. En otoño, su salud, al igual que las flores, se marchitaba. Murió un 22 de diciembre de 1870, aproximadamente tres meses después de la muerte de Valeriano. Y a pesar de haber tenido algunos éxitos literarios unos años previos a su muerte, la verdad es que la muerte del poeta pasó desapercibida entre los círculos literatos de la época.

Su obra más conocida, El libro de los gorriones, fue el aire nuevo que necesitaba la literatura hispana, posterior al romanticismo. Sin embargo, el libro se perdió y no fue hasta después de la muerte de su autor que se recuperó, con 76 rimas, y en una posterior actualización se le incluyeron diez más. Obtuvo algunas malas críticas, pero fue cuestión de esperar para que el tiempo le hiciera justicia. Cuando se volvió conocido, el libro tenía un nuevo nombre, Rimas. Como un ave fénix, las letras de Bécquer renacieron de entre las cenizas. Era un Lázaro literario, que después de muerto, el tiempo le dijo a Bécquer: “Levántate y anda”, para así pasar a ser el mayor representante del romanticismo en España.

Fueron las sublimes rimas de Bécquer que inspiraron la pluma de autores como Juan Ramón Jiménez, o la famosísima Generación del 27. Los infortunios de la vida de Bécquer se conocieron en todo el mundo, se habla y se estudia su obra a gran profundidad. A mí parecer, sigue vivo. Detrás de las letras, en las hojas, yace un poeta joven, de unos treinta y tantos años que escribe en alas de bebidas baratas sobre el amor, la vida y la muerte.

 

 

 

 

María del Refugio Sandoval Olivas es doctora en educación. Ha publicado los libros Anhelos, sueños y esperanzas (2010), Una rosa sin espinas (2011) y Dulce (2018). Su obra aparece en varias antologías. Es columnista  de El sol de Parral y escribe el blog de literatura

https://cuquissandovalolivasletrasypoemas.blogspot.com/

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